
Desde Songo-La Maya, en plática con Rogelio Ramos
Periodista de Tele Turquino, en la región oriental de la Isla, el graduado en Lengua y literatura inglesas Rogelio Ramos Domínguez se ha dedicado a difundir lo mejor de la música cubana, tanto en los medios como a través de dos blogs con notoria información de actualidad y que sortean las limitaciones de la conexión cubana a internet.
Premiado desde inicios del 2000 en diversos concursos radiales por la calidad de sus programas, entre otros con el reconocimiento al mejor reportaje en el Festival “Félix B Caignet”, en 2015; el galardón provincial al mejor reportaje radial en 2016 y ganador en en el certamen de poesía “Miguel Domínguez Téllez” de 2006, Ramos ha sido también reportero de las emisoras nacionales Radio Rebelde y de Radio Progreso, así como colaborador de Prensa Latina, de la revista Sic, de la Editorial Oriente, y de Radio Nederland.
Su pasión por la música no proviene de influencias del entorno familiar, ni de estudios al respecto. Sobre su infancia advierte que a su alrededor no hubo músicos profesionales, y que ni siquiera sus padres son intelectuales «pero siempre hubo mucha música en torno a mí, y recuerdo los montones de discos que tenía mi padre: Gardel, Miguel Aceves Mejías, Benny Moré, Daniel Santos e, incluso, música infantil, la que, sin dudas, adquiría para mí.»
¿Cuándo tomas conciencia sobre tu gusto particular por la música?
«En el preuniversitario. Por ese tiempo, mi madre me enviaba todos los veranos a La Habana, y en uno de esos viajes fui a una tienda enorme en el Boulevard, y me quedé fascinado. Había cabinas, donde entrabas con el disco escogido a escucharlo con unos audífonos. Me regañaron, porque había oído ya dos y no compraba; los agarraba y me quedaba ahí disfrutando el sonido, mucho mejor en comparación con el tocadiscos de casa. Recuerdo que compré Causa y azares de Silvio Rodríguez, por 11 pesos, ¿te imaginas? Mi madre, que trabajaba en una cafetería, podía entonces enviarme a la capital, y con dinero suficiente para comprar mis discos. Hoy no podría hacer eso, ni ganando seis veces más que ella en aquella época. Así, cuando inició el curso discutía con los muchachos, porque no entendían por qué yo no prefería a La Original de Manzanillo u otra orquesta. Creo que ahí nació esa necesidad de opinar sobre música. Comenzaron las tertulias para hablar de salsa, trova, rap. Ahí también llegó la poesía y, bueno, cuando entré a la universidad eso era ya de peso, ahí tenía mucho criterio, algunos horribles, y pesaban, porque me había leído un par de libros y escuchaba programas especializados. Me río siempre al recordar aquello, pero creo que era un pensamiento más o menos adelantado en esos tiempos. Y hay gente muy reconocida hoy que se me unía en estos criterios, era muy intenso y bello. Por eso, te puedo asegurar que los Institutos Pedagógicos necesitan un estudio aparte por cuanto han aportado a la música en Cuba. En Santiago de Cuba, en el Frank País, teníamos bandas, septetos, grupos vocales. Yo le escribía letras para canciones a cualquiera.

«Rogelio Ramos. Foto: Cortesía del entrevistado»
Cuéntame sobre el programa Cable a tierra. ¿Qué tipo de música trasmites? ¿Puedes elegirla sin limitaciones, sin las llamadas “listas negras”? ¿Cómo consigues la música, y qué alcance tienen las trasmisiones?
Cable a tierra surgió como una sección en Radio Mambí, la emisora municipal de Santiago de Cuba, y luego en Songo-La Maya ampliaron el tiempo de la emisora local, y Salvador Virgilí, un prestigioso radialista santiaguero, me pidió que lo convirtiéramos en un programa, y así nos movimos a Radio Sonido SM. Desde que surgió fue muy polémico. En la radio cubana hay bastante gente que ignora casi todo sobre música o asuntos de cultura, gente con la que no puedes dialogar, porque sólo repiten fórmulas del manual o de sus superiores, sin pensamiento propio. De tal modo que, si en una ficha de programa dice que debes hablar 20 minutos, te podrían “pasar la cuenta” por hablar 30, o así. Es decir, he confrontado muchos problemas por ese tipo de situaciones. Y, por su parte, la Asociación Hermanos Saíz ha salido a defender el proyecto muchas veces.
