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Entrevistas Cimafunk. Foto: Melissa Ripepi. Cimafunk. Foto: Melissa Ripepi.

Cimafunk, cocinar el alimento llamado éxito

En el 2018, Cimafunk hizo su aparición de forma contundente en la escena musical cubana. Su sonoridad, estilo y presencia escénica ―su flow, como diría él―, captaron la atención de todo tipo de público. El tema Me voy se convirtió en un himno y, tal vez, en el world hit más reciente de nuestra música. En pleno 2023, Cimafunk ha dejado de ser un artista del patio, para convertirse en todo un fenómeno  internacional, con una nominación a los Grammy anglosajones por su disco El Alimento, en la categoría de Mejor Álbum de Rock Latino Alternativo. Su meteórica carrera no deja de asombrarnos y enorgullecernos. Su presencia en escenarios internacionales del más alto nivel legitima a la música cubana contemporánea. 

Cuatro años después de una primera entrevista que le hiciera para este mismo magazine, vuelvo a tener la oportunidad de conversar con él. Esta vez, la charla es con un artista más maduro y experimentado, más consciente de su obra, del camino recorrido y del que aún queda por delante. Intentar verlo en perspectiva me hizo reiterar  algunas preguntas de aquel diálogo inicial. La evolución artística de Cimafunk, y el crecimiento personal de Erik Iglesias nos llevaron, en ocasiones, por otros senderos, generando nuevas interrogantes. 

¿Qué significa hoy Cimafunk?

Cima viene de cimarrón. La ascendencia africana me cogió y me conectó durísimo con el folk de lo que estoy haciendo. Llega un momento donde tú eres eso y yo opté por asumir esa identidad más allá del nombre artístico. Cimafunk habla de mí, de mis cosas, de lo quiero que me suceda. Eso traducido en la música, en el show, en mi proyección ante la vida. Significa descargarle a lo que hay.

¿Viene siendo tu actitud ante la vida?

Sí. Es el modo en el que enfrento la vida,  que ha ido evolucionando. Primero era la necesidad de buscar (el Cima recorriendo las calles, tratando de encontrar el camino y la “película personal”). Ahora sigo en esa búsqueda, pero ya un poco más consciente de que el día es el día y la noche es la noche, que todo eso junto son 24 horas y es tiempo de vida. Entonces, hay que gozarlo, hay que descargarle, manteniéndome creativo e innovador, pero siempre vacilando. Si hay salud y todo está rico ―mi banda, mi comunidad, mi equipo―, entonces todo está bien.  Esto es lo que significa Cimafunk como proyecto y como persona. 

Siempre hablas de la cultura cimarrona y de la cultura negra como  punto de partida. ¿A ti te llama todo lo que tiene que ver con la “cultura negra” o solo la “cimarrona”?

Es difícil darte una respuesta concreta, porque para mí es lo mismo. Todo lo que llegó negro a América, sin importar su lugar de procedencia, se convirtió en lo mismo. Con diferentes idiomas y manifestaciones culturales, diferentes conceptos, pero en esencia todos vinimos como esclavos. Llegamos aquí en igualdad de condiciones. Fuimos la única raza que vino obligada, porque el resto de las personas vinieron buscando fortuna, trabajo, oportunidades. 

Para mí el concepto de la negritud es conectarse con la historia y con los factores que hicieron posible que tú estés aquí hoy, haciendo lo que estás haciendo. Ser negro implica muchas tallas. Por supuesto, haber venido de esclavos nos puso en una posición de desventaja, estás por debajo. Por eso, tras la liberación de los esclavos, tuvimos que irnos a zonas marginales para sobrevivir. Tú en África estabas tranquilo en tu aldea, haciendo tus cosas. De momento te arrancan de eso y te traen pa´acá a cortar caña, a sobrevivir como puedas. Tus opciones siempre son inferiores, eres un marginado. Poco a poco, intentas expandirte y acomodarte. Eso se va transmitiendo de generación en generación, pero no es algo que pase  de un día para otro. El momento que te toca vivir a ti es la oportunidad que tienes para decir “esto está bien, esto está mal”, y tener muy claro cómo lograr las cosas. No es lo mismo la generación de mis padres, la mía o la generación de mis chamacos. Pero al final sí lo es la conciencia de estar, de ser, de entender qué cosa eres, a dónde vas y de dónde vienes. 

