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Sound and Fury Illustration: Duchy Man. Illustration: Duchy Man.

Killer. Obituario a las mil canciones

Para Archie, in memoriam

[—A lo mejor yo me muero primero.

—Si tú te mueres primero, te prometo que yo escribo tu obituario. También voy a poner la música más inapropiada].

Ahora voy a hablar. Ahora voy a poner todas las canciones juntas. Ahora voy a hacerle contrapeso al silencio, porque sí, porque me levanté de la cama, porque regresé de la muerte, me arranqué las balas con mis uñas larguísimas. Ahora voy a contar una historia que comenzó con Mick Harvey y que quiso acabar conmigo. Ah. Más vidas que una gata perpetua. Kamikaze inmortal. Esto no se acaba. Ahora voy a poner toda la música que traía encima, como si estuviera a las puertas de una prisión o de un manicomio, como despojándome de toda pertenencia. Ahora voy a contar por qué dolió como si hubiese sido la vida última, la bala última, la última nota de la sinfonía más grande. Ahora voy a hablar con la fragilidad de una bomba.

 

1.- Lamento della Ninfa – Monteverdi/ Medio duelo 

Al fondo, como a 40 pasos, había una copia saturadísima de Madame Récamier. No sé qué me miraba con la copia de sus ojos ni qué gracia advertí en la copia de sus pies, pero tuve que quitarme los zapatos. Era un bar pequeño, amarillo y tabernoso, de esos que están en la costa y en cuyas ventanas parece que va a posarse un frailecillo, cualquier pájaro no marítimo, cualquier cosa. Afortunadamente no se posó ningún ave.

Mientras esperaba el primer trago —con un escaso dolor conforme— me envolvía la sensación de haber regresado de un funeral. Ese sentimiento de sentarse y decir: Se acabó, ya fue, hice lo que pude.

No sé cómo fui a parar a ese lugar. Quizás sí lo sepa. Un par de silencios terribles. Y allí, sentada, descalza, y frente a la falsa Madame Récamier, pensé en otras tantas falsedades. Algo se había muerto. Una historia. Un amor. Llamémosle como sea. Sentí que me habían arrancado una costilla para convertirla en un hombre finalmente inútil.

Hay un  madrigal de los de Monteverdi que pongo cada vez que siento que el adiós está muy cerca, o latente. Lamento della ninfa. No sé por qué lo hago, por la búsqueda de un dolor parecido al mío o de una paz parecida a la que aspiro tener. El ansia de correr al bosque. No sé. Puse la canción al llegar. Me la pidió el cuerpo. No solté una lágrima, no dije nada. Canté detrás de la voz de Anna Simboli. Escribí un mensaje en las notas. No lo envié nunca. Ya había dicho suficiente y me habían dicho suficiente. Aparté el teléfono.

Quise llorar. Intenté forzarlo. Otra vez no pude.

La ninfa de Monteverdi se va al bosque a llorar porque su amante no la quiere como antes, las voces se compadecen y la acompañan y le cantan. Aquello no tenía nada que ver con lo que yo estaba sintiendo. Estaba enfrentándome a un sentimiento totalmente nuevo y por eso me recosté a la silla y puse el madrigal unas cuantas veces. Traiciones sin nombre.

¿Dónde?, ¿dónde está la fidelidad que me juró el traidor? 

La muerte de las cosas, la muerte que ronda por sobre los recuerdos, restándoles la importancia y la majestad, susurrando su canción de bosque hasta que esos recuerdos se adormecen y se apagan.

Calla, él bien lo sabe. 

Funerales por dentro. [Killer]. Desconocer. La gente se muere en vida, y duele como si todos los bosques del mundo estuvieran ardiendo en la sangre propia.

Haz que vuelva mi amor, 

así como antaño fue. 

La certeza del dolor venidero produce más espanto que el golpe.

***

 

2.- Andrew Bird & Phoebe Bridgers – I felt a Funeral in my brain/ Las promesas 

I felt a Funeral, in my Brain,

and Mourners to and fro

kept treading – treading – till it seemed

that Sense was breaking through. 

Emily Dickinson 

Había un televisor a la izquierda, grandísimo. Pusieron uno de esos variados románticos en inglés con imágenes de Jeux d’enfants. No es precisamente mi película preferida, pero él se casa y ella va a su boda. Todo termina caóticamente. Hay dos jóvenes que se encuentran muchas veces, con eso me bastó para volver a ponerme los audífonos.

«I felt a Funeral in my brain«.

Agarré mi teléfono mirando todavía las muecas de Marion Cotillard. No va a volver a suceder. Así me dije.

