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El arte perdido de escuchar – Vol. 5: El manifiesto de The Song Sommelier

En estos tiempos de aislamiento y reconfiguración (quién sabe si definitiva) de nuestro sistema de relaciones producto de la COVID-19, Keith Jopling, fundador del sitio de curaduría de playlists The Song Sommelier, ha publicado en colaboración con la agencia dlmdd una serie de reflexiones bajo el nombre The Lost Art of Listening (El arte perdido de escuchar), en las que examina el papel de la música y la escucha en nuestras vidas (entendiendo la escucha como el ejercicio de oír atenta y conscientemente la música), y cómo el impacto de esta pandemia global puede remodelar de manera permanente los oídos y mentes de las audiencias a lo largo y ancho del planeta. Nos complace compartir con ustedes —martes y jueves, durante las próximas tres semanas— esta provocadora colección de ensayos traducidos al español, con el permiso de su autor.

(Si quieres leer el volumen 4, pincha acá)

El arte perdido de escuchar – Vol. 5: El manifiesto de The Song Sommelier

Me inspiré para escribir algo sobre la música moderna y cómo la era del streaming la ha cambiado radicalmente. Pero otros antes de mí ya lo han escrito mejor. La pieza de Rachel Ament en Paris Review, How To Really Listen To Music (que no es tan evangelizante como sugiere el título) fue un resumen de primer nivel sobre los trabajos académicos de otros, que se han centrado en cómo ampliar la mente a nuevos géneros, y enforcarse en aspectos específicos de la música (ritmo, letra, melodía). Es un excelente resumen que te hará pensar en lo placentera que es la música, si por un momento nos detenemos a disfrutarla realmente.

También he estado trabajando con los libros de Dave Hepworth, particular en A Fabulous Creation, que es un emocionante viaje a través de los años dorados de los LP, comenzando con el Sgt. Pepper de The Beatles y “terminando” con Thriller. Es un libro lleno de sabiduría y apreciaciones sobre cómo cambian las tendencias culturales, empujadas o embestidas por los cambios en la tecnología de un producto que puede desbloquear la demanda latente y darnos nuevas formas de consumo. En el caso de los LP, la tecnología permitió a los consumidores identificarse con el artista como creadores de verdaderas obras complejas. Antes de esto todo trataba sobre la canción individual.

En la industria de la música, sobran las reflexiones acerca de los efectos disruptivos del streaming, sin embargo, aun cuando el streaming ha contribuido poco, ha logrado cerrar el ciclo. Una vez más la canción vuelve a ser el centro, como lo fue en los años anteriores a que en 1948 Columbia Records creara por primera vez el LP. Lo que ha hecho el streaming es escalar el volumen de grabaciones hasta el infinito. Con acceso a todo, estamos mimados y borrachos. Ese es el desafío para los artistas y aquellos que trabajan con ellos y en su nombre. En toda esta abundancia, ¿cómo puede importar realmente mi trabajo? Y para nosotros los fanáticos, ¿a quién debemos realmente seguir?

No me malinterpreten, este es el mejor momento de la historia para ser fanático de la música en muchos, muchos sentidos. Sin embargo, casi todas las personas con las que hablo sobre esto tienen “algunos problemas” con su relación actual con la música. Algunos sienten que no están descubriendo suficientes cosas nuevas, incluso en estos días de recomendaciones algorítmicas personalizadas. Otros sienten que se están perdiendo la familiaridad necesaria para disfrutar profundamente de la música, que después de todo requiere la repetición como una parte crítica del proceso. Principalmente, queremos contexto y queremos conexión, necesitamos la razón para escuchar.

Estos son tiempos buenos y malos para la música, un punto crucial en su historia, nada menos. Hay una entrada libre en la industria de la música para los artistas. Un acceso sin precedentes a toda la música para los oyentes. Préstamos bancarios disponibles para sellos y editoras. Enormes valoraciones de las distribuidoras de música. Pero como contraste a eso existe una baja remuneración para la gran mayoría de los artistas, y ni hablemos para los compositores. Una crisis del periodismo musical. Una crisis de la salud mental de los músicos, incluso entre los más rankeados. En el mejor de los casos, un ecosistema contradictorio, en el peor de los casos, disfuncional. Hay una crisis inminente cuando se trata del valor de la música.

