
DJ Jigüe: “Soy un cimarrón que usa el rap como medio de expresión”
Con el nuevo milenio llegó a La Habana un cimarrón, cargando consigo estilos musicales de diverso origen. Alguien que estaba llamado a expresar su rebelión en forma de arte, como resultado de la conjunción fabulosa entre tradición, religiosidad y contemporaneidad.
Antes de ser DJ Jigüe, Isnay Rodríguez bebió ávidamente toda la savia cultural de su Santiago natal. Dice que cuanta melodía se ha encontrado en el camino ha sido un aporte a su sonido, estilo y sello musical. Para mi suerte, nuestra conversación no parecía tener límites, lo que nos permitió explorar momentos de la biografía de Isnay que transitan de lo analógico a lo digital con un denominador común: su música, su arte.
¿Cuándo y cómo asumiste el nombre de DJ Jigüe?
“Yo comencé como rapero en 1999. Entonces tenía un grupo de rap en Santiago de Cuba que adoptó varios nombres. Encontrar el definitivo fue difícil. En la escena del rap los nombres son muy importantes porque desde ahí das un mensaje.
“Yo personalmente no tenía un nombre artístico, y estaba tratando de encontrarlo. Entonces, alguien me recordó la leyenda cubana del jigüe o güije (según la zona del país que se le denomina de diferente manera, pero al final es el mismo personaje). Todos los niños conocíamos esa historia. Es una figura mística que surgió a raíz de los esclavos africanos que escapaban a las lomas; se hacían cimarrones y luego solían bajar a los ríos cercanos a los pueblos a buscar cosas que necesitaban para la vida en las montañas. Según se dice, el mito nació de personas que veían a los cimarrones —salvajes, semidesnudos, con el pelo largo—; de ahí recrearon esa historia de un duende que vivía en los ríos y podía embrujar. Cuando escuché la leyenda completa, con esos fundamentos antropológicos, me dije: ʽEse es el nombre que voy a asumir para mi carrera musical’. A partir de ahí me empecé a llamar El Jigüe, eso fue del 2003 al 2004”.
Hablas de varios símbolos culturales de los cuáles el jigüe es portador, ¿cómo se vinculaba con tu personalidad artística y con la obra que deseabas crear bajo ese nombre?
“La historia del cimarronaje en Cuba representa la rebeldía y resistencia contra el colonialismo y el esclavismo, además de todo el sufrimiento vivido por nuestros ancestros. Cuando nosotros empezamos a hacer rap, de cierta manera había mucha similitud con esos procesos pues en aquel tiempo el rap era una especie de resistencia que muchos jóvenes en Cuba —en su gran mayoría afrodescendientes— asumimos a partir de nuestro contexto. El rap de aquellos tiempos [Período Especial] hablaba de los problemas sociales cubanos y, entre tantos, el racismo era uno muy fuerte. Cuando tomé la decisión de ser un jigüe, dije: ʽsoy un cimarrón que usa el rap como medio de expresión’”.
¿DJ Jigüe es entonces tu marca personal? Como parte de esa proyección artística, ¿qué temas te interesan?
“Sí, definitivamente DJ Jigüe es una marca, pero yo lo definiría más como una voz propia que está relacionada con mi visión de la música en Cuba, de todo lo que ha pasado en nuestro país y en relación con el entorno musical extranjero. He tratado de poner a dialogar en mi música esas realidades y ver cómo esos contextos se influencian mutuamente, en mí y en mi obra. Todo el tiempo busco en ese pasado perdido; porque en Cuba se ha perdido mucha información musical valiosa con el paso del tiempo, que define, en gran medida, lo que es hoy nuestra música. Mi interés ha sido ir a ese pasado musical para traerlo al presente, con una mirada hacia el futuro. Es como un viaje con esa proyección; por esa razón Jigüe tiene una voz propia, que sería lo que tú llamas marca personal”.

DJ Jigüe. Foto: Nido Andrea.
Quisiera que reconstruyéramos tu historia musical para descifrar cómo se conformó el imaginario sonoro del DJ Jigüe. ¿Cómo fueron esos tiempos en que te encontraste con la música?
“La historia comienza en 1980 en Palma Soriano, Santiago de Cuba, donde nací y crecí. Esta es la historia de Isnay Rodríguez Agramonte, no la del Jigüe. Mi infancia transcurrió en una casa humilde, donde vivían muchas personas: mis abuelos, mi mamá y mis tíos. El mío fue un hogar muy musical, sobre todo por los gustos musicales de mi abuela. En mi casa había un tocadiscos ruso que todo el tiempo estaba encendido. Escuchábamos a Los Karachi, Son 14, Los Van Van, Adalberto Álvarez, Carlos Embale, Celeste Mendoza, y la música folclórica afrocubana que traía para las ceremonias mi abuela, que era santera; todo eso, entre otros artistas y géneros.