Cimafunk. Foto: Michael Weintrob.

Cimafunk. Foto: Michael Weintrob.

¿Para ti la negritud es una bandera?

No, no es una bandera, es una realidad. No es una cosa externa o ajena. Yo soy negro, esa es una realidad con la que vivo desde chama. Hay un punto cuando eres niño, en el que tú no entiendes ni aceptas esa realidad porque a esas edades uno no tiene conciencia real, y te formas una opinión de lo que significa ser negro a partir de cómo lo entienden otros. O sea, tú interpretación de “ser negro” se construye a partir de opiniones externas. Entonces, es complicado. Por ejemplo, cuando perteneces a la única familia negra que existe en un lugar, entiendes eso como algo inferior, o que está mal, que te limita. Eso es lo que se te mete en tu subconsciente. Luego, cuando te enfrentas al mundo real, te das cuenta de que, efectivamente, en algunos lugares tendrás menos posibilidades. Pero cuando creces, sacas tus propias conclusiones y te informas, empiezas a tratar de identificarte. Ahí es cuando chocas de frente con la realidad de lo que eres, con tu historia y el valor que tiene todo lo que trajimos a este continente: sabrosura, música, flow, comida. Entonces no es una bandera, simplemente soy yo descargándole a eso. 

¿Hasta qué punto esa realidad de ser negro y pertenecer a esa raza interviene en tu música, o determina tu arte?

Yo no soy de una raza ni soy de otra, yo soy yo. Que el mundo, en dependencia de como me veo, haya dicho “tú eres negro” es otra cosa. Ahí es donde tú tienes que interpretar eso de una manera en la que no te afecte, porque normalmente eso afecta a mucha gente. En su momento a mí me afectó también. Es un proceso con el que vas lidiando y sobrellevando mejor con el tiempo.

Cuando hablamos de afectación, necesariamente no tenemos que verlo como algo negativo.

Es positivo, si al final logras encontrar el camino. Pero, por ejemplo, durante la niñez eso puede ser un tema bastante fula, porque es real que vas a ser segregado por los mismos amiguitos de la escuela, por la gente del barrio, por amistades, porque culturalmente todo está súper condicionado para que sea así, no solo en Cuba, sino en muchas partes del mundo. Todo eso influencia mi arte, sobre todo la manera en la que yo lo vivo. Y el modo en  que yo lo entendí y en  que mi cuerpo lo quiso explicar es la manera en la que hago mi arte. Por eso, si tú escuchas mis canciones, te estoy hablando desde una perspectiva personal. A mí no me gusta hablar de nada más allá. Yo hablo de mí, porque al final esa es la única experiencia fiel que tengo. De lo que vivo o viví, es de lo único que puedo hablar con total certeza. Entonces, cuando lo digo, lo hago a mi manera, como lo siento. Con una talla real, tocá, con orgullo, porque está rico, porque eso es lo que me provoca. Llegó un momento en el que me di cuenta que me gusto. Cuando chama yo no era consciente de eso, pero por suerte ahora sí lo soy. En un momento me di cuenta de que me caigo bien, me siento rico, me descargo, y justo ahí es cuando uno empieza a gozarse. 

¿Qué elementos crees que diferencian tu música de otras tantas que se escuchan actualmente en Cuba?

La diferencia es que soy yo. Aquí todo el mundo está haciendo lo suyo de una manera diferente, aunque sea el mismo género. Mi música la estoy haciendo yo. Digo a través de ella cómo me siento, quién soy, lo que me gusta. Y, a la vez, a mí me gusta la experimentación con los ritmos. Me gusta meterme en algún lugar que se aleje un poco de lo que está sucediendo cien por cien. Desde el principio me ha gustado eso, probar otras cosas que pueden salir bien o mal, pero no importa. Si me gusta, pa’ mí está en talla

Eso que dices de los ritmos y que te gusta experimentar, se puede advertir en tu música desde la primera escucha. Sin embargo, si me preguntaras a mí, como oyente, cuáles son los ritmos o géneros que puedo identificar como constantes en tu música, de seguro te voy a decir que hay mucho de música cubana obviamente, de funk, de cuestiones tal vez más africanas, que serán digamos la base  sobre la que trabajas. O sea, ¿la experimentación de la que hablas  es a partir de una base?

