
Emanuele Quaranta: dirigir desde lo humano
El idioma español, y el italiano, forman parte de esa pequeña familia llamada lenguas romances, derivadas del latín, siendo justamente de las más similares. Entre ambos, existe una altísima similitud lexical y, más allá de la ciencia, la latinidad de los países que han adoptado tales idiomas se hace evidente en la forma de comunicar: la gestualidad va a la par del lenguaje. Gracias a esto la barrera idiomática entre un italiano y un cubano no es tan grave y permite, mezclándolo con un inglés algo rudimentario, establecer una amena conversación e, incluso, atreverse a hacer una entrevista.
Inaugurando el programa del Festival Habana Clásica, justo en la nota primera, nos topamos con la batuta del joven director italiano Emanuele Quaranta. Casi a punto de empezar los ensayos para su próxima presentación, con el entusiasmo de quien se sabe parte de un programa especial, acepta una cita y un café bajo el sol matinal de la Plaza Vieja, para hablar un poco de su paso por nuestros escenarios.
Ha venido a Cuba como director de orquesta, sin embargo, es usted graduado de trombón como instrumento principal que, además, le ha reservado sus mayores éxitos. ¿Dónde estudió? ¿Quiénes han sido sus mentores?
Brescia es mi ciudad natal, una pequeña ciudad al norte de Italia, de aires medievales, a los pies del Monte Maddalena. Mis estudios elementales los culminé allí en 2009, en el Conservatorio Luca Marenzio, bajo la dirección del maestro Guido Delmonte. Comencé mi carrera orquestal y como solista incluso antes, colaborando con orquestas italianas y francesas: Orquesta de Padua, Juvenil Mediterránea de Francia, Filarmónica italiana, etc. Así fui complementando mis estudios básicos con algunos más especializados, bajo la tutela de instrumentistas ya reconocidos como Christian Lindberg, extraordinario trombonista clásico, Michel Becquet, Joseph Alessi entre otros muchos.
Luego de graduado fui admitido en el Conservatoire à Rayonnement Régional de París, donde estudié par de años con Jacques Mauger, un gran académico del trombón, pedagogo y solista de importantes orquestas, ex primer trombón de la Ópera de París, con una relevante carrera concertística. También estuve algún tiempo bajo la guía de Ian Bousfield, primer trombón de la London Symphony Orchestra y la Filarmónica de Viena.

Emanuele Quaranta. Foto: Fabrizio Sansoni.
Sin embargo, el trombón estará ausente de los conciertos en Cuba.
Sí, he venido solo en el papel de director de orquesta. Al menos por esta vez.
Esta derivación a la dirección, ¿vino con el tiempo o siempre estuvo planificada?
Siempre fue el plan. Creo que desde mis estudios elementales de trombón, la idea era derivar en la dirección. Es lo que prefiero, en realidad. Encontré el momento justo luego de tantos estudios especializados en trombón, incluso ejerciendo como docente o como fundador de mi propia Brass Band, Mascoulisse Quartet, que con mucha pena he ido dejando atrás para adentrarme en mis más recientes estudios. Tal vez ha sido mi método para buscar una forma más humanista de pensar la música. Cuando ya me supe necesitado de cambiar el rumbo de lo que había hecho por décadas, dejé el trombón para encaminarme hacia la dirección orquestal. Sabía que era una especialidad que requería una alta disciplina, muchas horas de estudio, y la más plena dedicación.
Me fui entonces a la Accademia Musicale Pescaresse, escuela de alta formación, dirigida por el maestro Donato Renzetti que luego, para sorpresa mía, me dejaría como su asistente en el período de 2019-2020. Después también comenzaría como asistente del maestro Sesto Quatrini, colaborando con él en varios proyectos. De estas asociaciones conozco a Marcos Madrigal y, al recibir la propuesta de venir como director de orquesta al Festival Habana Clásica, coincidiendo con fechas que me eran propicias, decidí llegar a Cuba por primera vez. Y aquí estoy.
¿Tiene alguna opinión elaborada sobre la música cubana?