“Cada año celebrábamos a las deidades Santa Bárbara y San Lázaro, los días 4 y 17 de diciembre respectivamente; mi casa se convertía en el sitio por el que pasaba medio pueblo.
“Entre todos mis tíos, el menor de los varones escuchaba la música del momento que eran el funk y el breakdance, elementos de la cultura hip hop. Soy el primer nieto varón y ese tío me llevaba a todos los lugares con él, lo que lógicamente también influyó en mí. Crecí con todo ese background musical, una mezcla de nuestras raíces identitarias y de la música de moda en la época. Incluso, antes de cantar, yo bailaba breakdance. Era un b-boy, como se conoce. Hasta que llegó el rap a Cuba, a finales de los 90 y me atrapó definitivamente”.
¿Hay otros géneros musicales que influyan en tu obra y hayan llegado a ti por otras vías?
“Para mí la música cubana es fundamental, pero, por el lugar donde crecí, la caribeña en general también ha sido muy importante; géneros como el merengue, la bachata, la música franco-haitiana o el reggae de Jamaica. Crecí asistiendo al Festival del Caribe, por donde cada año pasan agrupaciones de diversos países, de toda esa área geográfica. Esas sonoridades también han estado presentes en el soundtrack de mi vida; al igual que la norteamericana: el funk, el hip hop y después la música electrónica. Soy melómano total; no escucho un tipo de música en específico, sino que me gustan muchos géneros”.
Pero, sin dudas, una parte de tu presente sonoro está permeado por el hecho de vivir en la capital de Cuba. ¿La llegada a La Habana supuso un cambio en tu quehacer musical?
“Vine a vivir a La Habana en el año 2007, pero la primera vez que llegué a la capital fue en el 2000. Es una historia muy cómica: vine desde Santiago con una mochila y cuatro mudas de ropa sin saber dónde iba a dormir. Llegamos cinco amigos para el Festival de Rap de Alamar, la meca del hip hop en Cuba por esos años. Vivíamos con ese sueño, hasta que un año logramos llegar. Entonces, si eras rapero asistías, aunque fuese como público. El evento se celebraba en agosto, duraba cinco días y tocaban los mejores grupos del país y algunos extranjeros.
“Desde el momento que entré a La Habana por el Capitolio, me dije: ʽYo quiero vivir aquí’. Por suerte, ese tío mío que mencioné se había mudado para acá. Desde ese entonces cada año venía a La Habana, hasta el 2007 cuando decidí quedarme de manera definitiva”.
Como DJ, ¿cómo fue tu primer acercamiento a la tecnología?
“Para mi generación la tecnología era una mala palabra. En Cuba no existían prácticamente las herramientas para producir música, dígase MPC, computadoras o sintetizadores; muy pocas personas tenían acceso a ellas. Por eso nosotros vivíamos inventando maneras de acceder a esa tecnología.
“En mi caso, mi primer acercamiento fue gracias a mi hermana, que era profesora de Informática en una escuela que funcionaba en la noche. Yo iba con ella al laboratorio de computación a aprender y experimentar, una vez terminaban las clases. Allí instalé el primer software que utilicé, FL Studio; luego un amigo compró una computadora y comenzamos a usarla para hacer música. A medida que pasó el tiempo, en los años 2000, tuve poco a poco la posibilidad de conseguir otras herramientas y dispositivos. Cuando empecé a viajar al extranjero, comencé a adquirir mis propios equipos. Esa era una prioridad para mí”.
En tu trabajo, da la impresión que la música es solamente una arista, que te interesa abarcar procesos más allá de la creación…
“Es resultado de mi profesión. Soy ingeniero industrial y eso determina mi forma de pensar y actuar. La Ingeniería Industrial es una carrera relacionada con la organización empresarial, el marketing, la calidad y los procesos; es decir, sobre cómo hacer funcionar una empresa, ya sea de servicios o de producción. Esa perspectiva incide tanto en mi proceso creativo como en la posterior difusión de mi obra.
“Tener esa formación me permitió un background y una comprensión de la industria, hizo posible que comprendiera cómo funcionan los procesos y cuán cíclicos deben ser. En ese sentido, a diferencia de algunos de mis amigos, siempre tuve una visión más amplia del tema, más allá en el proceso creativo, de prever cómo hacerlo sustentable, de apreciar los diversos momentos que integran esa macroestructura. Por eso siempre tuve, cuando empecé en el mundo del rap, muchas ganas de hacer cosas. No solo quería crear sonidos, sino también generar plataformas que ayudaran a promover y distribuir la música”.