Yo siempre voy a trabajar ritmos cubanos, de eso no me puedo deshacer. Siento que esa es la verdadera ventaja, porque es de lo que más yo sé. Si tú naciste aquí, escuchando música cubana, bailando música cubana, tus padres, tus amigos, tus abuelos, eso está dentro de ti. Toda esa información se transmite incluso genéticamente, toda esa vibración, esa energía, el sonido. La música lleva una pila de tallas que te envuelven cuando tú naces, la tienes incorporada. Cuando empecé a hacer música, me sentaba y decía “¿qué voy a hacer?”. Me pasaba horas buscando, pero al final siempre me tiraba pa’ ahí. En mis primeras producciones (Terapia, Ponte pa’ lo tuyo), yo no era consciente de qué me jalaba pa’ allí. La intención nunca fue hacerlo así, la intención era dejarme llevar, y era eso lo que salía. Después, cuando empiezas a estudiar y a dominar los programas para producir música, tratas de hacer otros géneros y empiezas a desglosar un poco los flows y los trucos de cada estilo. Y ahí es donde te das cuenta de lo que hiciste, todo lo que le incorporaste. Yo he cogido temas míos y los he partido en una pila de pedacitos, y he descubierto un montón de cosas. Lo primero es que para mí están ricos, a mí me encantan. Luego te das cuenta de que es una talla súper cubana. Escuchas el son, el chachachá, to’ eso. 

Siempre van a haber cosas de la música cubana allí dentro. Por ejemplo, yo soy fanático al pilón, al changüí. A veces eso no está específicamente en un instrumento o en algún fragmento, pero en el aire, en la cadencia del tema, sí se siente. Te lleva pa’ ahí. Lo otro siempre llega inventando, buscando por ahí pa’ allá a ver qué sale, con qué te encuentras. 

Haciendo un análisis superficial de tus dos producciones discográficas ―Terapia (independiente, 2017) y El Alimento (Terapia Productions, 2021)―, nos damos cuenta de que, aunque están las mismas influencias de base, a nivel genérico, rítmico y de concepto sonoro, hay diferencias notorias.

El Alimento es una historia complicada, porque nace en la pandemia. Era el momento donde yo iba a empezar una gira con toda la locura que eso implica, y de repente todo se detuvo. Y ya, no me quedó más remedio que meterme en la casa otra vez a producir y crear música. Producir no era algo que yo tenía planificado. Fue medio fundente, porque realmente yo no estaba pa’ eso. Por suerte, el productor fue Jack Splash, que es un monstruo súper duro y buena gente. Hicimos una química súper letal. Empecé a aprender, y todo el tiempo de pandemia me lo pasé aprendiendo a producir, me alimenté de todo eso. Por eso El Alimento, porque literalmente me alimentaba. Aprendí muchas cosas de la factura, la textura, la calidad del sonido, de cómo reconocer el punto en el que la canción te dice “ya, esto es lo que yo necesito”. 

Cimafunk junto a Chucho Valdés. Foto: Sama Dizayee.

Cimafunk junto a Chucho Valdés. Foto: Sama Dizayee.

