Magazine AM:PM
Publicidad
Entrevistas Dulcila Cañizares. Foto: Cortesía de la entrevistada. Dulcila Cañizares. Foto: Cortesía de la entrevistada.

Dulcila Cañizares: “La verdad ante todo, aunque duela o moleste”

Tuve la suerte de contar con Dulcila como editora de mi libro Cubanos en la música, a inicios de los 90. Trabajar en conjunto me brindó la posibilidad de conocer su amplia diversidad creativa, pasión por la investigación y tremenda laboriosidad. Menuda y dinámica, con un perdurable aire juvenil, los frutos de su trabajo en la historiografía musical de la Isla constituyen un importante legado para la cultura nacional. Al cuestionarla sobre su infancia y el entorno donde creció, recordó que, muchos años atrás, tocar el piano era un adorno para la mujer, aunque solo lo pulsara en la sala de su casa. 

“Por eso mi abuela materna sabía tocar el piano. Mi madre no. Fui la primera nieta, y mi abuela y mi madre decidieron que estudiara música, también como adorno femenino, y aprendí piano, teoría, solfeo, armonía e historia de la música. Por supuesto, el piano solo se escuchó en mi casa. Y cuando comencé a estudiar en la Normal de Kindergarten el tiempo no me alcanzaba para continuar con este y fue quedando en un segundo plano.

“Más adelante, me decidí por la literatura. No he olvidado mis conocimientos musicales, pero lo que me apasiona es investigar sobre música y músicos cubanos, que es lo que he estado haciendo durante años. Iniciar una investigación produce una especie de fiebre, que me cautiva. Y continúo de un libro a otro, sin descansar”.

¿Cómo inicias tu vida profesional, en la escritura o en la edición?

“Empecé, como muchos escritores, en la poesía; con poemas malísimos, por supuesto, y a escondidas, pues me avergonzaba que alguien los leyera. Hasta que un día, más o menos en 1960, conocí inesperadamente a Nicolás Guillén. Leyó una veintena de mis poemas y me dijo que continuara escribiendo, porque era buena. A partir de ese momento me esforcé y continué escribiendo día a día, hasta comenzar a publicar.

“Fui periodista en la revista Cuba e hice también trabajos de edición. Luego pasé al Instituto del Libro como editora, hasta que me jubilé hace unos cuantos años, aunque he continuado realizando encargos de edición alguna que otra vez. He editado obras de Cintio Vitier, Juan Marinello, José Lezama Lima y últimamente obras como Trinidad de Cuba, de Manuel de J. Béquer, y Las Áreas Protegidas de Cuba, de Iroel Ruiz”.

Me resulta  curiosa tu investigación en el tema de Yarini, supuestamente alejado de la música y sobre aspectos quizá un poco tabúes en Cuba, como la prostitución o los chulos y que, sin embargo, ha tenido tan buena receptividad, hasta con puestas en escena.

“Respecto a mi interés por la investigación, fue algo mágico. Cuando estrenaron Réquiem por Yarini, de Carlos Felipe, fui al teatro. Como buena guajira que soy —criada  en Topes de Collantes, en las lomas del Guamuhaya, no sabía quién había sido Yarini, pero en el telón de fondo había enormes páginas de diarios habaneros que anunciaban el atentado al tal personaje, los sucesos que tuvieron lugar y su fallecimiento. Entonces, me enteré de que había existido.

“La obra teatral me pareció muy buena, pero salí entonces del teatro, no sé por qué, con el  convencimiento de que ni él había sido como aparecía en la obra, ni el resto tampoco era del todo cierto. Pero todo quedó ahí. Muchos años después, en enero de 1968, regresaba con mi padre —no recuerdo de dónde— y él enfiló el automóvil por el barrio de San Isidro. Le dije: ʽCaramba, pensar que por aquí caminaba Yarini y estos eran sus predios’. Su respuesta me dejó perpleja: ʽAyer vi la última fotografía de Yarini vivo’. ʽ¿Dónde?’, pregunté. ʽEn casa de Federico Morales’. ʽ¿ Un chulo?’. ʽ¡No! Fue político, un hombre adinerado y decente, que no tuvo nada que ver con la prostitución, pero era amigo de Yarini’. 