DJ Jigüe. Foto: Ained Cala.
¿Tenías una estrategia para lograr ese propósito?
“Siempre hay estrategia. Durante mi formación académica, aprendí a no hacer las cosas solamente por intuición. Hay diferentes pasos en la vida que son aplicables a un negocio. Hay que diagnosticar, saber si es factible o no el proyecto que se llevará a cabo.
“Después que está generado el producto artístico, comienza otra fase totalmente diferente. Hay que valorar ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿a quién?, ¿cómo? Se precisa de una fundamentación de la obra para transmitirla al público y hacerlo por los canales adecuados. Como creador se debe tener una percepción completa del producto musical, pero muchas veces la gente no la logra ver a la primera. Todo eso se planifica. Siempre lo hago, para mí no puede ser de otra manera”.
¿Cómo es cuando te sientas a componer?
“Ahora estamos en mi estudio; este es mi templo. Cuando cruzo esa puerta ya no estoy en Cuba ni en el planeta Tierra. Este es mi propio planeta, lo he concebido de esa manera. Cada cosa aquí tiene una relación con el mundo que me ha influenciado y he creado durante mucho tiempo. Todo está pensado para, una vez aquí, empezar a crear. Incluso desde esta perspectiva, mi proceso creativo está fuera de todo.
“Me inspiran muchas cosas. A veces es como un mensaje, y debo descifrar la manera de traducirlo y llevarlo a la música. Quiero que la gente, cuando escuche esta música, se transporte a un determinado estado de ánimo, el que deseo transmitir: meditación, alegría, viaje… Entonces, no hay un ABC. A veces un ritmo o una frase me vienen a la cabeza y simplemente ese es el punto de partida; a partir de allí fluyo. Yo vivo en Centro Habana, aquí la dinámica sonora es increíble, imagínate…”.
Te escuchaba hablar y venía a mi mente la imagen de aquel santiaguero recién llegado a La Habana que se impresionó con la capital. ¿Qué queda de él en el sonido actual de DJ Jigüe?
“Está todo. No he podido desprenderme de él . Incluso cuando estoy en el estudio y voy a producir música, hay códigos y patrones —sobre todo rítmicos— que por mucho que intente evadirlos, siempre están presentes; elementos que tienen que ver con mi ciudad natal, esa ritmicidad de la conga, de la tumba francesa, todo el panorama folclórico y musical que encierra Santiago de Cuba. Es como un ADN musical que está ahí y no lo puedo quitar, ni quiero”.
El más reciente de tus proyectos, Tanta fe, es una obra multimedial en la que confluyen diversas manifestaciones artísticas. ¿Por qué necesitas expresarte en tan diversos lenguajes si el proyecto nace desde la música?
“Los tiempos han cambiado. Debido al contexto en que vivimos, la percepción del ser humano y la manera en que nuestros sentidos funcionan hoy no son las mismas que hace 30 o 40 años. Tal vez antes te complacías solo con escuchar. La humanidad ha cambiado y esas experiencias sensoriales han evolucionado gracias a la tecnología.
“Por otra parte, las fronteras entre las manifestaciones del arte han desaparecido. De manera que el niño que nace o crece en este contexto no se va a sentir igualmente satisfecho, va a ser más exigente que las generaciones anteriores.
“Cuando planificamos un proyecto y pensamos en el impacto que queremos que tenga; lo vemos desde esa perspectiva: cuáles son las características del público que lo va a consumir. Hay que tener en cuenta la velocidad que lleva el mundo, la gente no se detiene y está a la espera de que el arte lo sorprenda. Si algo no es capaz de atrapar la atención en los primeros cinco segundos, simplemente pasó y nada más…
“Si queremos que un tema como Tanta fe tenga impacto, no podemos hacer solamente la música, por buena que esté o no. La gente no se acerca a la obra por escuchar nada más. Por lo tanto, lo hemos pensado como un proceso multidisciplinario: fotografía, video y música. Tiene de todo un poco, e incluso este año, cuando lo lancemos oficialmente, en un mismo espacio presentaremos música, fotografía, videoarte, una instalación y un corto documental que estamos haciendo con una persona devota de San Lázaro. Es decir, tenemos muchas aristas por las cuales queremos que la gente se acerque a este fenómeno, incluso para verlo desde la fe. El propósito no es didáctico sobre la religión afrocubana, sino hablar de la fe y sus manifestaciones en el cubano, en sus tradiciones y costumbres”.
