
Casi todo Amaury / Amaury Pérez Vidal
Una presentación de un disco debería ser un suceso cultural. Lamentablemente, por muchas razones, no siempre sucede así. Por eso es de celebrar lo acontecido recientemente en el Museo Nacional de Bellas Artes, a propósito de darse a conocer la compilación fonográfica Casi todo Amaury, dedicada al cantautor Amaury Pérez Vidal y llevada a cabo por el sello Bis Music de Artex.
La producción fonográfica en la que se hace un compendio total —o lo más abarcador posible— de la obra de un intérprete, compositor o agrupación resulta muy escasa en la discografía cubana, pese al valor cultural e histórico que posee este tipo de materiales. Entre esos contados ejemplos cabría mencionar la colección 30 años de Música que, contentiva de siete álbumes y dos DVD de José María Vitier, editó la Fundación Autor de la Sgae en 2006; el denominado Masterizados, acerca de la obra de Benny Moré; o, en fecha más reciente, el publicado por Bis Music a propósito de todo el quehacer de Pablo Milanés, un excelente material que entre nosotros ha pasado prácticamente sin penas ni glorias (para no perder la costumbre) y que, en mi opinión, debería relanzarse durante el 2023, para celebrar el 80 cumpleaños del cantautor cubano.
Por lo anterior, me parece de suma valía que Bis Music haya enfrentado de nuevo un reto de esta naturaleza, esta vez con la producción de un proyecto fonográfico al estilo de Casi todo Amaury, a propuesta del cantautor. En esta caja o estuche, que incluye seis CD y un documentado libreto-portada, se recogen 96 canciones de Amaury Pérez Vidal, una amplia selección de sus más de 300 composiciones. Sin ninguna discusión, él es uno de los buenos cantautores cubanos desde que, antes de cumplir 19 años, entrase por primera vez en un estudio para grabar una pieza suya. El material ahora compilado se organiza por décadas, desde inicios de los 70 hasta el presente.
Por lo general, entre la obra de cualquier músico suele brillar un gran disco, suerte de trabajo consagratorio por el cúmulo de méritos artísticos que posee. Como he escrito en anteriores oportunidades, en mi opinión, Amaury es de los poquísimos afortunados en Cuba que en su trayectoria posee no uno, sino dos fonogramas en ese nivel. Me refiero a Martí en Amaury. Poemas de José Martí cantados por Amaury Pérez (Egrem, 1978), con producción de Mike Porcel, y el titulado Aguas, con Ricardo Eddy Martínez (Edito) como productor. Estos dos álbumes forman parte de Casi todo Amaury, compilación que de algún modo se me antoja también como un homenaje a los 50 años del Movimiento de la Nueva Trova, del que el cantautor fue uno de sus fundadores más jóvenes en diciembre de 1972. Es curioso cómo, a pesar de su escandalosa expulsión del movimiento debido a las limitaciones ideológicas que colmaron nuestro acontecer en los años 70, con el transcurrir del tiempo devino él mismo uno de los símbolos de esa corriente ideoestética.
Una audición minuciosa de los seis discos del estuche que Bis Music ha editado permite corroborar ciertas ideas y descubrir otras. Así, la escucha de los 96 temas aquí compilados me ratifica la evaluación positiva que poseo acerca del Amaury compositor, un hacedor de piezas con total conjunción entre melodía, texto y armonía.
Con esta producción uno se percata además de la cantidad de canciones suyas que en los últimos 50 años han gozado de enorme popularidad, sin hacer concesiones en aras de alcanzar el favor del público. Ello resulta significativo especialmente porque los textos de las composiciones de Amaury suelen ser largos y complejos de decodificar para quien no está entrenado en las lides literarias. Sin embargo, han prendido entre los oyentes, algo en lo que creo ha ayudado el dominio que Pérez Vidal tiene de los secretos de la balada, ese género tan popular y del que él es un verdadero conocedor.
Mientras escucho algunos cortes de Casi todo Amaury no puedo evitar meditar en el carácter polisémico que tiene una obra artística cuando es hecha desde el auténtico talento creativo. Me sucede con algunos temas de Amaury aquí recogidos, que en su momento disfrutaron de múltiples lecturas. De tal suerte vale destacar que en la década de los 80, cuando la sociedad cubana era aún más dogmática que en la actualidad, canciones de Pérez Vidal no escritas con semejante intención se convirtieron en himnos de batalla por parte de la entonces no tolerada comunidad LGBTIQ+.