Yo estaba adaptado a buscar sin parar, y poner información a los temas. Siempre tenía la necesidad de completar. Pero a veces las cosas están completas desde el principio, y a veces cuando ponía muchas cosas las canciones quedaban bien complicadas, enredadas. No lograba nada tampoco, no me sentía conforme. El proceso con El Alimento fue darle a la canción la magia que lleva. Cuando Chucho [Valdés] se sentó y grabó el piano, yo le decía: “Maestro, haga usted lo que quiera”, y me decía: “hermano, esto lo que lleva es una sencillez en el acompañamiento”. El tipo grabó toda la canción y luego hizo un solo perfecto, exacto. Y pensé, si este tipo hubiese sido otro pianista con otro tipo de flow, hubiese imaginado algo más sobrecargado, para lucirse más. Y cuando vi que él tomó esa elección tan humilde dije: “verdad que la sabiduría es algo de madre”. La canción te dice lo que ella necesita, lo que hay es que saber escucharla. Tú no tienes que probar ni demostrar nada. No hay que volverse loco y tocar doscientas notas. Si la canción te está pidiendo algo sencillo, dale eso y quédate allí eternamente hasta que te pida otra cosa. Pero que ese tipo de cosas las haga alguien como él [Chucho], que es un monstruo, es sorprendente. Te da la medida de que los que saben, saben. Es como el Robe [Roberto Carcassés], que de pronto te hace una cosa súper complicada y genial, y luego va y hace algo sencillo, tranquilo, como en el tema Vivo para ti. Te hace un arreglo que respeta la esencia del tema, te toca lo que va. Te das cuenta de que el tipo sabe escuchar lo que la canción quiere. 

El Alimento tiene eso. Yo intenté ser consciente de esas cosas todo el tiempo. A veces uno se desespera tratando de demostrar cosas, y entonces sobrecarga las canciones. Uno solo tiene que escucharse y fluir. Lo más difícil es lo más fácil. 

¿Tú defines tu trabajo como un producto musical, como un producto artístico, o  no te ves como un producto?

Sí, sí, esto es un producto, un producto artístico. Si tú eres una persona, todo lo que tú haces en la vida es arte. Caminas y bailas con tu flow, tienes tu propia expresión, original. Eso es arte. Yo trato de transmitir eso que soy en la música, en el escenario. Hay gente que lo hace de otras maneras: bailando, soldando, cocinando… Yo no creo que sea un producto musical propiamente dicho. Para mí eso no existe. Si escuchas ahora mismo un disco, no vas a oír solamente la música. Ahí hay un montón de cosas pasando, de mensajes que te están tratando de transmitir, que van más allá de un sonido en el tiempo. Es una expresión personal. 

Deconstruyendo todos los elementos de ese producto artístico que  es Cimafunk  (estética visual, identidad sonora, timbre, una performance determinada), ¿cuál crees que le llame más la atención al público?

No sé, asere. Yo creo que la gente está conectada con mi pincha por diferentes razones. Yo nunca he podido delimitar algo específico que funcione como gancho. Creo que quizás lo que más les  gusta es que sienten verdad, porque lo que yo digo en mis canciones es real. Yo vivo así. No es como que diga “tengo una pila de chachas en la discoteca”. Eso es mentira, esa no es mi realidad. Entonces, yo no canto eso. Intento siempre contar cosas que sean reales, porque al final la gente casi siempre vive y pasa por lo mismo. Todos tenemos puntos en común. Cuando tú pones sobre la mesa tu lado humano, la gente se conecta y dice “coño, este chamaco me entiende, él anda en lo mismo que yo”. Y ahí es cuando la gente canta las canciones. Es como cuando Ricardo Arjona canta Dime que no; a todo el mundo le ha pasado eso, y es ahí cuando la gente hace la conexión. Ese tipo de gancho lo tiene mucho el género urbano, sobre todo el cubano. Por eso me cuadra to’ lo que está pasando con el reparto, porque es sincero y porque los ritmos son cubanos. Es música cubana desde la visión de los chamas. Ya los textos y los mensajes… cada cual con su mensaje. Pero como tal, el fenómeno responde a la música cubana más contemporánea, y eso está perfecto. 

Ahora que me hablas del reparto y las nuevas visiones musicales, me pregunto si tus referentes sonoros siguen siendo los mismos que hace cuatro años atrás.

