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Artículos Ilustración: Jennifer Ancizar

Breve historia de un yuma en La Habana: mi experiencia con la música cubana

La idea que el yuma tiene de Cuba: Cohiba, Cadillacs y Guantanamera. Desde el punto de vista de un extranjero, cuando se piensa en la música cubana cuesta nombrar grupos musicales de la Isla; quizás con alguna información sobre cultura popular podría nombrarse al Buena Vista Social Club o a Celia Cruz.

Antes de mi llegada a Cuba mis conocimientos sobre la música cubana eran escasos. En mi adolescencia había descubierto el rap cubano con Doble Filo y la salsa con David Calzado y su Charanga Habanera. No obstante, a pesar de mis referentes, subestimé el ingenio, la creatividad y particularidades de la música cubana. Los últimos meses han sido reveladores; mi viaje por la escena musical cubana ha sido diverso, con altas y bajas, pero siempre con la disposición de aprender del pasado, el porqué del presente y los cambios que pudiesen suceder en el futuro.

Uno de los primeros viernes después de mi arribo a la Isla, paseaba por las calles de Centro Habana y llegué al ilustre barrio de Cayo Hueso. Me llamó la atención que la mayoría de las casas tenía la puerta entreabierta, y de algunas salían sonidos desconocidos. No lo sabía, pero esa misma noche habría un concierto en el Parque Trillo, como parte del Festival de Jazz. Esa tarde conocí al famoso grupo de songo Los Van Van. Gracias a este, mi primer evento musical en Cuba, entendí el sentido de comunidad del cubano. Nunca podría imaginar un concierto así en el Reino Unido, sobre todo por la cercanía y el calor que le brindaban los artistas a la gente. Este evento reafirmó mi idea romantizada de la música cubana pero, a decir verdad, aún me quedaba mucho por aprender.

Aunque fui a otros conciertos durante el festival , no pude eludir la tormenta de fuego que es el reparto. La idea de este género musical, más allá del entendimiento, es gozarlo. Podría jurar que Cuba es uno de los pocos países del mundo, junto a Jamaica y República Dominicana, donde un género tan contemporáneo se disfruta lo mismo por un infante de cuatro años, o un joven conduciendo una moto eléctrica, que por una anciana sentada en un portal.

El fenómeno de la música y el disfrute de la misma se extiende más allá de la escucha del reparto. Por ejemplo, la juventud cubana conoce bien la música de sus padres (Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Elito Revé y su Charangón o los mismos Van Van) y también la de sus abuelos (Los Zafiros, Benny Moré, Elena Burke y Omara Portuondo). Es muy curioso que, a pesar de la popularidad del reparto en Cuba, no haya alcanzado en Europa la misma fama que tiene el reguetón. Quizás los oídos occidentales no están acostumbrados a los gritos de poh poh poh. 

En mi viaje pude comprobar el punto en común que para EE.UU. y Cuba representa la influencia africana en el panorama musical. El 20 de febrero en el Teatro Martí fui testigo de la raíz conectora entre estas naciones. Como parte de la celebración del Mes de la Cultura Afroamericana, dos intérpretes fenomenales, Tonya Boyd-Cannon y Brenda Navarrete, apoyadas por otros instrumentistas de similar talento, se unieron para concebir un concierto electrizante. A pesar de la barrera idiomática, Tonya quería comunicarse con el público cubano como fuese, por lo que repetía constantemente: “La Habana, Cuba”, “Gracias”, “Ashé”.

En una de mis tantas travesías por la capital, que pudiese calificar como el París del Caribe, tomé una de las llamadas “gacelas”. El chofer después de mi entrada y el cobro de los cinco pesos del trayecto, aumentó el volumen de la bocina a todo lo que daba con Bacalao con Pan, del grupo Irakere. Inmediatamente los pasajeros comenzaron a interactuar activamente con la canción, bailando o coreando en su asiento. Una escena que definitivamente nunca vería en el epicentro de mi país.

Podría enumerar durante horas todos los conciertos a los que he asistido en mi tiempo en Cuba; por ejemplo, un evento fenomenal de rap en el  Teatro Bertolt Brecht en abril (con los raperos Elephanto, Milton McDonald y EIDI). Pero me siento incapaz de detallar cómo cada uno de ellos ayudó a este viaje introspectivo que he hecho con la música cubana.

A pesar de los altibajos que puede haber sufrido el país caribeño a lo largo de su historia, la música sigue en la gente. Puede leerse como el cliché de que se debe estudiar los sonidos de un país para comprender a la población; sin embargo, hablo de un caso excepcional. En Cuba, es la interacción entre la población y la música lo que realmente caracteriza la mentalidad de la gente: su perseverancia, tenacidad e ingeniosidad.

Alfie Williams-Hughes Más publicaciones

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