[—¿Me prometes que vamos a ser amantes siempre?

—Te lo prometo.

Always

Always

Always

Qué palabra tan agobiante, precisamente por lo pronunciable que es.].

Cuando Andrew Bird musicalizó ese poema, sentí mucha felicidad. En parte porque la voz de Phoebe Bridgers estaba allí, la voz de ella que contiene tardes afortunadamente perdidas. Ella significó todo el amor del mundo cuando me regalaron Killer and Demi Moore y cuando me dijeron lo mismo que dicen esas canciones. [Take a dirty picture, babe./ I’m a stupid in love.].

No hay cosa más infertil y más cruel que la promesa de alguien que no sabe lo que quiere. La promesa que se dice solo con la boca. Alma apartada.

[And I, and Silence, some strange Race,

wrecked, solitary here].

Afortunadamente mi trago llegó antes de que la música me ahogara.

***

 

3.- Broom people – The Mountain Goats. 

Nope.

***

 

4.- Ode to the blue – Grouper / Volver un momento 

Quise regresar a las primeras canciones. Quise que me dieran ganas de llorar. Concretar el llanto. Tampoco pude. Esa canción es un susurro.

[I’ve been thinking about the way/ the light gets lost in your hair].

Los recuerdos permanecían mansos como un escombro, no había calidez alguna. Sin embargo volvió el tedio cinematográfico, volvieron las escenas perfectas, los cuerpos escondidos en una ciudad que no era mía. Volvió esa voz apresurada cerca de mi oído. Como una canción vieja y olvidada.

Qué fue de nosotros. Me lo pregunté mil veces. Un vacío. Una canción compuesta únicamente por silencios, la anticanción. [Se murió mi último gato y dije Dónde estás. También dije Por qué me estás haciendo esto]. Me pregunté por qué la música era capaz de traer de manera tan dulce algo que ya había perdido el color y la calidez. Se acabó la canción.

Llamé al mesero.

—¿Dónde puedo fumar?

—Aquí mismo. Pero también hay un patio interior. Al fondo del pasillo hay una puerta.

El salitre es una canción bastante amarga.

***

 

5.- It’s easier now – Jason Molina

El patio era circular. Cuatro bancos alrededor de una fuente sin agua. Arena por todas partes. Y a lo lejos se veía el mar por una reja. Parecía que estaba preso. Preso y furioso. Pero la presa era yo, que estaba de este lado. Con una lista de 1163 canciones. Corrí hasta la reja, me agarré con las dos manos. El salitre me crió y yo sé que el mar me estaba escuchando. No sé qué le dije. Me sentí atormentada. Todos los recuerdos a la misma vez. Palabras en mi memoria, persistentes como el mar contra los muros, capaces de abrir huecos y de hundir ciudades.

Alguien diciéndome que yo, la de los besos en el cuello, no era un monstruo. [Y pensar que dices odiar el tacto]. Recuerdo eso. Un beso en mi cara. Abrazos. No sé si en algún otro momento de mi vida sentí que una canción hablaba tanto por mí como It’s easier now. Es probable que sí. Mar furioso. [No te vayas]. Óxido y heridas. [Vengo mañana a esta misma hora].

El mar se volvió negro. Yo lo vi opacarse. Di la espalda. No era el mar. Era el luto. Eran las mil canciones furiosas.

I finally got it

[—No me hagas daño.

—Te lo prometo].

A desert spirit.

Puse la canción. Abrí un hueco en la arena. Con las dos manos. Muy rápido. Ritos funerarios curiosos.

Death comes now.

Lo recordé todo.

Las manos llenas de arena. El mar de espaldas, calmado y furioso. La intermitencia del desenfreno. La intermitencia del mar, que es una canción sola.

Tuve que tragarme el luto como si fuera una pastilla para los nervios.

Me dije Quién va a asistir a este entierro.

Ni un testigo, ni una cruz, ni una procesión, ni un vestido negro para guardar las antiguas apariencias. Las canciones, todas, cayendo en un hueco. Tiré una moneda. Recordé las últimas palabras…

And the next minute,

the next minute 

behind these eyes

Gradualmente fui olvidando el tacto.

***

 

6.- The end – Sibylle Baller / Los sueños 

Soñamos cosas una vez. Soñamos con dos cuerpos que después fueron dos cuerpos algunas veces. Y soñamos con una vejez en la que visitarnos, siendo muy amigos [Give me some wine when you open the door]. Y soñamos con un Cadillac y con una Gluck, y con ser villanos, y con pagarnos mutuamente la fianza.

[It’s the end, friend of mine.

It’s the end, friend of mine.].

