
El guateque
Ven acá, Rufina mía,
Prenda de mi corazón,
Que esta noche hay diversión,
Algazara y alegría.
Cese la melancolía,
Que esta es noche de gozar,
Tenga término el pesar,
No haya disgusto ni pena,
Que ya el tiplecillo suena
Y nos convida a bailar.
La gente con buena idea
A este sitio se encamina,
Porque el baile la domina,
Y divertirse desea.
Mi corazón se recrea
Viendo tanta animación,
Y siento tal emoción,
En esta noche galana,
Que bendigo esta cubana
Y campestre diversión.
¿Tú no oyes del tiplecillo
Ese tiqui-tiqui-tun,
La algazara y el run-run
Que forma alegre el corrillo?
Aquí canta un guajirillo,
Más allá baila una indiana,
Acá un viejo y una anciana
Ríen a más no poder,
Y todo es dicha y placer
En esta fiesta cubana.
¿No percibe ya tu olfato
En medio de tanto afán,
Del lechón que asando están
El olor sabroso y grato?…
Pronto, mi bien, de aquí a un rato
Antes que el baile se acabe,
Verás lo bien que te sabe
De ese lechón, un bocado,
Con un platanito asado
y un pedazo de casabe.
La mesa será un tonel,
La fuente será una yagua,
Y unas hojas de yamagua
Nos servirán de mantel.
Allí en confuso tropel
Iremos llegando todos,
Y entre los muchos apodos
Que los guajiros se dan,
Por sus novias brindarán
Tocando codos con codos.
Cuando tú bailando estés
Sobre ese suelo que miras,
Envidiarán las guajiras
La soltura de tus pies.
Imitarán más de tres
El juego de tu cintura,
Bendecirán tu hermosura
Con voces descompasadas,
Y entre bravos y palmadas
Lucirás tu frente pura.
Entre el confuso barullo
De la divertida gente,
Te halagarán dulcemente
De la música el murmullo.
Será mi mayor orgullo
El respirar junto a ti,
Y en todos verás allí
Del contento la divisa,
Si enseñas una sonrisa
En tus labios de rubí.
Yo al son del tiple también
Te cantaré sin pretexto
Las décimas que he compuesto,
Para ti, mi dulce bien.
En tu fresca y pura sien,
Pondré una cubana flor
Admiraré tu candor,
Tus divinos labios rojos,
Y me abrazaré en tus ojos
Y me encenderé en tu amor.
Yo te juro hablar de aquellas
Horas de dúlcida calma,
En que bajo de una palma
Contábamos las estrellas.
Horas en que mis querellas
Arrullaron tus oídos,
Dulces momentos perdidos
Que recuerdo sin cesar,
Cuando logré fascinar
De dulce amor tus sentidos.
Te hablaré de aquellos días
Donde enamorada tú
A la sombra del bambú
Tus contentos bendecías.
Horas en que repetías
Junto a mí tu juramento,
En que oíste el dulce acento
Del melodioso sinsonte,
Y allá en la cumbre del monte
El sordo rumor del viento.
Ven, indiana encantadora,
Que ya es tiempo de empezar,
Y esta fiesta ha de durar
Hasta que raye la aurora.
Ven a bailar desde ahora
Hasta que sea de mañana,
Y al terminar la jarana
Diremos juntos los dos:
¡Viva esta tierra de Dios!
¡Viva esta fiesta cubana!