“Dos días después mi padre me llevó a casa de don Federico, y me costó que me prestara la fotografía para hacer varias copias. Habló de Yarini y me di cuenta de que decía algunas mentirillas, pero que conocía muy bien su historia. De inmediato le dije que quería escribir un libro sobre su amigo y me respondió que podía contar con todas las entrevistas que necesitara de él. En eso quedamos, pero como yo no sabía absolutamente nada del protagonista de mi investigación decidí buscar en la Biblioteca Nacional José Martí los periódicos de la época, para ambientarme. Hice cientos de fichas a mano, en pequeñas cartulinas  entonces no existían las computadoras, por supuesto, y logré que me prestaran una grabadora. Federico fue muy gentil,  ni recuerdo cuántas entrevistas le hice. Pero eso no bastaba, porque intuía que muchas cosas eran inexactas: él trataba de convertir al chulo de lujo en un hombre que ayudaba a las prostitutas… ¡Oh! ¿Qué era lo imprescindible? Casi tuve que mudarme para el barrio de San Isidro y nunca podré agradecerle lo que merece a mi amigo, mi hermano, el actor Pancho García (Premio Nacional de Teatro 2012), que me cargaba aquella grabadora tan pesada, hasta que Mario Averhoff, director del Archivo Nacional de Cuba, me permitió dejarla bien guardada en el Archivo, lo cual tampoco agradeceré lo suficiente.

“Conocí a personas increíbles, me divertí mucho, y me asombré y entristecí demasiado también. Fue una experiencia extraordinaria. Desarmé y armé el barrio; supe de lugares de la primera década del XX llevada de la mano de un señor que entonces, en los primeros años del pasado siglo, era un muchacho y recordaba qué había en cada calle;  mi amado amigo Carlos López, ya fallecido, iba haciendo croquis, con los que luego, sobre un mapa del barrio  regalo de Juan Pérez de la Riva, coloqué lo que había en cada cuadra: así caminaba por San Isidro desde mi casa. También leí todos los libros que pude encontrar en bibliotecas particulares y públicas sobre la prostitución (reglamentos, memorias de algunos médicos, etcétera); en los archivos Nacional, de la Universidad de La Habana, del Cementerio de Colón, del Regional de Matanzas, de la Academia de Ciencias, de la Catedral matancera y de la parroquia de Nuestra Señora de Monserrate, en La Habana; en la capitalina Sección de Defunciones, Registro Civil del Norte…

“Después determiné solicitarle una entrevista al maestro Gonzalo Roig, para que me hablara acerca de la música que se escuchaba en aquella década. Fueron tres tardes inolvidables con Roig, ya muy viejecito, pero lúcido, y fue la última entrevista grabada de su vida, pues  falleció unos meses después”.

¿Aún puede conseguirse ese libro en Cuba? Según escuché, tu investigación dio paso a una obra teatral…

“Las dos ediciones de San Isidro, 1910. Alberto Yarini y su época (Editorial Letras Cubanas, 2000 y 2006) están agotadas. He terminado una tercera, ampliada, con elementos muy interesantes. Según lo prometido, la publicará Ediciones Boloña. Basándose en ese libro, la camagüeyana Compañía Teatral La Edad de Oro realizó la puesta en escena de la obra Muerto el gallo se acabó la rabia, en 2004. Un año después, el Centro Pro Danza creó el ballet Yarini, con coreografía de Iván Alonso y música de Edesio Alejandro, y también Roberto Perdomo, director del grupo de rock Tesis de Menta, compuso  Yarini”.

