
El club de los poetas del barrio / Ald2 El Aldeano & Silvito El Libre
Una chiquilla va escuchando Héroes en el P3, con el móvil en la oreja. Aldo y Silvito le cuentan, por ejemplo, que el chofer de este ómnibus madruga para comprarle zapatos a su hijo, que cualquiera de los que viaja aquí perdió un primo en altamar, y ella asiente al ritmo con la cabeza, aprieta los ojos.
Si tiene los 15 años que aparenta, la chica debe haber tenido cuatro cuando apareció ese disco que escucha, Los Caballeros, en 2009. Entonces Los Aldeanos estaban en auge, armaban su leyenda en clubes como el Karachi y el Barbaram y Silvito había entrado al panorama underground de la ciudad con Conceptos & Principios (2008), buen álbum producido por él mismo.
Aldo y Silvio siempre tuvieron química, velocidad, enfoques similares. Terminaron un tema para La Comisión Depuradora y luego soltaron Los Caballeros, 17 canciones tan poderosas que casi 11 años después siguen hablando por miles de cubanos, que siguen escuchándolas como quien mira una fotografía o como quien lee el periódico.
Cada cual tiene una misión en el mundo. Aldo y Silvito ya cumplieron la suya.
En septiembre pasado anunciaron en sus redes sociales El club de los poetas del barrio, su tercer LP juntos, previsto para finales de diciembre. “Lógicamente, por la situación que está pasando nuestro país, va a tener temática política, pero también es más espiritual”, advirtió El Aldeano.

Portada del álbum El club de los poetas del barrio.
Lo único político que hay en el disco es Diazka, que habían soltado en julio (“tu comunismo es una mierda”, “el 349 me lo paso por el pene”), donde aprovechan para llamar singao al presidente Miguel Díaz-Canel; y Rutina, cuatro minutos de rimas predecibles donde otra vez pelean con la PNR, desde Tampa. El resto es rap ególatra. Y romántico.
“Lo principal es estar conformes con lo que hicimos y vacilarlo nosotros antes de que lo vacile otra gente”, afirmó Silvio. El Libre ha madurado. Rapea más cómodo que nunca antes. Aunque años atrás, cuando aparecía en el Karachi en chancletas y nadie sabía quién era, hacía letras más recalcitrantes y lloraba soltándolas: era más real. (Es triste que Silvito haya colgado videos en Facebook donde recita textos más métricos y potentes que los de El club…).
Aldo canta los coros y mantiene el flow vacío de hace años.
Se ve que se divierten. Quieren seguir siendo la voz de Cuba, pero lucen desenchufados de Cuba. El rap les sale natural y fácil como respirar.
Excepto en el Intro repiten estructuras: rapea uno – coro – rapea el otro – coro (a veces añaden coro al principio). Musicalmente suena noventero, tradicional, sin otra floritura que la guitarra de Raymond Daniel en un elegante solo. La producción corrió a cargo de ellos mismos; tres beats del colombiano Avenc Rec y uno del español Venenomalo.
Después de El club… siguen sacando temas: Parar el tiempo, pasional, casi cursi; Llorando sangre, otra cancioncita contra el gobierno; La muerte de Chucky, contra Osmani García y su repertorio de ofensas…
“Ha pasado mucho tiempo y la música sigue siendo lo que nos salva, sigue siendo el escape para todo”, dijo Aldo.
“(El club…) son canciones de ahora, con toda esa experiencia acumulada”, dijo Silvito.
El club… es eso: tiempo. Dos buenos raperos envejeciendo, que tienen poco qué hacer en la vida más que canciones y pasarla bien.