No, no. Siempre uno incorpora música nueva, aunque de hace un tiempo para acá volví a escuchar lo mismo. Volví a conectar con el Benny, con Rolando Laserie. Eso es por etapas. Revisitarlos es súper interesante, porque de repente encuentras cosas nuevas. Ahora mismo estoy conectadísimo con Arsenio Rodríguez, con Los Papines. Juana Bacallao me tiene  loco. Me parece increíble cómo se adelantó a su tiempo. Celeste Mendoza igual, está siendo un viaje, el fenómeno Irakere me explota la cabeza. Volví a entrarle a los discos viejos de La Charanga Habanera. James Brown, por supuesto; Marvin Gaye. Estoy escuchando muchísima música cubana nueva. Hay un montón de chamas que están excedidos, haciendo música que me cuadra. No sé el nombre de todos, pero por ejemplo El Wampy, to’ esa gente está haciendo melodías que me gustan; los ritmos que están usando también me sirven. Igual estoy chequeando muchos productores cubanos nuevos. Es importante para mí saber por dónde se están moviendo las producciones cubanas. Todos estos productores como DJ Jigüe y [el sello] Guámpara, por ejemplo, hicieron una cosa diferente, sin planificarlo, simplemente produciendo. Entre todos le han dado un sentido nuevo a la música y lo están refinando cada vez más. 

Tú escuchas los temas de reparto por ejemplo, y te das cuenta que han ido evolucionando. Eso era una cosa cuando El Choco, luego le metieron una pila de transformaciones, y ahora está súper limpio. Tú escuchas la música ahora y todo es nítido, con unos lied, con unas cosas, el empleo del bombo, la clave, todo… La misma clave cada vez está más alante. Está mortal. Es como si los chamas se hubiesen dado cuenta de que eso es lo de ellos,  lo saben hacer perfecto. Nadie lo puede hacer como ellos. 

Cimafunk. Foto: Sama Dizayee.

Cimafunk. Foto: Sama Dizayee.

¿Te parece entonces que de cara a la industria musical internacional, tener elementos evidentemente característicos de la música cubana como la clave, es sello de identidad y garantía de éxito comercial?

Yo intento no mirarlo desde esa talla de garantía comercial, porque eso es un camino súper loco, pero de identidad sí. Creo que eso es una marca que dice de dónde tú eres, a dónde perteneces. Yo cuando lo hago estoy tranquilo, porque lo hago como lo siento. Por ejemplo, en el Cun cun prá la clave está atravesá, porque yo no sé música. Yo hago la clave a mi manera. De pronto me vino de una forma y  así se quedó.  Así se bailó y se sigue bailando. Alguien que sabe  me dijo que esa clave estaba atravesá, aunque yo sinceramente no entiendo bien por qué. Pero yo lo siento así, y si lo siento así no puedo decirlo de otra forma. No fue pensando en que fuera una garantía comercial, un gancho, aunque sí sé que  funciona. Al final  la mayor parte de la música bailable en el continente está influenciada por la música cubana. Mira lo que hicieron Machito y los Afro Cuban cuando llegaron a Nueva York. Se expandieron por todas partes. Después Pérez Prado, Arsenio, el Benny. Toda esa gente colonizó el ritmo porque era mucho lo que estaba pasando aquí en la música. Eso estuvo pegado allá. Ahora sigue pega’o, pero está repartido en diferentes trocitos. Se difundió.

Entonces lo que  siempre va a ser una garantía es hacer lo que tú entiendes de verdad, lo que tienes dentro. Si tú eres un músico cubano y traes la clave, hazla. Te va a salir bien porque es lo tuyo, y la gente le va a descargar porque tiene verdad. 

Si fueras a describirle a alguien cómo es tu música, ¿qué le dirías?

Mi música es descárgate, quiérete, consúmete, vacílate. Descárgale a cada pedacito de tu cuerpo, a cada sensación que tienes. Descárgale a eso. Y si mi música te acompaña entonces está letal. Eso es lo que pasa cuando tú vas a los shows en vivo, que ves que la gente está gozándola sin importar la edad, ni de dónde son, ni la cultura a la que pertenecen. Gente que puede pensar diferente y que tienen distintos  conceptos de la vida, pero que gozan tu música. Llega un punto en que la música genera un estado tribal, donde  se  olvida todo eso. Se te olvida lo que consumiste de la sociedad, lo que tienes aprehendido. Tú simplemente empiezas a moverte. Tu cuerpo empieza a volverse to’ loco, y tu mente empieza a enajenarse . De momento estás metido en un bulto de gente donde todos están felices, gozando, descargando. Después vuelves a la realidad, pero lo haces con un poquitico menos de esto, y un poquitico más de lo otro. Mi música es ese proceso. Sobre todo  en vivo. Eso de que te goces como persona y como ser humano, que te quieras independientemente de todo lo que te hayan dicho. Cuando entendí eso, fue como encontrar la felicidad. 