Otro saldo positivo que arroja esta compilación es que muestra el buen tino que ha poseído Amaury durante su carrera para escoger a las personas encargadas de hacer las orquestaciones o los arreglos de su repertorio. Desde Mike Porcel y Edito, pasando por nombres igual de relevantes como Lucía Huergo, Manuel González Loyola, José (Pepe) Novás, Fernando Rodríguez (Archi), Beatriz Corona y tantos otros hasta llegar a su actual mano derecha musical, Juan Manuel Ceruto. El listado de orquestadores es de primer nivel y, lo que para mí resulta más importante: han sabido captar la esencia de la propuesta musical de Pérez Vidal como cantautor, algo que no siempre ocurre con los arreglistas.
Como ninguna obra humana es perfecta, en Casi todo Amaury, más allá de su extraordinario valor, hay aspectos que al menos a mí me dejan insatisfecho. Entre ellos señalaría el hecho de que aquí se incluyen piezas que fueron regrabadas, con excelentes orquestaciones y tal vez hasta con un resultado artístico mejor que en la propuesta original; sin embargo, dada la valía histórica que posee este tipo de materiales a la hora de comprender la evolución de un creador e intérprete, considero que es la versión original de cada tema la que debiera recogerse, por imperfecta que fuese.
Ello sucede, por ejemplo, con ese clásico que es Acuérdate de abril, que —por su importancia documental— hubiese preferido que apareciera en su primera toma, la de los años 70, y no la escogida y que procede de una grabación más cercana en el tiempo.
Igualmente, echo de menos que en el acápite de las colaboraciones de Amaury con otras figuras no encontremos nada de lo que hizo en su momento con la otrora muy popular y hoy casi olvidada Mirtha Medina. Asimismo, y aunque obedece a los obstáculos que llegaron con la pandemia —según explicó el propio Pérez Vidal en la presentación en el Museo Nacional de Bellas Artes—, es de lamentar que en Casi todo Amaury no se incluya una muestra de canciones suyas, escritas en la década de los 70 por encargo de la UJC y con arreglos de Frank Fernández, para las galas a propósito del 4 de abril, cuando la aludida organización política se tomaba en serio esos espectáculos y propiciaba memorables galas artísticas. Por lo que representaron para mi generación, en la compilación siento la ausencia de temas como Andes lo que andes, Quién sabe más, Viva Puerto Rico libre.
En una exégesis, gracias a propuestas como la que aparece en Casi todo Amaury uno puede, desde otra perspectiva, formular análisis que trascienden al protagonista de la obra. De este modo, la compilación pone en evidencia algunos de los problemas de las discográficas cubanas. En la selección de canciones se hace notable —en especial en la que corresponde a grabaciones a partir de los años 2000— que, pese a sus valores estéticos, no recibieron siquiera una elemental promoción, ni de parte de las disqueras que las editaron ni por los medios de comunicación. Incluso, notamos que, como también sucede con otros creadores, Amaury posee discos que, después de estar listos para su circulación, jamás fueron concretados como soportes por la casa matriz.
Al margen de los anteriores señalamientos, que en nada enturbian la trascendencia de esta obra, la presentación de Casi todo Amaury en Bellas Artes, a la que asistieron un buen número de sus amigos y amigas, tuvo el valor agregado de permitirnos escuchar un mini recital con algunas de las canciones más conocidas del creador de Acuérdate de abril y Encuentros. No recuerdo la cantidad de años que no presenciaba una actuación de Pérez Vidal, quien desde hace mucho tiempo no aparece en su condición de cantautor sobre los escenarios cubanos.
Este es, entonces, un trabajo compilatorio que hay que intentar tener en casa y disfrutarlo pieza a pieza para aquilatar en su justa dimensión la trascendencia para la música cubana de Amaury Pérez Vidal como hacedor de canciones. Su realización es de esas propuestas por las que nuevamente hay que recurrir a la palabra, según Cintio Vitier, más importante en castellano: ¡Gracias!
Muchas gracias Joaquín!!