En cuanto a la música popular, debo decir que aún no. No he tenido la oportunidad de asistir a conciertos donde realmente se pueda distinguir la buena música que, es sabido, se hace en Cuba, de la música que usualmente se usa para atraer al turismo y que pernocta en bares y restaurantes. En cuanto a la música académica, debo decir que en el siglo pasado, hasta la década de los ´80, una orquesta cubana o, en su defecto, un director, podía fungir en las más grandes orquestas de Europa y la paridad sería total. Sin embargo, en la actualidad, me ha sorprendido la gran calidad musical que he encontrado en La Habana aunque con cierto desfase temporal. Tal vez noto como un neoclasicismo, con proyección y técnica extraordinaria, pero aprecio que sería bueno encontrar eso que llamo “voz propia” entre la amplia gama de la música actual. Creo que, tal vez — y es solo una opinión de visitante—, las academias cubanas tendrían que innovar, reinventarse a sí mismas.
Fuera de esto, me he topado con excelentes cubanos, muchos en el extranjero, comenzando por Marcos Madrigal y me gustaría conocer un poco, si es posible, de los espacios habituales de la buena música popular.
La apertura del Festival, la primera pieza del programa, estuvo a su mando. Debo decir que fue la primera vez que vi a un director de orquesta pararse de frente y no de espaldas al público, y aquello despertó mi atención. Luego comprendí que había violas y violines dispuestos en los alrededores de la sala para crear un particular efecto envolvente. Hábleme de la pieza elegida para subir el telón.
Riflessioni sull´Indifferenza, una composición del maestro italiano Nicola Sani quien ha sido elegido, además, como Compositor en Residencia del Festival. Sí, también ha sido bastante nuevo para mí. Es una pieza casi filosófica, creada para ser acompañada por la voz que, con un sentido lírico, entrelaza versos de una gran variedad de poetas, Federico García Lorca, Pablo Neruda y otros. Como el maestro quiso adaptarla para la ocasión, el instrumento elegido fue la flauta, por sus melodías tan similares a la voz humana.
Esta pieza juega un poco con las metamorfosis sonoras, contracciones y distensiones de las notas, la disposición de instrumentos, los silencios. Creo que la mejor metáfora que pudiera usar un italiano es la de la pasta: esta obra es como la masa previa, de sémola mezclada con el resto de ingredientes, a la que se da una forma específica mientras la vas transformando con tu propia mano. En fin, una obra entrañable.

Emanuele Quaranta. Foto: Fabrizio Sansoni.
¿Cómo fue la experiencia de dirigir en la flauta a Niurka González y, claro, a la Orquesta de Cámara Música Eterna?
Tengo la certeza de que esta obra alcanzó el punto más alto de su ejecución gracias a la maestría de Niurka González. No la conocía en persona, no habíamos compartido escenario, pero tenía muy buenas referencias. Y sobre la orquesta del Maestro Guido López-Gavilán, es un lujo poder contar con ellos.
Según he leído, su próxima presentación será el viernes 18, en la Sala Ignacio Cervantes, con un programa complejo que incluye Verdi, Beethoven y Tchaicovsky ejecutados por la Orquesta Juvenil del Conservatorio Amadeo Roldán.
Ciertamente es un programa complejo. Piezas muy diferentes en su espíritu mismo, que, más allá de la dificultad técnica de su ejecución, llevan un entendimiento profundo de sus razones, un sentir particular. Por ejemplo, la tragedia de la pieza de Tchaikovsky, Romeo e Giulietta, sigue la línea de la obra literaria. Fantasía, alternancias de la fuerza típica del compositor y la suavidad romántica de la pieza. Inicia y culmina de forma similar, pero con un espíritu que distingue cada movimiento. Justamente hace unos días conocí a los músicos, muy jóvenes y talentosos. Ya comenzamos los ensayos; la disposición y la curiosidad artística es absoluta.
Además, es una bella sala.
Eso he podido ver. La verdad es que me gusta Cuba, la acogida, la historia que hay detrás de cada plaza, de cada roca. El contraste y la forma en que el espíritu musical ha sobrevivido al tiempo. En la Sala Cervantes será mi segunda y última presentación, al otro día vuelvo a Italia, seguramente con un buen recuerdo.