No se puede negar el éxito, popularidad o ascenso que has tenido como artista en los últimos tiempos, sobre todo en el ámbito internacional. ¿A qué crees que se debe?

A eso que te comentaba. Yo creo que no hay una razón más allá, porque al final la música es música. Hay muchas canciones buenas. Pero el éxito está en que la gente vaya y goce. Que sientan que lo que  les estoy diciendo les da alegría y bienestar. Entonces lo siguen escuchando y  teniendo momentos lindos. Creo que se debe a eso, a que yo me descargo y me quiero, y que eso lo trato de decir en la música, y lo mismo todo mi equipo. Todos estamos en el mismo proceso. Al final  estamos jugando, es divertido. Se siente genial subirse a un stage y ponerse una saya, que al mismo tiempo es un estilo, es un flow. Tú vas creando una identidad, una estética. En la música también. Hay canciones en las que yo he grabado con unas tijeras, por ejemplo, porque era cómico hacerlo; y luego te diste cuenta de que funcionaba, y lo dejaste. Ese tipo de fiesta, de celebración, de libertad a la hora de crear es una suerte. Pa’ mí es un regalo nacer y que me hayan dicho “toma, lo tuyo es esto”. Haber llegado ahí es una suerte y  hay que celebrarlo. Eso es lo que la gente siente. 

Cimafunk y sus músicos de La Tribu. Foto: Damián Díaz.

Cimafunk y sus músicos de La Tribu. Foto: Damián Díaz.

Si te dieran a escoger músicos de cualquier época, estilo, lugar, para armar tu banda, ¿cuáles serían?

Los que tengo. Volvería a escoger los que tengo (Mister Candy, bajo; Ilaria Cacao, trombón; Katy Cacao, saxo; Dr. Zapa, drums; Machete, percusión, El Wao, piano; Bejuco, guitarra; Big Happy, percusión menor). Esa es mi banda, es mi familia. Ya nosotros pasamos más tiempo juntos que con nuestras familias, así que imagínate. Tenemos una conexión  innegable. Hay muchos músicos cubanos de los que yo soy fan. Andy García por ejemplo, Raúl González en la guitarra, que es una cosa fuera de control. Charly González, que grabó en El Alimento; Olivia Soler, que toca el tres que es una cosa muy grande, con un genio súper específico pa’ eso. Alejandro Delgado, que es mi consorte y tremendo trompetista; Julito Padrón; Nan Sam; Clo en la guitarra; Joao, que está en talla; Kamankola con su mecánica. Roberto Carcassés, que sabes que es el profe. Los grandes de siempre. Pero chamacos hay una pila. 

Es que aquí esto es una locura. Todos los músicos son buenos. To’ el mundo tiene su flow. Estos que te menciono son con los que yo he tenido contacto cercano, con los que he grabado y conozco sus pinchas. Pero aquí todos los músicos son buenos, todos tienen algo que decir. Por eso cuando nosotros llegamos a donde llegamos, la gente se para a escuchar. Este es un país musical. Todo el mundo toca, canta, baila. Cualquiera puede tocar en mi banda y yo puedo tocar con la banda de cualquiera también. Estuve con David Torrens, con Interactivo, que fue la escuela. Hice reguetón. Uno va caminando por mil géneros, es la mejor manera de aprender. 

Si fuéramos a ponerle un sinónimo a Cimafunk, ¿cuál sería?

Erik. 

Leannelis Cárdenas Díaz Siempre cantando y sonriendo. ¡No hay mejor manera de enfrentar la vida! Músico y musicóloga los siete días de la semana. Cubana de pies a cabeza, por dentro y por fuera. Palabras claves: música, familia, luz, amigos, viento, libre, girasol, sonrisa, miel, Cuba. Más publicaciones

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