
El Saratoga: también la música
Cuando el Paseo del Prado era la arteria principal de la capital cubana, La Marquesina del hotel Saratoga era el sitio más popular, concurrido y hasta emblemático, frecuentado por igual por habaneros y turistas que sabían apreciar desde allí lo que sus ojos percibían como la postal más real y preciosa de la capital cubana. La música siempre acompañó esas miradas avivadas por sones, danzones, guarachas, boleros, en voces e instrumentos que hoy son venerados; pero entonces, no eran más que hombres y mujeres aferrados a una pasión y a un modo de vivir y de subsistir, y en ello La Marquesina fue escenario y camino, y así ha permanecido en el recuerdo y el anecdotario de nuestros músicos.
Desde los años 30 se asumía a aquella elegante carpa de hierro y con toldos de tejidos resistentes como parte de los llamados Aires Libres del Prado, que discurrían en el ala este, desde el propio Saratoga, en Prado y Dragones, hasta la esquina de Prado y San José. La Marquesina era, junto a las terracitas o aires libres del hotel Pasaje y El Dorado, uno de los sitios más atractivos y concurridos que aseguró su lugar en la historia citadina de la música popular cubana.
La famosa y elegante terraza techada discurría en la zona exterior del hotel Saratoga, con mesas y cómodas sillas de mimbre y ratán, y ventanales de cristal que permitían el paso de la brisa con olor a mar, ofreciendo una vista única al monumental edificio del recién inaugurado Capitolio Nacional, al Parque de la Fraternidad, y un poco más distante, a la Fuente de la India.
La edificación construida en 1888 por el comerciante santanderino Gregorio Palacios, se destina inicialmente a viviendas y establecimientos mercantiles; en 1911 se convierte en el hotel Alcázar y finalmente en 1933, en el flamante hotel Saratoga, ahora desplazado de su anterior ubicación en la calle Monte, donde hoy resisten las ruinas del hotel Isla de Cuba. El nuevo hotel llama de inmediato la atención de la prensa, que comienza a hablar de La Marquesina del Saratoga como un sitio de reuniones sociales, buena mesa y mejor música.
El son continúa viviendo muy buenos momentos, el formato de septeto ya en auge da fe de la evolución del género y coexiste con los danzones y fox-trots, presentes en los repertorios de todas las orquestas que se preciaran de ser competitivas en espacios públicos.

La Marquesina del hotel Saratoga en los años 30.
La Marquesina del Saratoga es un espacio seguro para numerosas agrupaciones musicales; sus gestores saben del gran atractivo que representa la música sobre todo para los turistas norteamericanos que la frecuentan, al percibir que allí se sentía el pulso y se escuchaba el sonido de una Habana real y amable. Nunca tuvieron reparos en presentar a músicos emergentes, por ello el creciente movimiento de orquestas femeninas tuvo en Los Aires Libres del Prado, una verdadera plataforma de lanzamiento.
Ese fue uno de los lugares donde primero actuaron las míticas hermanas Castro Zaldarriaga, cuando formaron el septeto, y luego el conjunto y la orquesta bajo el nombre ya legendario de Anacaona. Entre sus primeras integrantes descollaba la voz de Graciela Pérez Grillo, la gran Graciela, que después haría época en Nueva York, con Machito y sus Afrocubans, la jazz-band formada por su hermano Frank Grillo, Machito y por el genial Mario Bauzá.
En los aires libres del Saratoga y del hotel Pasaje, las chicas de Anacaona se hicieron muy populares, pero sobre todo visibles: allí las vieron empresarios y promotores que tradujeron en favorables contratos la buena impresión causada por las chinas-mulatas Castro Zaldarriaga, con sus voces e instrumentos. Para ellas se hizo una tradición volver a presentarse en La Marquesina del Saratoga, cada vez que regresaban de una gira internacional. Pero no fue solo la Anacaona: otras orquestas femeninas vivieron allí muchos de sus mejores momentos: Ensueño, de la violinista Guillermina Foyo; la Renovación, dirigida por Carmen Franco y Rita María Rivero como cantante principal; las orquestas Hermanas Álvarez (inicialmente llamada Orbe), Hermanas González y Hermanas Mesquida —donde cantaba Mercy Mesquida, madre de nuestro gran Leo Brouwer—, entre otras. Definitivamente, ese sitio fue importante para el desarrollo del movimiento de orquestas femeninas de la época.
Con impacto en la cinematografía nacional, en 1938 bajo La Marquesina del Saratoga se graban importantes secuencias de la película El Romance del Palmar, dirigida por Ramón Peón, la más significativa en la filmografía de Rita Montaner. Es allí donde canta su insuperable versión de El Manisero, acompañada en la escena por la orquesta Hermanas Álvarez. Otros momentos de la cinta, como la divertida estampa de los dos chinitos vendedores de maní, también fueron filmados en este legendario sitio, que a esas alturas, el Diario de la Marina, en un hiperbólico ejercicio de orgullo patrio, no vacilaba en calificar, al hablar de terrazas y marquesinas, como “la mayor del mundo”.

Fotograma de El Romance del Palmar que muestra a la orquesta Hermanas Álvarez en La Marquesina del hotel Saratoga.