En cuanto  a tu labor autoral relativa a la música, ¿por qué escoges a Gonzalo Roig como tema de tu primer libro? Figura sobre la cual has seguido profundizando tantos años después …

“La viuda de Gonzalo Roig, Zoila Salomón, ya fallecida, me pidió que escribiera la biografía del maestro. Debo confesar que detestaba el género biografía, porque el biografiado siempre era un ser sin defectos, adornado solo con virtudes. Le dije a Zoila que aceptaba, si ella convenía en que yo sacara a la luz los defectos de Roig. Ella estuvo de acuerdo y le hice innumerables entrevistas, a los amigos y enemigos de Roig, me llené de su música, que no conocía demasiado; revisé sus documentos y las cartas familiares. Zoila me permitió registrar hasta la última gaveta de aquellos escaparates enormes que ella nunca había abierto, y encontré misterios inesperados. De esas investigaciones surgió la biografía-testimonio Gonzalo Roig (Editorial Letras Cubanas, 1978).

“Varios años después, Zoila me dijo que iba a poner en mis manos la correspondencia íntima de ella y del maestro, para que yo hiciera otro libro. Sabía de la existencia de esa correspondencia y también conocía que ni su hija, Mayra Pastrana Salomón, había leído ni una sola carta. Me fascinó la idea, porque en ese epistolario estarían las claves de muchos misterios y, también, me daría la oportunidad de estudiar y dar a conocer la creatividad de Gonzalo Roig, para lo cual conté con la licenciada Nereida Calvo, psicóloga estelar y hermana de la cantante Ela Calvo.

“Fue un trabajo investigativo muy fuerte; tuve que estudiar mucha Psicología para hacer los análisis correspondientes. También, develé intimidades y sucesos nunca mencionados y bien ocultos. Por supuesto, cuando terminaba cada capítulo, Zoila lo leía en mi casa y discutimos muchas veces, pero al final nos poníamos de acuerdo y quedaba lo que yo había plasmado en el papel. Utilicé partes de las entrevistas realizadas para la biografía-testimonio del maestro, conversé con Zoila de nuevo, busqué más elementos en la papelería de Roig…. Demoré no recuerdo si tres o cuatro años en la investigación y la creación, nada fáciles. Ese libro estuvo ocho años en la Editorial Letras Cubanas, en espera de su publicación, hasta el momento en que el entonces director Daniel García, que nunca entendió aquella tardanza, decidió publicar de inmediato el libro  con el título  Gonzalo Roig: hombre y creador (Editorial Letras Cubanas, 1999)”.

Investigadora, ensayista, editora y poetisa… ¿Está en tu carácter ser independiente, abarcar muchas actividades? ¿Eres organizada? ¿Tienes buena memoria?

“Soy muy organizada y rigurosa. Tengo, gracias a Dios, una memoria excelente, pero necesito que en los momentos de concentración no me hablen; poseo suficiente paciencia para continuar investigando hasta encontrar lo que busco, pues no siempre se logra con rapidez, y en mis obras no aparece nada fantaseado por mí: la verdad ante todo, aunque duela o moleste. Creo que es lo que me permite ser investigadora y autora”.

Con los siguientes libros fuiste a la trova tradicional y a la música sacra, además de abordar un personaje como Julio Cueva, tal vez poco conocido en la Isla…

“Hubo un momento muy trágico, durante el Período Especial, en que el Instituto del Libro estuvo a punto de desaparecer y  entonces comenzaron las coediciones con otros países como Colombia, España… Ellos decidían qué libros preferían y en Letras Cubanas me solicitaron que escribiera sobre la trova tradicional, que siempre me gustó mucho y acerca de la cual ya había investigado. Pero, las reglas del juego eran difíciles, pues el libro solo debía tener 100 páginas, con texto, fotografías, partituras y letras de canciones trovadorescas. Investigué más a fondo, pero tuve que encapsular aquella información y quedé frustrada con la trova tradicional cubana.

