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Reseñas Portada del álbum El Alimento. Cortesía del artista. Portada del álbum El Alimento. Cortesía del artista.

El Alimento / Cimafunk

Para Johan Moya Ramis y David Rojas Torres,

por tantas madrugadas de alcohol, literatura y música.

Hace poco menos de un mes, Cimafunk presentó al mundo su segunda producción discográfica, El Alimento (Terapia Productions, 2021). Una placa de 13 canciones sazonada con colaboraciones de lujo que desde la cubierta —con cierto rejuego sitofílico y la apoyatura de la mirada del artista, entre pícara y morbosa— invita a servirnos buena música.

La pieza inicial Funk Aspirin es, al funk, lo que al jazz fue Manteca. La colaboración con el alocado y genial líder de Parliament/Funkadelic deviene suceso histórico de proporciones épicas, aunque no del todo extraño: la música de George Clinton representa la influencia de la Base Naval de Guantánamo y la creación en esa provincia de un Club de Soul que hoy cuenta con más de 200 miembros. La obsesión tecnológica por acceder a emisoras radiales por frecuencia modulada (FM) y consumir una música foránea anhelada. El programa radial Now!, la emisión televisiva Soul Train vista de modo underground, y Estudio 10, consumida de modo oficial. El parlato slang guarachoso de Harry Lewis. Las fiestas mix en los barrios habaneros. Los Hanks, Los Dada (época del 60, 70, 80) con sus versiones de canciones de James Brown, Commodores, War, entre otros. La potencia bailable (debido a sus reformas en la percusión) de orquestas como la Ritmo Oriental, Rumbavana, Los Latinos y la Monumental. Esta última con su cantante líder Arturo Clentón, siendo, como bien apunta el investigador Emir García Meralla: “los primeros músicos en usar zapatos de plataforma y grandes ʽespedrum’ al estilo de las bandas norteamericanas de R&B y Soul”.[1] La Esquina del Jazz en Santa Amalia y su hijo mayor: el Stick. Todo el movimiento generacional de La moña a nivel nacional y el rap contestón / competitivo en los festivales de Alamar.

La música de Cimafunk representa, a su vez, los desechos cósmicos, la psicodelia, el black power. La influencia de Mario Bauzá en la vida de Ella Fitzgerald. El Say it loud! I´am black and proud y el downbeat. Las poderosas Motown y Stax. El irreductible On the one! y los iluminados Pee Wee Ellis, Bootsy Collins, Clyde Stubblefield y Bernie Worrell. El movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos, al tiempo que se creaba en paralelo un producto que permitía articular semióticamente narrativas musicales para crear un mercado del black dollar. El encanto compartido del Chori y Marlon Brando por la percusión. Y, por supuesto, el break beat o The Merry-Go-Round —empleado siempre con un carácter festivo— del jamaiquino DJ Kool Herc, para transmitir a posteriori un patrimonio galáctico que comenzó en la 1520 Sedgwick Avenue del Bronx neoyorquino. Por estas y otras razones Funk Aspirin, con su groove contagioso, nos remite una vez más a la riqueza de los intercambios y préstamos recíprocos entre Cuba y los Estados Unidos en materia cultural.

Para los que quieran guarachar recomiendo los temas Era de sazón y Caramelo. En el primero colabora CeeLo Green, el reconocido cantante de R&B. Con elementos de música disco, soul, funk, rap, pop; las voces de ambos artistas se integran junto a esencias de la EDM en un mosaico exquisito, obligándonos a evocar los tiempos donde la pista era la reina absoluta, ambientada por agrupaciones y solistas como Chic, Santa Esmeralda, Jocelyn Brown y Heatwave, entre otros.