En la década del 40, La Marquesina del Saratoga seguía siendo una de las grandes atracciones de La Habana nocturna, un punto donde coincidían músicos, artistas, poetas, periodistas, empresarios, bohemios y advenedizos, en animadas tertulias o enardecidos debates sobre la actualidad. Para 1946, allí se había instalado el Estudio Cristal, desde el cual transmitían sus programas diversas radioemisoras, con las actuaciones de solistas, orquestas y conjuntos que animaban las tardes y noches del popular sitio. Entre los primeros que allí actuaron están Orlando Guerra, Cascarita; Vilma Valle, Raúl del Castillo, Obdulia Breijo, Rodolfo Hoyos, y muchos otros. Un pianista acompañante siempre estaba listo entre los contratados, destacándose Candito Ruiz y Francisco Melero.
En el Estudio Cristal actuaron el legendario Trío Matamoros —transmutado a veces en septeto o conjunto, según el caso— y el afamado Conjunto Casino, dirigido por Roberto Espí. En los años finales de la década, el Casino actuó cada noche durante varias temporadas en La Marquesina del Saratoga. Eran tiempos en que, en su nómina, figuraba el gran percusionista Carlos Patato Valdés, quien también hizo sonar sus cueros bajo La Marquesina del afamado hotel cubano.
Era tal la popularidad de los espacios musicales que se transmitían por CMQ, Radio García Serra y otra emisoras desde La Marquesina del Saratoga, que quedó asociada a uno de los momentos históricamente más persistentes de la cotidianeidad habanera: el cañonazo de las nueve, cuyo estampido era transmitido, en singular iniciativa, por las ondas de CMCU, la muy popular emisora Radio García Serra. Minutos antes de dar la hora, el locutor, Manolo Ortega anunciaba: “Después del cañonazo pasaremos al show que se ofrece desde La Marquesina del hotel Saratoga”. Y el espectáculo llegaba a los hogares habaneros a través de la radio.
Pero no todo fue son, guaracha y fox-trot, el jazz también tuvo presencia allí y nada menos que de la mano del gran Chico O’Farrill. Con el oído atento a las innovaciones que transcurrían en los ambientes jazzísticos de Estados Unidos, O’Farrill creó en 1947 el grupo Los Beboppers, uno de las primeras formaciones de pequeño formato con las que, curiosa y tempranamente, el bebop impactó entre los músicos cubanos. Por esas fechas Los Beboppers tocaban a diario en La Marquesina y entonces eran, además, Gustavo Mas (saxo tenor), Edilberto “Eddy” Escrich (saxo alto), René Urbino (piano), Enrique Kiki Hernández (contrabajo), Daniel Pérez (batería) y Chico O’Farrill en la trompeta y la dirección.
Un hecho ocurrido en el Saratoga unió a Bebo Valdés y a Benny Moré: el encuentro que culminó con la incorporación en 1952 del Bárbaro del Ritmo a la legendaria súper jazz-band formada por Bebo para estrenar su ritmo batanga, ocurre también en la Marquesina del Saratoga. Así lo contó el periodista e investigador Zenobio Faget en el libro Benny Moré sin fronteras: “Una noche calurosa del mes de julio, cuando sentados en una de las mesas del aire libre del hotel Saratoga, Ibrahim Urbino y Francisco Gutiérrez, le contaron a Bebo Valdés que Benny [Moré] estaba en La Habana buscando trabajo, el compositor primero pensó que era una broma, pero una vez convencido de que la noticia era cierta, llegó a la conclusión de que había ocurrido un milagro de la Divina Providencia, porque ese era el cantante que había soñado para su orquesta”. Así, Benny Moré debutó con la orquesta del batanga el 1 de agosto de 1952 en el estudio de la RHC Cadena Azul, en la antesala de lo que sería la creación de su Banda Gigante —inspirada en la jazz band de Bebo— y su paso arrollador por la escena musical cubana.
La huella de Los Aires Libres del Prado y, en particular, de La Marquesina del Saratoga quedó en la memoria colectiva de los habaneros y de los cubanos de todas partes como sitio referencial de centralidad, lugar de concurrencia abierta, para compartir, siempre con una cerveza fría, algo para picar y la música cubana como acompañante predilecta. La Marquesina del Saratoga desapareció, Los Aires Libres ya no eran lo que fueron, pero en la segunda mitad del siglo XX Los Paragüitas de Prado ocuparon su lugar geográfico y pretendieron, en mi opinión, sin éxito, emular los años de gloria de la acera que discurre frente al Capitolio Nacional.
Un excelente artículo que ilustra magistralmente una parte importante de nuestra historia musica cubana. Infinitas gracias Rosa por la excelencia documental que nos regalas en estas lineas, un abrazo desde las filas de Anacaona.
Excelente trabajo. Gracias, Rosa.
No será por estudios pero si eres una excelente musicologa por dedicación
Gracias Rosa por este escrito acerca de ese legendario hotel que ojala no lo dejen perder. Tu investigacion, llena de informacion precisa con las Anacaona, Ensueño y otras orquestas femeninas asi como la filmacion de la pelicula con Rita Montaner, la actuacion del Conjunto Casino, el jazz, Chico O´Farrill, Bebo Valdes, Beny More es admirable y consolida tu ya bien ganada reputacion de una de las personas con mayor conocimiento de la musica cubana. Felicitaciones