“Luego, he continuado explorando sobre este movimiento estético-musical. Así escribí el primer capítulo sobre nuestra vieja trova de un libro muy completo que está en fase de diseño, titulado La canción en Cuba a cinco voces, auspiciado por Silvio Rodríguez  [aparecería en 2017 bajo el sello Ojalá]. Con La música sacra en Cuba (La Habana, Editorial Letras Cubanas-Santiago de Chile, Mosquito Editores, 1995) ocurrió otra solicitud similar a la coedición colombiana de la trova tradicional. 

“Sobre Julio Cueva te comento que, desde los tres años, mi infancia se desarrolló en Topes de Collantes, con visitas constantes a Trinidad, pues a mi padre le encomendaron la tarea de realizar en Topes la primera Estación Experimental de Montaña, y para allá fuimos mi madre y yo con él. Cuando llegó el momento de iniciar estudios de piano, me llevaron con mis abuelos maternos, en  Artemisa. Pero hasta 1957 continué disfrutando mis vacaciones escolares en Topes. Por supuesto, iba mucho a Trinidad y allí escuchaba mencionar a Julio Cueva, que es un ídolo local, y conocí varios de sus números. En una de mis tantas visitas trinitarias, en 1979, la Dirección Provincial de Cultura de Sancti Spíritus me invitó para participar en la Semana de la Cultura de Trinidad, dedicada al destacado trompetista y compositor. Impartí conferencias, hice lecturas de poemas y aproveché mi estancia para entrevistar a muchos músicos y a amigos suyos. De regreso a La Habana visité a Rafaela Pérez, la viuda. Pude revisar su papelería, fotocopiar lo necesario y hacerle varias entrevistas a la amable señora.

“Había decidido escribir sobre ese hombre que llevó  nuestros géneros musicales al Viejo Mundo, una figura mundialmente reconocida, y que murió en Cuba en la más triste miseria. Desde el inicio  mi intención ha sido rescatar del olvido a los personajes que nadie tiene en cuenta, como he hecho con muchos troveros. Por lo tanto, tenía que escribir las verdades sobre el maestro Julio Cueva, trompetista, director de bandas y orquestas, y compositor. En 1990, la Dirección Municipal de Cultura de Trinidad y otros organismos locales le solicitaron a la Editorial Letras Cubanas una biografía de Cueva escrita por mí, para un importante evento dedicado a él, que tendría lugar en 1991; pero era la triste época de las plaquettes y la biografía quedó reducida a 55 páginas, en papel gaceta y pequeño formato. Los trinitarios, sin embargo, se sintieron satisfechos, pues el lanzamiento tuvo lugar en la fecha acordada. Su título es Julio Cueva: el rescate de su música ( Editorial Letras Cubanas, 1991). Fue un evento importante, en el que ofrecí conferencias, talleres, conversatorios, pero me sentía frustrada, pues no pude brindar toda la información acerca de ese trinitario amado, que quedó a resguardo en mi archivo particular.

“Luego, en 2008, me entrevisté con Víctor Casaus, director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, y de aquella conversación surgió la idea de escribir un libro sobre Julio Cueva y  Pablo de la Torriente Brau y la Guerra Civil Española, donde ambos pelearon y se conocieron. Aquella idea se materializó con la publicación en 2011 de
Alé alé reculé. Nostalgias por Julio Cueva ( Ediciones La Memoria, 2011), un libro entrañable para mí, ya que rescaté de la indiferencia y la ingratitud a una figura de la talla del maestro Cueva.

“El lanzamiento en Trinidad fue inolvidable. Los trinitarios, orgullosos y felices, al fin tuvieron en la mano el libro que merece una figura tan querida por ellos, de importancia capital para la cultura cubana. No fue tarea fácil, porque tuve que entrar en los vericuetos de la Guerra Civil Española y la biografía de Pablo. Luego, continuando con el tema de la trova tradicional, se publicó Café Vista Alegre ( Ediciones La Memoria, 2015)”.