Y se murió el Cadillac, y la Gluck se descompuso, y si nos hubiesen metido presos nos hubiésemos podrido en la cárcel. Dos presos fumando en celdas contiguas, respirando el mismo aire y el mismo humo. Dos presos tranquilos, acostumbrados ya a la reja, a la comida temprana y escasa. Sin saber quién habita al lado y qué está pagando.

Soñamos más cosas, unas botellas bonitas, unos reinos, el conde y la princesa, una banda, una pandilla. Uno de los dos tocando a la puerta del otro para confesar alguna tristeza pequeña. Lo soñamos todo sentados en la misma cama, en una habitación azul. Detrás de la música.

Y se acabó. Se murió la puerta. Se murieron los que cantaban en los conciertos a los que nunca fuimos.

[Time is over where we could simply say I love you.

Now you opened the door].

Y se murió la taza del té, y el deseo de soñar con las gasolineras, y aquella voz al teléfono. Los dinosaurios y el Estoy cerca. Busqué en la escalera. Y en otra canción, y en otra. Y en el sonido infantil de The Weepies. No encontré nada.

La muerte es el silencio que acontece después de todos los silencios.

***

 

[Y te fuiste esa tarde. Yo sentí que ya no eras. Y te guardé mi luto y dejé de amar al tú del presente. Y recé una canción tan dulce que parecía de mentira. Y te lloré un Réquiem en vida, maldito muchacho. Y ahora puedo ver tu cuerpo y tu rostro. Tu pelo largo. Los espejuelos en la mesa, antes del sexo. Podría causarme espanto. Pero no. Me tocó acostumbrarme a tu presencia como si fueras ya un muerto antiguo, uno que ronda pero ya no dice nada, no toca los pianos ni pretende el más mínimo susto.].

***

 

El obituario 

En la mañana de una fecha que ya no recuerdo —de espaldas al mar, y después de haber luchado incansablemente contra ciertos olvidos— se apagaron todas las canciones del mundo.

La muerte, por una transitividad macabra, destruye también lo compartido, aunque lo compartido esté físicamente, con todo su rigor molecular. Y en la mañana de una fecha que ya no recuerdo tuvo lugar un sepulcro sonoro, el más grande. Todas las canciones sonando a la misma vez. Llorando todas. Rezando para no apagarse. Pidiéndome a mí que no las condenara. Todos los colores juntos suman una oscuridad. Todas las canciones juntas suman un ruido negro que se asemeja al silencio y que es, en consecuencia, el silencio.

Me pregunté dónde estaban los sonidos aquellos, los que nos maldijeron. También me pregunté por Zero Mostel, y por Killer, y por Le Feu Follet. Y por todo el cine trágico que se había ido.

Le Feu follet. 1963. Tiempo. 1996. Todo el tiempo del mundo transcurriendo al mismo tiempo. Y al fin la muerte, muchacho. La tuya. La muerte en vida. La devolución al pasado.

Un hueco en la arena: Mick Harvey. Fontaines DC. The Raconteurs. Townes van Zandt. Thom Yorke y los disfraces. Modest Mouse y el Cowboy Dan. The Decemberists y el enojo sin causa. Alex G y sus videos horrorosos. Y Alvvays con toda la dulzura de nuestra adolescencia. Y Blue Rev (que pudo haber estado mejor, sinceramente). Las promesas. Tus manos en mi cara. Las risas. Kishi Bashi reproduciéndose detrás de tus ojos. Y el resto de las cosas. Brando. Archie. Ginebra. Casevattes. Y New year, same old flame. Y un baño que no reconozco en las fotografías. Y los Shutups y tus ganas de abrirme el pecho y alimentarte de mi sangre, y el sexo repetido, la pared azul, el resto de la habitación, empujar la cara. Magnolia Electric Co. Y Mátame a mí, si total. Blue veins. Y Róbate un collar de diamantes. Mañana será otro día. (John Darnielle hubiese sido un buen partido). I hate this. I miss you. I miss you. I miss you. (Quién pensaría que eres capaz de semejante diálogo). Un mensaje: But you know the killer doesn’t understand. Mac DeMarco. Emily, I’m sorry. Belle and Sebastian cantando la única canción que nos sabemos completa. Mentira. Solo es la primera estrofa.

We hate Tears in Heaven. Mueves los dedos y te mueres al mismo tiempo. Marcas el ritmo de la canción. ¿Cuál era? Sí. Era Be my thrill. No le eches la culpa a Ed Gein. Los besos que interrumpen las conversaciones. En fin, las conversaciones. Todo eso no cabe en una caja. Un entierro al que asisto sola. Sin Kill Moon. Un funeral sin música ya. La vida es complicada. But I’m a stupid in love. Todavía se muere Warren Ellis y el teléfono no suena. Tulsa Imperative. Nunca había sentido esto. Todos dicen lo mismo. Weird goodbyes. Y a mí Slow Pony Home me daba tremendas ganas de llorar.