La jerga cimafunkiana no da margen al error a la hora de convidarnos: “Hoy hay fiesta en la cazuela, no te salgas, que te quema” o “Llegó la hora del sazón con funky”. El segundo es una verdadera incitación a mover los cuerpos y cuerpas con un groove picante, muy peculiar. Se trata de una melcochera creativa que nos recuerda en todo momento nuestra pertenencia a ese Caribe diverso que tanto nos ha ofrecido, convirtiéndonos en reinas y reyes de un imperio musical que se resiste a ser ensombrecido cada día. Las canciones que ubico a continuación representan una suerte de trilogía en clave rapera, urbana: La noche, Rómpelo y El reparto. En la primera participan Jason McDermott (Stylo G) y ChocQuibTown. Mientras escuchaba el flow de Jason y la frase de la rapera Goyo: “Esto no es un género, es un movimiento”, me venía a la mente el variopinto panorama de solistas/bandas de funk y rap a nivel latinoamericano. Estoy pensando en Los Tetas, Papanegro, Chancho en Piedra, Eduardo Iniestra (Edifica), Locos por Juana, La Katana Funk, Maderfunker, Migajas, Big Pollo Funk, La Roja Funk, Azul Violeta, Los Rakas, entre otras. Definitivamente La noche es una canción de party pero también de confluencia regional, con mucho de folclor colombiano y dancehall. En Rómpelo, con Lupe Fiasco de invitado, se consigue articular con maestría esa rutina perfecta del jazz, funk y el hijo de ambas: el rap. Siempre es preciso aclarar que cuando se crea la cultura hip hop no es el rap el género musical que viene aparejado con la misma desde sus inicios, era precisamente el funk quien ocupaba ese lugar. El flow de Lupe Fiasco en la canción se desliza cómodo, preciso, recordándonos que los MC siguen siendo guardianes de la oralidad en esta era de Galaxia Gutenberg e hipertextual.

Disfruté la inclusión de una pieza como El reparto, con El Micha y Cimafunk aliados en una suerte de estética gangsta-funk, donde se perciben signos de bandas sonoras de blaxploitation, herencia de nombres indiscutibles como Isaac Hayes, Curtis Mayfield, Bobby Womack, entre otros. En el tema Salvaje, con el virtuosismo de Chucho Valdés y Lester Snell, se nos presenta un Cimafunk que seduce poderosamente con su voz, de un sello indiscutible; como una suerte de tributo a los fabulosos años 50 en nuestro país. Con ambientes cabareteros, radiales, televisivos, publicitarios. Con música de victrola y brechas sociales. En No me alcanza (junto a Los Papines) el scratch (toda una metafísica en sí misma como técnica) se combina con la rumba (otra producción de pensamiento) para legarnos una bella pieza de transculturación y globalización musical.

Las otras creaciones como Esto es Cuba (dignificadora de su Pinar del Río natal), Sal de lo malo (himno generacional a nuestras abuelas), Te quema la bemba, Como te descargo y Estoy pa´ eso, consiguen que este álbum sea gozado a lo grande. Nada de lo anteriormente dicho hubiese sido posible sin la clarividencia y cooperación de ese espíritu musical nombrado Jack Splash, el cual nunca desilusiona a sus públicos y audiencias. Creo que podemos estar de acuerdo con Cimafunk cuando menciona que “el mejor alimento se llama sabiduría”, porque la música no es solo diversión. Es también filosofía que nos alimenta. Y en tal sentido, el artista, con su groove nutritivo y ecléctico, nos ha vuelto a dejar satisfechos.

Escucha El Alimento acá.

[1] Emir Meralla García: Apuntes para un baile inconcluso: Entrevistas a músicos cubanos y otros diretes, La Habana,  Ediciones Cubanas, 2018, p. 261.

Alejandro Zamora Montes Alejandro Zamora Montes Más publicaciones

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  1. Senén Alonso Alum dice:

    Muy buena reseña. Resume, entre géneros y exponentes, el núcleo creativo del disco.
    Secundo lo que dices de la «dignificación» pinareña en «Esto es Cuba», aunque me permito un añadido multiplicador a tus argumentos: el verdadero tema que reivindica, exhibe y descubre el exhotismo vernáculo de Pinar del Río es «El reparto». Cimafunk goza en esta pieza con la enumeración de los barrios marginales (¿marginados?) que tributan a la festividad de su reparto: el Guayabo, la Tirita y el Rancho, mi zona ✌🏻.
    Mi canción preferida del álbum, sin duda.

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