Teniendo en cuenta el volumen de tus investigaciones, ¿has coleccionado material
discográfico?  ¿Cuentas con un amplio archivo documental?

“No soy coleccionista de nada. Solo atesoro libros, documentos y discos que sirven para mi especialidad o mis gustos personales. Incluso, ignoro si en Cuba es frecuente encontrar ese tipo de coleccionista. En realidad, no siempre es fácil localizar documentos o información acerca de temas musicales, por diversas razones que no vienen al caso, pero un buen investigador siempre encuentra lo necesario para sus trabajos”.

Leer tambiénRadamés Giro. Foto: Cortesía Isabel González.
Entrevistas

Radamés Giro, el apasionado por la música cubana

Mayra A. Martínez02.03.2022

¿Qué opinas sobre la difusión musical a través de los medios? ¿Cumple tus expectativas? ¿Crees que continúa la tendencia de limitar la promoción de los creadores dividiéndolos en el esquemático “los de aquí” o “los de allá”?

“En Cuba se difunde muy poco la diversidad de nuestra música, no se divulgan como es debido los compositores e intérpretes. Por ejemplo, ni en la radio ni en la televisión existen programas dedicados solo a la trova tradicional, ni al son, el danzón, el danzonete, el guaguancó, ni ningún género musical nuestro. Sin embargo, y me alegro, una emisora radial tiene un programa sobre el tango argentino. Ahora, afortunadamente, hay un creciente número de músicos e intérpretes cubanos que van y vienen a Estados Unidos y a Europa, y así se va rompiendo el trágico ʽlos de allá y los de acá’ y, por lo tanto, nuestra música ya está viajando por el mundo. Creo que fue muy importante el trabajo realizado por Ry Cooder en Buenavista Social Club, pues logró el renacer de muchos artistas cubanos absolutamente marginados, olvidados, a  pesar de la valía de su obra, como compositores e intérpretes.Así, volvieron a reaparecer abandonadas estrellas de la talla de Francisco Repilado Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Manuel Licea Puntillita y otros, que vivían en plena miseria”.

Supón que te pidieran dirigir la difusión de nuestra música en radio o televisión, o a través de otros medios… ¿Qué harías?
“Haría lo que deben hacer quienes ocupen esa responsabilidad: divulgar nuestra mejor música por radio, televisión o cabarés; grabar los mejores compositores e intérpretes, y que esas grabaciones llegaran no solo a los cubanos, sino, a través de los mecanismos establecidos, al extranjero, hasta el último sitio del universo. Desearía, en nuestros medios de comunicación, una programación que dé a conocer los valores de nuestra música, educativa para la juventud y las generaciones anteriores. ¿Es algo tan difícil que un director de programas musicales no puede realizar? Y si de la publicación de libros de música se tratara habría que contar con la economía, bastante precaria, de nuestras editoriales. No es ningún secreto que vivimos momentos difíciles y que imprimir un libro es bien costoso, pero de todas maneras pienso que hay libros, reediciones, por ejemplo, que deberían restringirse, para dar lugar a excelentes volúmenes  de autores conocidos o desconocidos, pero con una estupenda calidad.

“En Cuba existen numerosos conservatorios de música con notables profesores, a los cuales pueden acudir los interesados en esa materia, de manera que podemos estar seguros de que, al igual que han descollado eminentes alumnos, incluso con premios importantes en concursos internacionales, siempre habrá destacados jóvenes que continuarán enalteciendo la música cubana. Y lo mismo que pueden estudiar y sobresalir los académicos, también podrá existir una nueva hornada de valores que comenzará a mejorar nuestra música popular. Por supuesto, no puede ignorarse que en la Isla tenemos excelentes grupos, orquestas, compositores e intérpretes de nuestra reconocida y aplaudida música popular”.

¿Y qué opinas del auge del reguetón?