¿Las listas? Prefiero no decirte si las vi. Yo he estado siempre contra toda prohibición. No tiene sentido. No hay salsero más escuchado en Cuba que Willy Chirino; raperos más seguidos que Los Aldeanos, aunque no es lo mismo con Celia Cruz. Te hago la acotación para mostrar que el tiempo cambia. Según mi experiencia, en la actualidad Celia no es popular en Cuba. Y supongo que aquí funcionó la censura. Celia tenía un discurso que no entroncaba con el de la Isla, menos con el aplaudido por la mayoría. No hablo de la oficialidad, sino de la gente común, del carnicero, el camionero… muchos de los cuales apoyaban el sistema. Si ella declaraba algo, en la Isla estaban también otros importantes músicos que poetizaban lo contrario. Y si sumas que no estaba en la radio en un tiempo en el que sí se podía tener un control de esta; sin mp3, teléfonos celulares, sin internet o computadoras, eso pesó mucho para borrarla. A Celia la ha escuchado un sector, pero no como pasó con el disco Oxígeno, de Willy Chirino, que llegó en un momento difícil en Cuba y fue una verdadera explosión.
Sin embargo, hoy se escucha a Daddy Yankee hasta en Jutinicú o San Benito, sitios muy alejados de las élites culturales. Ahí es difícil que te encuentres a un ser que sepa quién es Thelonius Monk o Dafnis Prieto. Ni siquiera se escucha a Justin Bieber, y es increíble la cantidad de adolescentes que aquí no conocen a Bieber.
En fin, hacer un programa de radio como el mío, en Cuba, siempre motivará controversia. Cable a tierra se ha dedicado a traer otra música, esa que llamamos alternativa. Ponemos a William Vivanco, Interactivo, Frank Delgado, Diana Fuentes, Telmary , Danay Bautista, Gastón Joya, Gerardo Alfonso, Descemer Bueno, Niuver , Ariel Díaz, Buena Fe, Vanito , Barbería, Athanai , Alejandro Gutiérrez, José Luis Medina o Sara González. Y hemos entrevistado a gente como Joaquín Borges Triana, Tony Pinelli, Bladimir Zamora, Humberto Manduley o la musicóloga norteamericana Susan Thomas. Eso hemos hecho. Tratar de saltar el cerco de lo que llaman media, que nadie sabe a ciencia cierta qué es, y colocar algo diferente. Incluso, ahora la mayoría de los productores cubanos, si descubren que David Bisbal canta un tema de Alex Cuba, no ponen más al cubano, olvídate… “si viene de afuera debe ser mejor”, pensarán.
Hace bastante, como diez años, por poco me echan de la emisora por colocar a Rolando Laserie. Por suerte, hay gente valiosa y en la discusión, a la que por cierto no fui invitado; alguien defendió el programa y sigue con vida. Luego, aparecieron burócratas buscando una u otra falta; lo han cambiado de horario, le han quitado tiempo, me han bajado el sueldo, que de hecho es muy bajo, pero cuando se siente amor por el trabajo uno sigue, y eso he hecho.
Háblame sobre tu blog, donde has volcado mucha información sobre la música joven en la región oriental.
En realidad llevo dos blogs: Songo-La Maya alternativa y CUBATIENE, sólo que en este último es donde más hablo de música. Surgió en 2011 por una necesidad de colocar en algún sitio cuanto hacía. Es muy seguro este país, pero estás siempre en tensión con las autoridades si quieres hacer un trabajo digno, y hay mucha mediocridad al mando, personas que no tienen idea de qué es una buena investigación, que jamás leyeron a Jorge Luis Borges o como diría Leonardo Padura, ni saben qué cosa es Pedro Páramo, y son quienes dicen sí o no. Hice mi blog y ahí está. Casi todos los trabajos salen del programa; y le iba a llamar igual Cable a tierra, pero ya hay otros y no me lo permitían Google, ni WordPress, así que terminó llamándose CUBATIENE. A veces lo abandono un poco, pero vuelvo.
Ubícanos en la situación de los creadores musicales de tu zona, tan rica en orígenes de diversos géneros. ¿Qué tal la trova, vieja y la actual? ¿Qué tal los grupos de diversos ritmos y sus expectativas de crecimiento profesional? ¿Hay suficientes lugares para actuar y vivir con decoro de su labor?
