
El Espejo/ El Noro y Primera Clase
La mejor salsa del mundo se hace en Cuba. Hace años, quizás desde que nació el género. Llámele timba, songo; póngale el nombre que quiera, pero la mejor —con distancia— la producen músicos cubanos. Es una opinión, claro. Podría argumentarla diciendo que la complejidad y originalidad armónica son mayores a cualquier otra, hablarle del empaste sin igual de las orquestas, del uso mucho más rico de la percusión o de la trascendencia de los metales en la rítmica. Pero la música es como el amor. Se siente intensamente y si tratas de explicarlo tal vez se desdibuje.
(Mundialmente es más conocida la salsa que se produce en Puerto Rico o en Nueva York. El mercado domina este mundo. El dinero, la publicidad, las súper producciones dibujan ilusiones de colores en el aire, eso no es nuevo).
El tema es que hace unos años la salsa cubana estuvo brevemente en peligro. La arremetida reguetonera, con sus ritmos simples y repetitivos pero sumamente pegajosos, y las exigencias de un mercado globalizado que tomaba cada vez más fuerza, nos hizo temer lo peor. Algunas orquestas de salsa empezaron a meter reguetón en su repertorio y otras se convirtieron directamente al género de moda.
Entonces, desde la bruma, emergieron varios de nuestros mejores jinetes y dijeron: un momento, compañeros, aquí se va a dar pelea. Alexander Abreu alertó en Mi música con aquello de que “los salseros de mi Cuba se maltratan, vendiendo mi música por ahí a tres quilos, bien barata”; y El Noro, cuando todavía cantaba en la orquesta del maestro César Pedroso (Pupy, el hijo de Nené), bajó la línea a seguir a través de un tema que fue bandera y guía en esa batalla: La Preferencia. Allí se dijo alto y claro que la cosa iba en serio. “Tranquilos, rumberos, que la vamos a defender”. Y más adelante, en esa misma canción: “Benny, camina confia’o, que estamos enteros”. Ya hablarle de frente al Bárbaro del Ritmo son palabras mayores. Yo le creí y estuve bien. Estaban enteros y más. En la pelea otras orquestas hicieron lo suyo, por supuesto, como también lo hicieron los programas de televisión, festivales y eventos.
El Noro es uno de nuestros mejores guerreros. Su nombre completo es Norisley Valladares y ha peleado duro en la batalla de la timba de calidad contra el mundo. Primero como cantante de Pupy y los que Son Son y, a partir del 2013, con Primera Clase, su orquesta. En 2015 debutó con Sin escalas, un disco de gran nivel y, creo, poco reconocido en Cuba.

Portada del álbum El Espejo, de El Noro y Primera Clase.
Hace unos meses vio la luz El Espejo, segundo álbum de Primera Clase. El Noro y su banda demostraron otra vez que se puede hacer timba de alto voltaje. Que se puede hacer buena música y, también, letras que contengan el lenguaje popular y sus lógicas, sin necesidad de ser groseras, ni machistas, ni homofóbicas. Que, como dicen Los Van Van, “sí se puede bailar de todo, sin ser tan burdo ni chabacán”. Así que no me cambies la emisora.
El Espejo trae 11 temas para disfrutar, para cocinar, para hacer ejercicios, para aliviarnos un poco de esta locura de la pandemia, pero todo lo anterior bailando, porque cuando escuchas el fonograma “lo que te viene pa’ encima es un terremoto, un huracán”. Buenos arreglos musicales, excelente factura y la bomba que le pone a la interpretación el hombre de los “pelos parados”.
Esta última cualidad es para mí esencial para que una banda de timba suene bien. Primero tiene que estar lo técnico, por supuesto: los instrumentos correctamente tocados, los arreglos bien hechos, la mezcla limpia, la composición original, pero si el/la cantante no saca el corazón del pecho cada vez que coge el micrófono, es una buena música de fondo. Quien canta tiene que salir al escenario o al estudio como si se lo fuera a comer entero, con cortinas y todo. Esa energía la derrocha Norisley y se desborda en este CD cuando lo escuchas. Y así lo advierte en el primer tema, Tampoco así, cuando dice: “a los que piensan que no tengo el argumento, que soy un fósforo blanco y que la rumba no es pa’ mí, hoy vengo a decirles la verdad: de la guerra soy, aprendí en la guerra”.
Como me pasa con los discos que me conquistan, cada semana es un tema distinto el que más me gusta. Empecé enamorado de la segunda canción del álbum, Las Vecinas. Temazo. Con un tumba´o original que te marca la forma de caminar. Por ahí se puede seguir tema por tema, semana por semana.
Mención especial quizás merece la penúltima canción, Ciudad Maravilla. Un tema dedicado a La Habana. Uno más. (Me pregunto si alguna ciudad del mundo tendrá más canciones dedicadas que la capital cubana). El track cuenta con la participación de lujo de Rolando Luna en el piano. Además de que el tema es hermoso, tiene una peculiaridad: en el disco aparece una versión muy distinta a otra que grabó hace un par de años. Una versión mejor. Las dos tienen un swing y una fuerza espectacular. Primero me molestó no escuchar la que ya conocía y había disfrutado decenas de veces, pero después me empezó a gustar esta, y cada vez que la oigo me dan ganas de arrancar para el aeropuerto y hacer lo que sugiere uno de los coros: “date una vuelta, date un vueltazo, que el cariño de mi gente no se ve en documentales (…) San Cristóbal de la Habana, ábreme paso”.
Por último quería hablarles de un tema sensible. El Noro tiene poderes. Cuando aún tocaba con Pupy, nos enteramos de que era reversible (“esto le gusta a usted, lo mismo al derecho que al revés”). En aquel caso compartía esa habilidad con Pupy y todo los que Son Son. Ahora en el tema Me prendo sin candela nos enteramos de que el cantante es inflamable (“yo no tengo la culpa de ser inflamable, me voy a candelear pa’ que la gente hable”). ¿De cuál poder nos enteraremos en el próximo disco? No tengo ni idea, pero seguro hay más. Vamos a ver. Ojalá que no haya que esperar mucho.
SIn dudas tremendo disco, de timba dura como dicen por ahi… El noro espectacular en todos los temas, dime algo de la interpretación en el tema Me equivoqé, saludos