Una guitarra que suena. Nadie puede dormir bien con la banda sonora de Suspiria, yo tampoco pude. No sabes una mierda sobre Liszt. In love with these songs, in love with you. Tus amantes de turno rogándote canciones. Fuck it, I love you so much. (A quién tendrás que explicarle todo esto, a quién tendrás que inventarle que estoy exagerando. A mí ya me da igual, a ti no te importó tampoco). $20. Bullshit of the day. Yo sé con qué música mientes y qué películas en realidad no te gustaron nunca. Yo sé cómo abrazas y yo sé qué sonaba en tus audífonos cuando llegaste la tercera o la cuarta vez. Y me besaste mucho, con las manos en mi cara. Yo sé que a todas tus amantes les dices Todavía no sé cómo te fijaste en mí. Yo sé qué día te moriste. Yo sé que prometiste no dejarme sola. Blue Rev es lo de menos. Ahora las canciones están muertas, sí; y solo adquieren significado si vuelvo en el tiempo, si nos damos a la fuga 20 minutos más, un mediodía cualquiera.

Tú diciendo No me arrepiento de nada.

Tú fingiendo los olvidos para salvarte.

***

 

Volví a rellenar todo aquello con arena. No fue tan simbólico, en realidad. Yo sabía que estaba ocurriendo algo definitivo. Entonces lloré. Lloré mucho. Tuve el impulso de volver a meter las manos en la arena. No lo hice. Miré hacia todos lados. No había nadie. Y entonces puse mi oído muy cerca. Silencio. Era de esperarse.

Salí caminando. Abrí la puerta y entré. Me senté en la misma mesa.

El mesero se acercó.

—¿Todo bien?

—Sí. Todo bien.

***

 

7.- Blue Cadet-3, Do you connect? – Modest Mouse

Es una magnífica canción. Y cierro los ojos, de manera muy infantil, y me la repito. A ver si algo me escucha.

Blue Cadet-3, Do you connect? 

Diles que me volví loca y que realmente estás muy vivo, que no sabes de lo que hablo. A ti te ampara tu belleza inocente. A ti cualquiera te creería, porque con el mundo eres escueto y preciso, monosilábico; porque a ti el mundo no te ha dejado tirado. Nadie duda. A ti te han perdonado la vida más veces de las que puede perdonarse una vida, la inmortalidad del descaro. Esto también te lo van a perdonar. Entre música vivimos y ella nos salva. De todos modos nadie va a creer que en la mañana de una fecha que ya no recuerdo se apagaron todas las canciones del mundo, y que llegó la sinfonía de los escombros. Y al fin el llanto. Y al fin el grito. Al fin la aceptación del derrumbe. Y tú en tu fiesta, en una vida que desconozco ya, poniendo tus músicas y haciendo tus bailes tontos, teniéndole lástima a tus amantes, pero con el miedo de quedarte solo. En la otra vida, tú. Mientras tanto cierro los ojos bajo el cielo de noviembre, miro hacia arriba, como en un planeta nuevo, como un astronauta que se quedó sin radio en medio de Saturno. Como quien sabe que va a morirse y sin embargo deja las últimas palabras. Por superstición, por terquedad, por manía.

Me repito el réquiem como un mantra.

Puse todas las canciones juntas. Ya le hice contrapeso al silencio, porque sí, porque me levanté de la cama, porque regresé de la muerte, me arranqué las balas con mis uñas larguísimas. Ya conté una historia que comenzó con Mick Harvey. Pero ¿quién va a acabar conmigo a estas alturas? Blindada como una limusina Hummer. Más vidas que una gata perpetua. Kamikaze inmortal. Todo se acaba. Ya puse toda la música que traía encima. Ni la vida última, ni la bala última, ni la última nota de la sinfonía más grande. Ahora explotó la bomba sin haberla tocado. Baby, it’s Halloween, we can be anything. Ya vendrán tiempos mejores. Ya vendrán muertos mejores.

No tengo toda la mañana para poner estas músicas.

No tengo toda la mañana para redactar obituarios.

Nada es más persistente que la necesidad de enterrar los pasados. Nada es más persistente que la tristeza que le sucede a la arena, al mar de espaldas. Nada es más persistente que un entierro, salvo estas ansias post mortem de comprar vestidos nuevos.

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  1. daniela says:

    Te gustará Matt Elliott…

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