La música en Cuba tiene una difusión complicada, ni la nueva trova se salva. A Silvio lo escuchan los intelectuales y los que hacen los actos. He escuchado Ojalá en un acto recordatorio de la muerte de un mártir. Y lo ponen porque es Silvio, que se ha privilegiado en ese sentido, aunque en sus discos casi todos son temas de amor. Por eso, trato de avisarle a mi audiencia de esa otra música existente en Cuba, de igual potencial comercial. Porque hoy todo es comercial, no nos vamos a mentir, hasta la Biblia se vende en la esquina. Se venden discos de música cristiana y se venden bien. Eso trato de decirle a la gente que me escucha, que no sólo está Ricky Martin, que hay otra música; y algunos se quedan a escuchar, comparten criterios o no, pero están.
Y sí, hay problemas de promoción de la música cubana. Hay corrupción. Pero no quiero hablar de un asunto sobre el cual se investiga, ya he tratado de hacer entrevistas y los músicos se van de cámara, rehúyen. Pasa en muchas partes. Para tocar en un carnaval tienen que pagar en efectivo y ellos reciben su pago en cheques. Si hablan, luego casi nadie los programa. Hay más, pero es un asunto que espera investigación. No creo que haya cómo detener tal cosa por el momento. Hace poco traté de hacer un reportaje sobre el modo en que sobreviven los músicos al interior del país; aún lo intento. Repito, la mayoría de los entrevistados abandonan a última hora. Piden que no los pongan frente a cámara.
En mayo de 2016 la revista OnCuba me publicó un trabajo titulado Bolero, que hace alusión al fenómeno y cuando salió, llamaron a algunos sólo por sospecha. Es muy malo para los músicos, porque a veces no trabajan. Muchos tienen que sembrar, trabajar en carpinterías, hacer lo que sea para sobrevivir y, sin embargo, hay dinero, aunque se cuenta con menos presupuesto, pero igual se puede pagar a los músicos locales por peñas y fiestas.La mayoría de las veces, los locales quedan relegados. No se crean mecanismos eficientes para que cobren y sobrevivan. Es realmente complicado para ellos. Quizá no haya mucho, pero bien distribuido podría dar para mantener más o menos vivos a los músicos locales. Suma que los del Oriente no tienen la posibilidad de ir regularmente a los medios nacionales, pues ir a La Habana implica hospedaje, transporte, alimentación para 15 o 20 personas, y si no trabajan, evidentemente se les complica todo; y si no van a la radio ni televisión nacionales, ¿cómo los pueden ver en otras partes?
Tu crónica en OnCuba narra una situación penosa, y aborda un tema sensible, con ese músico que te narra sus carencias en una barra de un bar. Reproduzco un fragmento: “Estoy buscando algo para dejar la orquesta”. Se lo digo a mi compañero de tragos y me miran a los ojos para decir: “Todos estamos en lo mismo.” Y me habla de un septeto de changüí cuyos miembros ganaban solo cien pesos al mes. “Unos changüiseros natos”, me dice, con un dolor visible a diez metros (…) Los dos lo sabemos, desde que cambiaron las cosas en los 90 hay que gustarle a la gente, llenar espacios, pagar payola para sobrevivir. “Dicen que para estar en algunos programas nacionales hay que pagar hasta 100 dólares”. Lo escucho y el ron Caribe, ya refino, se me traba en la garganta. ¡¿Cuánto?! “Ci- én”. Dejo que siga. “Para tocar en carnavales tienes que aflojar lo menos dos mil pesos”. Eso sí lo he oído por ahí, le digo, y de las bocinas soviéticas baja ahora Rolando Laserie, como puesto a propósito por un director radial medio curda: “Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo…”
En La Habana, en viajes recientes, las opciones de trabajo para los músicos no parecían estar mucho mejor. Me han dicho los cantantes que cada vez hay menos espacios de calidad, y muchos permeados por los intereses de un turismo con clichés, de “rumba, meneo y sabrosura rápida”.
La trova sufre siempre, o casi, y ahora no es menos. Los viejos vivieron el efecto del Buena Vista Social Club, se pusieron de moda e iban a todas partes. Eso ha ido pasando y queda poco. Tocan en uno u otro lugar, pero no hay grandes ganancias, ni grandes espacios para ellos. Por suerte, en Santiago de Cuba abren nuevas casas de la trova, ya no en las urbes, pero en los lugares apartados se ven abrir esas casas donde los trovadores actúan de vez en vez. Y los trovadores más jóvenes andan en medio de una nebulosa, nadie sabe qué pasará con ellos. Las disqueras a veces graban y no le dan promoción a los fonogramas. Hacen malos pactos o niegan licencia a disqueras internacionales. Cuba ha tenido un proceso raro con los trovadores de las últimas hornadas. Hubo una ruptura en 1996 cuando se fueron los de 13 y 8, esa generación se fue casi completa a España u otros países, y quedó un vacío en las peñas, los teatros, los medios.

