
Disgustos de sobremesa
De antemano, advierto que esta publicación no es contra el reguetón; así que como dice mi hermano Ray Fernández “no pierdan el enfoque”, pero lleguen hasta el final.
Resulta, que el viernes en la tarde, otro hermano, el cantautor cubano Diego Gutiérrez, presentaba su nuevo disco, en el Café Cantante del emblemático Teatro Nacional de Cuba. Este material, fue producido por el sello EGREM, con el título Piloto automático; y se había organizado todo para realizar primeramente una conferencia de prensa y luego un concierto. Todo parecía ir bien, pues se desarrolló correctamente la conferencia de prensa, y una vez que abrió la sala al público, Diego subió al escenario con su banda. Las cosas iban fluyendo (a pesar de algunos temas con el sonido, aparentemente fortuitos, principalmente con la voz de Diego; lo cual provocó la angustia de varios de los allí presentes, fundamentalmente de artistas como Frank Delgado, Rochy Ameneiro y David Torrens, que habían ido a presenciar el espectáculo, e intentaron —sin progreso alguno— que los de sonido del lugar, resolvieran el tema).
A pesar de ello, todo parecía ir bien, y luego de un montón de canciones Diego terminó su espectáculo, y sin siquiera darle chance a bajar del escenario, el DJ lanzó su reguetón puro y duro; pues evidentemente era lo que él estaba deseando escuchar en esa tarde.

Presentación del nuevo álbum de Diego Gutiérrez, Piloto Automático, en el Café Cantante, el 29 de noviembre de 2019. Foto: Jorge Villa.
Repito, en esta ocasión la cosa no es contra el reguetón, sino contra el poco respeto por el trabajo de los artistas. Sería igualmente incongruente e irrespetuoso, que luego de una presentación de Los Van Van o de Gente de zona, el DJ arranque a poner a Beethoven y Mozart.
Con independencia de que el lugar tuviera espacio luego para la música grabada, ante todo hay que tener un poco de sensibilidad y respetar la atmósfera que crea el artista que se ha presentado con su propuesta, que aunque haya terminado, continúa en el sitio, así como continúan quienes fueron a verlo, y esos minutos de sobremesa siempre son bienvenidos y necesarios.
En este caso podía haberse recurrido a música movida, perfectamente compatible con lo que estaba proponiendo Diego, tales como la de Habana Abierta, Interactivo, Kelvis Ochoa, David Torrens, Ray Fernández, Rolo Rivera o Alex Cuba, por solo citar algunos ejemplos; y luego entrar quizás en la música de Leoni Torres o el Septeto Santiaguero y así ir transitando hacia un espectro bailable donde puede caber lo que demanden los bailadores (incluyendo por supuesto, el reguetón). Pero no, el estilo que impera, es ir directo al reguetón o algo similar.
Ese tipo de “rupturas musicales” no deben ocurrir; primeramente porque es señal de no entender al artista que se ha presentado; segundo y peor, de que no importar (y por supuesto no respetar) el trabajo del artista que se ha presentado (que ha sido convocado por la institución); y tercero, del irrespeto por las personas que acuden a disfrutar del trabajo del artista.

Presentación del nuevo álbum de Diego Gutiérrez, Piloto Automático, en el Café Cantante, el 29 de noviembre de 2019. Foto: Jorge Villa.
Esta situación, lamentable, la he sufrido en los últimos tiempos, tanto en espacios estatales como privados, incluso en alguno que se vanagloria de defender “el buen arte”. Aunque en los espacios privados me resulta desagradable, me resulta peor en instituciones públicas que se supone promueven y defienden la cultura cubana; tales como el Café Miramar, el Barbaram, el Submarino Amarillo y el Café Cantante del Teatro Nacional, que son los cuatro lugares estatales que me vienen a la mente en este momento, pues en todos me ha sucedido lo mismo; (aunque en el Submarino no fue con reguetón sino con música pop comercial retro bailable) y por ello he tenido que marcharme antes de lo previsto de estos lugares.
En fin, que muchos sitios en La Habana (no sé si sucede también en otras partes del país), terminan ignorando la identidad de sus espacios y de sus propuestas; y parece ser lo más natural del mundo. Así que nada, estoy preocupado. ¿Seré yo el que está mal? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Un Café para la Cultura.
En días pasados la dirección de la EGREM sostuvo un importante intercambio con los trabajadores y dirigentes del recién aperturado Café Cantante Mi Habana, una instalación que se ubica en lo que se ha dado en llamar por la EGREM Complejo Cultural de Plaza de la Revolución.
En la reunión de trabajo donde estuvieron presentes los miembros del Consejo de Administración de la EGREM el compañero Mario Escalona Serrano, director General de la EGREM reiteró con claridad y transparencia la política que rige a esta institución en su vínculo con los artistas representativos de la vanguardia artística y otros públicos que tradicionalmente han hecho de este espacio uno de los más atractivos de la capital.
En este contexto fue analizado un incidente el día de su reapertura asociado a la falta de rigor profesional del Dj, al promover un tipo de música como complemento al disfrute del público que nada tenía que ver con la pauta que significó la presencia en vivo del destacado artista Diego Gutierrez y su grupo.
La responsabilidad individual ante este hecho conllevó la correspondiente crítica pública y advertencia por parte del máximo dirigente de la institución en torno a las prácticas que lesionan la imagen de una institución ante las cuales se tomaran las medidas correspondientes.
El colectivo de trabajadores fue determinante en el cambio de la imagen física del Café Cantante luego de la reparación a que fue sometida la institución, a lo anterior deberá sumarse la custodia de las prácticas necesarias para lograr los objetivos de la política cultural.
Con un llamado al cuidado de la institución y el rescate de la programación para jóvenes y miembros de la tercera edad entre otros asuntos, concluyó el encuentro que antecede la futura reinauguración del Café Cantante
Muchas gracias por actualizarnos con el tema y hacernos saber que la institución y autoridades competentes estuvieron atentas al reclamo.
Esta desagradable experiencia se da también en otras partes del país. Si malo es el reguetón «rompedor de atmósfera» al terminar el concierto, peor es antes del mismo. Una especie de sabotaje burdo que atormenta y predispone negativamente a los actores principales del performance artista-público. Hablo como músico y espectador. Sí, la culpa no es del reguetón es de los DJs (que generalmente no lo son, ni sonidistas, ni nada por el estilo) triste realidad. Gracias por este llamado de atención, ojalá llegue a los oídos receptivos y no «contaminados».