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Reseñas Reflejo de la piedra en el agua en la Sala Teatro de Bellas Artes. Foto: Emilio Suárez González. Reflejo de la piedra en el agua en la Sala Teatro de Bellas Artes. Foto: Emilio Suárez González.

Los niños van al poniente

Para quienes escuchamos, lo mejor que puede pasar en la música, es el descubrimiento. Nos suele quedar grabado el momento en que se nos revela por primera vez un tema, un/a artista; o cuando un grupo conecta con algo esencial en nosotros. Sin embargo, estos descubrimientos dependen, sobre todo, de nuestra voluntad de dejar entrar, del momento de búsqueda, pausa o necesidad en el que nos encontremos. No sé en qué estado del alma estaba yo la noche del sábado 19 de diciembre, pero a juzgar por el mundo que me rodea hoy, doméstico y universal, seguramente incómoda hasta con la butaca del teatro. 

Conocí la voz potentísima de Frank Mitchel hace dos años en el Longina, uno de los festivales más interesantes de la canción cubana hoy, un espacio increíble en una ciudad viva. Cuando caía la tarde en el Tren Blindado, lo escuché tocar canciones de Santiago Feliú, Charly García y Spinetta, con ese aura de rockero de los 70 y una voz de trovador medio nostálgico e irreverente. Algo había ahí. De su grupo Reflejo de la piedra en el agua únicamente tenía referencias y alguna idea leve de la propuesta que él y Abel Lescay trabajaban. Nada más.

Frank Mitchel. Foto: Emilio Suárez González.

Frank Mitchel. Foto: Emilio Suárez González.

Y como una siempre clasifica y entrega etiquetas como si la vida y el arte fueran el pasillo de una biblioteca, asumí que el sábado asistiría a un concierto de trova, pero Reflejo de la piedra en el agua no es trova. Es canción y rock and roll. 

El show, en la Sala Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, fue el lanzamiento/grabación/filmación de su primer disco realizado con el apoyo de la beca de creación El reino de este mundo que otorga la Asociación Hermanos Saíz. El grupo, integrado por Frank Mitchel en la autoría, guitarra y voz y Abel Lescay en la dirección musical, piano y teclados, se hizo acompañar de Joel Alejandro del Río en el bajo, Henry Ferrán en la batería e Irán Farías (El Menor) como invitado en la percusión. El álbum, por su parte, toma el nombre de una de las canciones incluidas: Al pie del árbol, y dialoga de inicio a fin con la imagen del grupo: un espejo en el que se reflejan, una piedra que recibe la fuerza constante del agua, el mundo natural siendo la principal inspiración de su música y el río empujándolos a fluir.

Reflejo de la piedra en el agua. Foto: Emilio Suárez González.

Reflejo de la piedra en el agua. Foto: Emilio Suárez González.

Traen influencias muy claras del rock argentino y de la nueva trova cubana, en especial de Spinetta y de Santiago. Ellos están ahí en su formación, junto a muchos otros referentes en una mezcla muy única, interesante y con mucho potencial. Hay en su propuesta elementos que vienen desde la música clásica, el jazz, el rock progresivo, lo sinfónico y el uso de instrumentos más tradicionales como las tumbadoras y la guitarra acústica. 

Reflejo… defiende un subgénero del rock al que llaman orgánico, y que han definido en entrevista con Cecilia Garcés para El Caimán Barbudo como “una interpretación de los signos y formas naturales a través de la música” que, a la vez, viene de la canción con la energía fuerte del rock. “Sin embargo, la nuestra no pretende ser rebelde y romper con las normas de la sociedad, sino la comunión con las fuerzas del universo”. Y aquí yo, como persona que escucha al pie del árbol, discrepo. Hay una fuerza renovadora que irrumpe en todas sus canciones, así como la energía rebelde de tener una edad y vivir en esta isla, y cargar sus amores y desamores en la información raigal.

Abel Lescay. Foto: Emilio Suárez González.

Abel Lescay. Foto: Emilio Suárez González.

Si bien el punto de partida de la banda no es la confrontación destructiva del status quo como suele suceder en el rock, sí lo es el viaje de regreso a la semilla, la irrupción nostálgica que no inmoviliza, de reconocernos parte. Colocarse en este lugar hoy, con la conciencia que estos músicos lo hacen, es un acto muy rockero. 

Las letras de Frank Mitchel son poemas en sí, la imagen y la escena de lo natural que empatiza con nuestras subjetividades, la premonición de la tormenta: “árbol acaso no he nacido o apenas sobrevivo a tu soledad” (Al pie del árbol); “Este delirio es un pesar tan alto (…). Busco en la lágrima del tiempo que es la lágrima del pez que ha muerto / heridas desde la raíz” (Sentir distópico); “Que no sepa el río que estoy llorando / he perdido el rumbo y está lloviendo / una flor voló / y este es mi lamento” (Canto cósmico). De esta manera se suma a quienes hacen de la canción un ejercicio literario. A estas palabras les da cuerpo musical Abel Lescay sacándole al piano y los teclados muchos mundos, más que sonido: la atmósfera y la creación de una forma de sentir. 

Los dos salen al escenario por primera vez. Timidez de manos que tiemblan al poner la correa de la guitarra o se aferran a la butaca del piano, para luego dejarse fluir en música y voz. Su imagen está sostenida en un tiempo difícil de catalogar: los pelos largos, sueltos, la sencillez, la falta de protocolo ¿necesario?, la confianza con el público que escucha. En esencia, felices de compartir y respetuosos del encuentro.

Frank Mitchel. Foto: Emilio Suárez González.

Frank Mitchel. Foto: Emilio Suárez González.

Ellos integran la llamada Liga sub20 de la trova cubana, pero ¿podrían ser parte de una necesaria renovación del rock nacional? ¿De la canción? Todo esto que se refleja en ellos, ¿crecerá? Me gustaría tener la certeza de que van a encontrar el público que merecen, los escenarios que necesitan. Les queda muchísimo camino, mucho experimento, los ires y venires de los que seremos testigos. 

Hoy, Reflejo de la piedra en el agua promete ir allá donde se pone el sol, a la izquierda de la Rosa de los vientos. Ya amanecerá en algún lugar junto a un río y, para entonces, no serán solo los niños que cantan la nana que da título a esta reseña y cierra este álbum-concierto que nos regalan/regalaron al pie del árbol. 

Carla Valdés Más publicaciones

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