Rogelio Ramos. Foto: Cortesía del entrevistado.
¿Hay posibilidades de grabación? ¿O ya entre los jóvenes hay más alternativas, estudios privados, difusión a través de internet? ¿Cómo se comporta eso en tu contexto?
Te he contestado de algún modo esta pregunta antes. Es difícil el camino para un joven y en Cuba no hay metro, como en otros lugares. Yo mismo tuve una vez el plan de experimentar tocar en el metro, con un joven músico argentino. Me lo debo, queríamos montar un par de sones y bajar a ver cómo era. Yo no soy un guitarrista ni nada de eso, pero toco lo mío, algo hago. Si fuera en Cuba, ni pensarlo.
Julio Fowler tiene la teoría de que cuando la trova se puso contestataria, al gobierno dejó de importarle. La verdad es que visto desde un prisma amplio, toda canción pensante es contestataria. La canción suele arremeter contra su momento, lo analiza, se desentiende con él y después la sociedad, los que dirigen esa sociedad, llegan a donde los cantores, porque el sueño va delante de la realidad. A Silvio y a Pablo no los entendieron en su momento, fueron vilipendiados, expulsados, maltratados… y después fueron puntales. Los llamados “topos”, gente como Frank Delgado, Santiago Feliú, Carlos Varela y Gerardo Alfonso, Adrián Morales, Donato Poveda, Alberto Tosca, José Antonio Quesada, Anabel López, Xiomara Laugart, Polito Ibáñez, Ireno García, Marta Campos, Pepe Ordás y Juan Carlos Pérez no grababan. Ellos comenzaron a ver las manchas y la luz, pero a algunos decisores les molestaba esa visión de las sombras y los pospusieron.
Hoy pasa que no hay que hacer cola en la EGREM. Lo digo como posibilidad para quienes tienen dinero. Así, cualquier muchacho se hace de un disco. Conozco trovadores muy jóvenes que tocan tres en La Habana Vieja, para luego pagar su disco. No dependen de que alguien los grabe. Eso sí, luego viene un proceso complejo, la promoción, y la comercialización del disco no llega para nada o llega mal. Algunos, como el santiaguero Rubén Lester, graban un disco y no se pone en ningún lugar. Hablo de un disco grabado por una disquera importante en Cuba. Lo mismo con Felipón, otro santiaguero. Hablo de fonogramas que entran incluso a Cubadisco. No hay promoción, o la hay para otro tipo de música. Los medios prefieren lo que se pega, lo que es comprensible en parte, pero ahí se pierde mucha música y, a veces, de calidad.
Por otro lado, los mismos trovadores muestran que tienen público y, a veces, del que paga bien. Yo fui a ver a Kelvis Ochoa en Don Cangrejo, una discoteca donde pagaban más de cien CUC para entrar, y aquello estaba repleto. Salvo Radio Taíno, los otros puede que tengan algún programa en horario difícil. Si quieres más o menos entender por dónde anda la música cubana, tienes que escuchar Radio Taíno.
Aunque Cubadisco está nominando a cubanos que viven en el exterior, sin embargo, no se abraza la plenitud, la riqueza y la diversidad de la música cubana…
Cubadisco ha nominado a Danay Bautista, a Descemer Bueno, Julio Fowler o Niuver. Algunos, artistas que, incluso, están en desacuerdo con el sistema en Cuba. Yo creo que se tiende un puente, aun cuando hay grandes vacíos. Pero hay una generación que perdió totalmente el contacto con sus cantantes preferidos. Mucha gente venía a preguntarme si en verdad Mirtha Medina había enloquecido, o me preguntaban por Osvaldo Rodríguez o Annia Linares. Ahí hubo un golpe muy duro, tanto para esas figuras como para su público. Ninguno de ellos fue en otros lares lo que aquí, y su público tuvo que conformarse con sustitutos. Pero, eso va cambiando en ambos lados, al menos si centramos la diáspora en las orillas opuestas, o sea Miami-Cuba.