Disfrutando del concepto general del proyecto me preguntaba, ¿qué significa San Lázaro en tu vida?
“Las historias que mi abuela me contaba, las celebraciones en mi casa natal, la fe y la manera en que esta protegía a mi familia, eran nuestro día a día y son parte de mí.
“No me considero una persona religiosa o devota, porque hay muchas prácticas que no realizo. Mi percepción es diferente. Tanta fe es un proyecto que comenzamos hace unos cuantos años; llevamos a rango de creación artística el respeto, la confianza de tanta gente en Babalú Ayé o San Lázaro como deidad. Hay cosas increíbles que no se harían sin esa fe, como caminar arrodillado muchos kilómetros y otros actos que parecen sobrehumanos porque no son soportables a nivel físico. La creencia va más allá de todo. Lo que quisimos con este proyecto fue mostrar la fuerza de esa espiritualidad”.
Yo sentí justamente eso: una nueva manera de expresar la devoción mística. Pero ¿qué le aporta Tanta fe al tópico de la religiosidad en la música cubana?
“Pienso que es la manera de contar musicalmente esas historias que son parte del folclor, la tradición y el legado de nuestros ancestros; todo ello narrado musicalmente de una manera contemporánea.
“Cuando fui a crear la música, fui por primera vez a una procesión a San Lázaro. Ained Cala realizó toda la fotografía del proyecto; además está el video. Con una grabadora capté los sonidos de la procesión al Rincón: la gente arrastrando las piedras, un acompañante sacudiendo el camino con pencas de palmas para facilitar la vía a una persona que venía arrastrándose de rodillas, sonidos de cadenas…”.
¿De quiénes son las voces que captaste?
“El tema comienza con la voz del Padre dentro del santuario, justo en el momento que inicia la misa el día 17 de diciembre de 2012. Le hice unas preguntas a una señora que vive en el trayecto a la iglesia y cada año es testigo de lo que sucede. Es quien termina hablando en el tema; se puede sentir su voz narrando lo que ha visto; cosas impresionantes”.
Yo nunca he ido. Es increíble, porque me llamo Lázara. Así que me toca ir pronto.
“Tienes que ir. Yo solo fui esa vez; el trayecto es bonito y la experiencia es tremenda. Somos cubanos, eso es una parte de nosotros. No es lo mismo que alguien te lo cuente o verlo en un video, que tener la oportunidad de vivirlo, aunque sea una vez.
“Las percusiones las grabamos aquí en el estudio por Irán Farías El Menor, no tienen nada que ver con los toques tradicionales de San Lázaro. El tema hace una ruptura inesperada; transita de algo muy tradicional a un estilo futurista, moderno y digital; pero manteniendo la esencia de lo que viví allí. Es algo que impresiona. Creo que lo logré captar con la música y cuando sumas la parte visual, el proyecto se complementa de una manera increíble”.
Además de artista, creo que eres gestor cultural y empresario. ¿Te sientes identificado con estos apelativos?
“Sí, definitivamente. Nosotros creamos en el 2015 un sello discográfico: Guámpara Music. Es nuestro proyecto más ambicioso. Lo conseguimos después de otros intentos, y su propósito es acompañar los procesos creativos hasta el final: lograr distribuir música. Ahora, siendo sincero, no sentimos que nos consideren parte de la industria de la música cubana. Cuando se habla de la industria de la música en Cuba, deberían mencionar nuestro aporte. Me siento como un actor que ha generado una plataforma independiente para la promoción y distribución de una parte de la música urbana en Cuba”.
Pero ¿te sientes parte de un movimiento urbano cubano?
“Del movimiento sí, por supuesto, que no existe como resultado de la gestión de las instituciones. El movimiento se debe a las personas que desde lo autónomo generan proyectos. Hay muchos ejemplos que hablan por sí mismos. Desde lo independiente, nosotros somos parte del movimiento urbano en Cuba”.
….muy de cerca me toca este santiaguerisimo jigue…y se de muy cercana y buena tinta…todo su andar y recorrido de su amplia musica afrodescendiente…con mezcla de jazz..feeling…y todo aquello que nos toca por herencia africana…orgullo de muchos santiagueros y satisfacción de familia…jigue ha batallado mucho..se ha retroalimentado ampliamante en su andar y agradecido siempre de todo aquel ke le ha dado una semilla mas de conocimiento cultural… su trabajo es bueno…amplio…sin limites…para toda edad…es pegajoso…dinamico…muy retro y a la vez actual…y no solo me gusta…me encanta y se dinamiza de una forma muy especial legando a lo astral…realmente agracezco ke existan personas ke hagan un trabajo como este…y el es de las grandes ligas…elite y precursor de esto…