La solución, amigos, es el manifiesto de la música.

Creemos que eso es lo que aportan los artistas musicales cuando dan lo mejor de sí. Trabajan para un manifiesto. Toma a Harry Styles. Nos parece que tiene un manifiesto. Procedente de la boy band más grande del mundo, está elaborando meticulosamente una música pop inspirada en unos días pasados cuando los éxitos y los álbumes importaban y la música podía atraer a todos los miembros del hogar. Cuando la música pop realmente floreció. Angel Olsen tiene un manifiesto. Ella está remodelando el papel del trovador. Sam Fender tiene un manifiesto. Él está trayendo de vuelta la clásica música rock de cuello azul. Charli XCX tiene un manifiesto. Ella está llevando la música pop de vuelta al futuro (específicamente a 1999). The 1975 tiene un manifiesto. Ellos están aprovechando los años 80 en los que el pop mezclaba melodías de manera experimental, pero empacando la música con mensajes relevantes en este momento.

Creo que se hacen una idea.

Creemos que los sellos deberían tener un manifiesto. Y las plataformas de streaming. Y las estaciones de radio. Y las revistas de música. Creemos que los oyentes también deberían hacerlo. Cada uno de nosotros necesita su propia forma de lidiar con el asalto a nuestros sentidos, la tiranía de la elección y la variedad interminable, sin tener por defecto «1000 álbumes para escuchar antes de morir» o «Canciones para cantar en la ducha». ¡Nunca los superaremos de todos modos! Y además, ¡debemos tomar duchas frías!

Es por eso que hemos escrito nuestro propio manifiesto para The Song Sommelier. Puedes leerlo más abajo. No es demasiado grandilocuente ni nada de eso. Lo basamos en algunos principios modestos: las leyes del universo, básicamente, tres de ellas: Orden, Intercambio y Lugar.

En términos de Orden, queremos explorar mejor el linaje de la música. Evitamos la noción de nueva música vs. catálogo. Nuestras listas de reproducción presentan a los aprendices, algunos de ellos prodigiosos, otros simplemente novatos con el potencial de ser geniales, y al mismo tiempo a los maestros, algunos todavía con nosotros, otros desaparecidos. Algunos se retiraron y otros experimentaron otro pico creativo.

En relación al Intercambio, queremos fomentar un diálogo de iguales entre artistas con un legado y aquellos que comienzan en la vida. ¿Qué pueden aprender unos de otros y qué pueden generar que sea nuevo y emocionante de este diálogo? ¿Cómo deberíamos los fanáticos interpretarlo y disfrutarlo?

Cuando nos referimos a Lugar, de lo que hablamos es de contexto. Las historias detrás de las canciones, álbumes y listas de reproducción desde el punto de vista del oyente. Y desde el punto de vista de los creadores, ¿dónde ven su propio lugar? ¿Qué representa la música de guitarra en el panorama musical actual? ¿De dónde vino, emergió, floreció y luego se desvaneció una escena, solo para revivir siempre de alguna forma? Queremos presentar estas historias para contextualizar la música siempre que sea posible. Para citar a Zane Lowe: «No se trata tanto de cuándo escuchas, sino de cómo escuchas».

Nuestro manifiesto es que la música es como el buen vino. Siempre es mejor cuando se descubre a través de una recomendación personal o a través de una historia fascinante bien contada. Echamos de menos mirar la portada mientras suenan las canciones y leer acerca de cómo se hizo la música. Por lo tanto, lo juntamos todo en un solo lugar bajo nuestra marca de curaduría The Song Sommelier, a través de ilustraciones originales, notas personales del curador y listas de reproducción que toman tiempo, pensamiento y pasión agrupar (¡aunque no tanto como a los artistas hacer las canciones!). Nuestros eventos y podcasts traerán un nuevo diálogo a la mesa. Pero todo girará alrededor de la música. Dejamos los algoritmos a los robots y nos enfocamos en el arte. Solo queremos traer los valores del vinilo a las listas de reproducción.

¿Te apuntas?

Originalmente publicado en The Song Sommelier 

 

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