Por ejemplo, los reguetoneros han hecho lo que no pudieron ni figuras como Pancho Céspedes. Han entrado a los medios locales. Han hecho una emisora en el exterior para colocar su música. Hemos llegado a un punto en el que nadie habla o cuestiona el sitio donde viven Gente de Zona o Jacob Forever. Y en Cuba, se les coloca en la radio. Yo pongo mucho a Vanito y nadie me viene a preguntar.
Hablando del tan debatido reguetón, ¿qué opinas sobre su enorme auge y popularidad en Cuba?
Creo que fue Leonardo Acosta quien defendió la teoría de que el éxito musical llega cuando se le da al público lo que esperaba. El reguetón entra en un momento difícil para Cuba. Un tiempo de dos canales de televisión, apagones de cuatro, cinco, seis horas; almuerzos imposibles, transporte nulo, muy pocos periódicos, en fin, una crisis terrible. Hace ya como 15 años y se sostiene, creo que por muchos factores; el primero es lo fácil de asimilar y de crear. Con una computadora añosa, un estribillo y dos muchachos se hace una pieza que puede impactar en multitudes. Esos muchachos, en principio, poco tenían que perder y se lanzaron en masa. La mayoría, sin preparación alguna, pero con algún talento y arrasaron, sobre todo porque había un público que necesitaba “poetizaran” su realidad. Si te detienes a leer lo que escriben en los carretones, tractores o camiones muchas veces citan directamente frases como “la calidad es la calidad, el oro es mío, repártanse la plata y el bronce, fuácata”… Ahí te das cuenta de que hay un lenguaje vivo en muchos sectores de la sociedad cubana, una necesidad de ostentar, justificar la tenencia material, a veces fuera del marco legal.
El reguetón es eso mismo: la ostentación, el sexo, el hedonismo que nuestra sociedad parece haber negado en nombre del sacrificio. He ahí un gran dilema. Una sociedad que aspira a una colectividad que trabaje para sí y, al mismo tiempo, huye del brillo fálico, de lo sensual, del hedonismo. Llega un momento donde hay crisis y el barrio encuentra un discurso que habla de lo contrario, una manera de decir y, al mismo tiempo, bailar y sacar del cuerpo tanta energía. No todo es eso. Pero hoy, me parece, es mayoría. Deberíamos tener a mano un estudio de los consumos culturales, no sólo en La Habana, sino en toda Cuba. Pero te digo, trabajo en lugares muy intrincados y ahí se baila reguetón y reparto. No conozco un joven que escuche a Celina González en los montes.
¿Y los géneros que conservan vigencia en el repertorio de jóvenes compositores y/o autores?
-Hay de todo en Cuba, por suerte, y si te digo que las instituciones pueden estar haciendo mal en un punto, en otro es imprescindible su papel. Ahí están los festivales de coros, de música antigua, de rock, de rap, de son, de trova. Son varios y cobran importancia cada día. Los trovadores logran tener un poco de prensa en festivales como el Longina, el Pepe Sánchez o las Romerías de Mayo. Además, se dan en varias partes del país. Si vas al repertorio de un trovador como William Vivanco encontrarás una riqueza tremenda; música haitiana, conga, son. Es un músico que estudia todo el tiempo y eso llega a su trabajo. Ray Fernández hace mucho son y guaracha, en tanto a Kelvis se le sienten las esencias del sucu sucu. Te pongo sólo tres ejemplos de trovadores que han llegado a ser muy reconocidos en Cuba. Hay mucha música en Cuba, aunque los medios y los difusores informales privilegien el reguetón. Hace poco viajé a Varadero con la empresa de ómnibus Viazul, , y colocan esa música y películas dominicanas. Terribles películas dominicanas, con tanta buena música en Cuba. No sé quién les dijo que la gente venía de Canadá a ver esas cosas o a escuchar a Romeo Santos.
Y en ese panorama, ¿qué tal el bolero? ¿Y el jazz?
Me parece que el bolero sigue, todo depende de cómo se trate dentro y fuera. Ciego amor, el bolero de Descemer Bueno y Gema Corredera, muestra bien lo que trato de exponer. De pronto, ese tema era colocado por muchos en varias emisoras, quizá sea por el sabor a victrola de la pieza. Aquí se cometió el error de soslayar a cantantes como Orlando Contreras, Rolando Laserie o Ñico Membiela y la gente terminó deseando esa música. Lo cierto es que con una cuota de tino el bolero se reencontró con un público y enamoró a otros. Eso sí, el bolero se anquilosó. En los festivales Boleros de Oro se trabaja con una sonoridad que no creo tenga relación con lo que los más jóvenes escuchan hoy, y eso aleja el género.
