
Electric jazz-El puente subterráneo / Etián Brebaje Man
El veterano rapero Etián Arnau Lizaire (Brebaje Man) ha vuelto a desplazar de modo juguetón las fronteras de su música. Con el álbum doble Electric jazz-El puente subterráneo (Premio Cubadisco 2021 en la categoría Hip hop y lanzado por Brebaje Man Records), el ex-integrante de Explosión Suprema, uno de los grupos insignia del rap cubano, gana nuevamente la apuesta —que en los inicios de su carrera artística hiciera con un trovador en la ciudad de Alamar— de poder reinventarse una y otra vez.
Si bien debemos ser justos con la memoria y señalar que esta obra engrosa la lista de trabajos precedentes a la hora de utilizar elementos del denominado jazz-rap, street-jazz o hip-bop (estoy pensando, por ejemplo, en Kalmunity y La Revancha de la Manana, de Obsesión, o Llena de amor el mambo y Solar, de Ogguere), una de las ganancias de Electric jazz-El puente subterráneo es la de no ser jazzy, como se le denomina peyorativamente a los discos con un decorado jazzístico, pero sin “sustancia” en el fondo. Un Etián desprejuiciado nos entrega a través de 17 piezas una música con esencia global, donde géneros y estilos como rumba, R&B, blues y hasta música clásica se entremezclan con el jazz en un tono íntimo, sensual. Una suerte de espíritu groove donde no solo se encuentra lo bailable para el cuerpo divertir, sino también una dimensión filosófica. Vale la pena apuntar que este álbum emerge en medio de una pandemia que ha trastocado todo a nivel estructural, y (trabajos de futuros especialistas mediante) algún día sabremos a profundidad cómo la misma ha impactado de modo evolutivo en las conciencias artísticas, más allá de los odios y esterilidades mentales.
De los temas incluidos en el fonograma, La cucaracha biónica deviene apología de estos animales tan temidos y aplastados en la cotidianidad, por ende, un llamado al respeto de cualquier forma de vida en el planeta, y a nuestro actuar responsable en él. Un amigo entrañable me comentó hace tiempo una anécdota interesante acerca del poeta Fayad Jamís, cuando en su casa había salvado de ahogarse —por mediación de una hoja que utilizó— a uno de estos insectos. Quizás el destino teje hilos extraños entre estos dos artistas de la palabra, con oficios y épocas diferentes, en nombre de la sensibilidad. Muy recomendables Cuando uno tiene y Lluvia, canto, piedra. En la primera, a dúo con Papo, se aborda la hegeliana condición del ser humano, muy presente en textos de maestros de ceremonia cubanos. Mientras la escuchaba iba evocando una escena del documental Scratch, en el cual DJ Shadows, uno de los más prestigiosos artistas del turntablism mundial, reflexiona en un almacén repleto casi hasta el techo de vinilos con extraordinaria humildad/reverencia del mismo ante tanto arte precedente, en contraposición a una postura materialista y ególatra. En la segunda, una colaboración con Pana, del grupo Pasión Oscura, es esgrimida la dimensión erótica del flirteo en las parejas, tan propia de las “pastillas” o baladas moñeras. En este sentido, se sigue vislumbrando la inclusión de estilos como el R&B y neosoul en Cuba, que cuentan con exponentes como Sigrid, Danay Suárez, Alejandro Benítez, MRC, Reynaldo Soul González, Kayron Evans, Hanoi Neyra, entre otros. Escuchar a la hija de Etián (de cinco años) en el disco resulta sumamente tierno y reflexivo a la vez. Teniendo como fondo beats tranquilizadores de lo-fi hip hop (guiño irónico y narrativo de la producción musical) y un discurso crítico a través del empleo de una voz infantil, se presume un mensaje que alerta sobre nuestra capacidad política de absorber la incertidumbre y devolverla en términos generacionales. Confieso que luego de escucharla una y otra vez pensé automáticamente en una canción que empezara con Si esta es mi mamá, de Obsesión, y terminara sampleada con Mi hija con 5 años (freestyle), de Etián. ¿Una suerte de regreso a la semilla hiphopera?
Perdona y Campechana del Caribe son dos grandes piezas con tintes de crónica, una dimensión tan propia de la voluntad sociológica del rap latinoamericano y caribeño. Tal pareciera que las voces de Anita Tijoux, Canserbero, Gabilonia, El B, Akapellah, ChocQuibTown, ACRU y muchos otros fluyeran a través de Etián, convertido ya en una suerte de médium que escupe rimas fustigantes como látigos de seda. En Carmen dietética, a dúo con Kervin Barreto, el entrecruzamiento de ambientes sonoros electrónicos con un poderoso instrumento de viento como protagonista nos conduce a territorios insospechados donde es notable la influencia de espíritus sonoros como Herbie Hancock, Nujabes y Masego, mientras que Santiago de Cuba y Silantro adormecido devienen sangre, verso negro y español, sexo, narrativas de resistencia, congruencia, ajiaco musical.
Disfruté mucho Los juanetes, con Julito Padrón, Papo y Cheloman. No porque aborde precisamente el universo del streetwear como uno de los elementos distintivos de la cultura hip hop, sino más bien por su narrativa de canto fiel a los sujetos subalternos y sus microhistorias. En Mamá Juana (junto al dominicano Marcos Medrano) contemplamos a un Etián intérprete de blues muy convincente, recordándonos no sólo que los raperos provienen de una raíz socio-histórica profunda, desde los lejanos campos de algodón y entertainers del jazz hasta el avant-hop oscuro y residual, sino que también existe una Cuba que se enriquece siempre a través de consumos culturales heterogéneos. O muchas Cubas.
La mosca muerta cierra el álbum —una auténtica gozada creativa, que nos hace entender nuevamente por qué Cuba es un imperio musical—, teniendo como invitados a grandes figuras del panorama sonoro como Roberto Carcassés, Julio Padrón, Oliver Valdés, entre otros, al tiempo que el diseño gráfico sea en blanco y negro dual (yin y yang) y aparezca la representación de uno de los artilugios comunicativos de los orishas. Electric jazz-El Puente subterráneo produce el mismo efecto que cuando agarras un caracol en la arena y escuchas su sonido: sientes el mar, el fluir de las cosas, la muerte y la vida danzando su infinitud, el universo…