“El reguetón, cuyo origen fue el reggae, es un género musical bailable con raíces en el Caribe y América Latina. Se incrementó en la década de 1970 en Panamá, y en Puerto Rico en los años 90. El productor panameño Michael Ellis acuñó en Puerto Rico la palabra española reguetón, con la que quería significar un reggae extenso; como muchas palabras en nuestro idioma para expresar algo grande utilizamos la terminación ʽón’, añadido a la palabra. 

“Años después, el reguetón tuvo la influencia del calipso, y en 1994 se combinó con el rap, asumiendo elementos del hip hop. Sus letras comenzaron a exponer denuncias acerca de la sociedad de entonces, como la discriminación racial. Incluso, en la primera década del siglo XX se iniciaron los trabajos de construcción del Canal de Panamá y hubo un momento en el que había más de 150 mil trabajadores inmigrantes antillanos, que introdujeron, además de reggae, la música cubana. Se puede suponer que este sitio fue un puente de intercambio y difusión musical.

“Sin embargo, en la actualidad el reguetón ha sufrido un cambio negativo, al menos en
Cuba, porque las letras son obscenas, irritantes, groseras, pornográfcas, inmorales, ofensivas, y hombres y mujeres, jóvenes y no jóvenes, escuchan con placer una y otra vez esa carga machista e indecente, lo que ha ido en aumento a partir de las dos últimas generaciones. Duele, porque en lugar de educar a los jóvenes, se está maleando su escala de valores, ya deteriorada. Me refiero a Cuba, pues no tengo la oportunidad de escuchar reguetón de otros países. Sin embargo, también existen aquí grupos reguetoneros, cuyas letras son interesantes y critican, como antaño, los vicios de la sociedad, lo mal habido, etc”.

¿Y cómo observas la vigencia de otros géneros en el repertorio de jóvenes compositores y/o autores?

“Los jóvenes cubanos componen, además de reguetón, guarachas, híbridos de géneros,
música no grata para oídos educados, salvo, por supuesto, algunos grupos de gran categoría. Algunos cantantes, de vez en cuando, incursionan en la trova tradicional, la nueva trova y los boleros. En algún programa televisivo hay grupos que cantan sones, guarachas, danzones. Por la radio también ocurre lo mencionado con anterioridad. Hay trovadores que sí cantan trova tradicional a menudo. De paso, quiero mencionar que la trova tradicional es imposible de renovar, porque dejaría de ser nuestra vieja trova.

“Sobre la música de conciertos es una pena tener que confesar que por radio y televisión se escuchan obras de Lecuona, pero mucho menos de Gonzalo Roig; solo Quiéreme mucho y la Salida de Cecilia, de su zarzuela Cecilia Valdés, joya de nuestro teatro lírico. No obstante, me hizo saber el maestro Leo Brouwer en una entrevista realizada para mi biografía-testimonio Gonzalo Roig que: ʽNo es que él haya sido el único que hizo zarzuelas en Cuba, ni mucho menos, pero es que en Roig ese género adquiere unas características originales, porque reafirma una simbiosis de música negra y de música campesina, criolla, que da lugar a esa cosa mulata, tan rica. Eso no se produce en Lecuona, por ejemplo, porque Lecuona trabaja por separado: las danzas negras son danzas negras y la música blanca es música blanca. Pero en Roig se mezclaban las dos cosas, con gran brillantez, y por eso se siente tanto la cubanía’. Es amargo y triste reconocer que nuestros grandes compositores, como Rodrigo Prats, Anckermann, Sánchez de Fuentes, Grenet y otros, ya no existen para las generaciones actuales, que no tienen la menor oportunidad de escuchar sus músicas”.

Y para tu disfrute, ¿qué música prefieres?

“Me gusta la buena música cubana: la trova tradicional, los boleros, sones, danzones, muchas canciones de la nueva trova, el filin, y por supuesto, en algunos momentos, rumba, conga, guaguancó…”.

 

Mayra A. Martínez Más publicaciones

Deja un comentario

Aún no hay comentarios. ¡haz uno!

También te sugerimos