El jazz va por otro camino. Hay figuras que logran insertarse en circuitos internacionales, lo que les permite sobrevivir. Harold López-Nussa, Alfredo Rodríguez Salicio, Dafnis Prieto y muchos otros tienen esa suerte, viven de su música y persisten para suerte nuestra.
La timba se ha estancado, es obvio. Aunque Alexander Abreu trae un nuevo aire. Es un hombre que entiende bien el sonido actual y sabe asimilarlo. Sus propuestas se arriesgan un tanto, pero ese entendimiento del que hablo le ha ayudado a impactar en medio de un reguetón y reparto casi masivo, mientras grupos como La Charanga Habanera han tenido que hacer concesiones casi suicidas a lo que plantearon en un principio.
Alexander Abreu ha sabido adaptar los géneros a un sonido muy personal. Es de lo mejor hoy, no creo que nadie lo dude.
¿Y tus preferencias musicales, con tantas opciones?
Me gusta toda la música auténtica, que proponga cambio y novedad. Pero, sobre todo, la canción pensante, de autor, humana, esa con poesía en su interior.
Ahora una pregunta algo jocosa. Luego de todo lo narrado sobre tus experiencias en los medios… ¿Qué harías si te nombraran al frente de toda la difusión musical del país?
Tomándolo en serio, primero, haría un estudio de los consumos culturales. Luego colocaría en su sitio cada música, en la discoteca, en los restaurantes, en las áreas bailables. Hoy te colocan reguetón en una comida con tu pareja; tengas 20, 40 o 60 años. Creo que trataría de invertir más, arriesgarme más con proyectos jóvenes, aunque sabemos que hay una circunstancia comercial que no permite muchas libertades. Mira, ni Juan Formell logró un verdadero hit internacional, y Formell es Formell. .
Y a futuro, ¿cómo valoras las posibilidades de desarrollo de nuestra música?
En el oriente del país siento un poco de temor. Hay orquestas como Los Karachi, que ni siquiera renuevan el repertorio, viven fosilizados en un tiempo que les permite sobrevivir, y es de las orquestas que más trabaja en la región, junto a Cándido Fabré y La Original de Manzanillo. A eso, suma lo que decía anteriormente. Hay músicos que no cobran en un año y se disgustan, se van a hacer otra cosa. No sé hasta qué punto habrá disminuido la cantidad de agrupaciones, lo que sí veo es que sufren la falta de dinero. Yo quiero tener fe en que llegará buen trabajo y oportunidades para estos creadores. La Conga de los Hoyos, por ejemplo, sobrevive con su trabajo y grabaciones; hasta los trovadores pasan a grabar con ellos; y eso está vivo y se le atiende de algún modo. O sea, que conga hay, y continuará habiendo.
Por otra parte, el Septeto Santiaguero ha ganado un Grammy sin irse de su provincia y la Casa de la Trova le da albergue a una tradición indetenible. Hace un tiempo entrevisté a Elíades Ochoa en el sitio donde nació, la Loma de la Avispa, en Alto Songo. Ahí se abrió su casa como centro para los cantores y el público, y, muy cerca una Casa de la Trova. En fin, hay dolor, pero hay esperanza y talento, y escuelas para formar músicos. Por eso tengo fe en un futuro con música cubana, con boleros y canciones, con rumba y son.
Además, se ha abierto un poco la puerta a los músicos cubanos: Buena Vista Social Club, Orishas, Gente de Zona, Descemer Bueno… Ahí está Chucho Valdés, en fin, creo que si algo tenemos los cubanos es esa música nuestra. No temo decir que en eso sí somos potencia. Tendrías que ir a montes, a sitios como Los Reynaldo, en Songo-La Maya, para escuchar el changüí que hace esa gente, sólo por amor. No graban, no hacen televisión, a veces alguien los lleva a la radio… Y siguen, porque la música es parte de sus vidas, como lo es para muchos de nosotros. Por eso los estaré defendiendo, aunque a veces me traiga dolor. Esa gente trabaja por hacer a los otros felices. Al fin y al cabo, las penas… son tantas que se atropellan.
*La versión original de esta entrevista apareció en el libro Todo por amor a la música cubana, Amazon Publishing, 2020.