
Apuntes sobre la escena musical cubana en Toronto
En 1998 los distritos Old Toronto, York, Scarborough, Etobicoke, East York y North York se fusionaron en lo que conocemos hoy por Toronto. El resultado de esta unión, que muchos empezaron a llamar el 6ix, se convirtió en la cuarta ciudad más poblada de Norteamérica, y en la más multicultural del mundo. El 6ix se consolidó como la capital cultural y financiera de Canadá. Con el objetivo de sacar provecho a su diversidad cultural, la administración de Toronto ha invertido cuantiosos recursos en el desarrollo de la “economía creativa” y, por tanto, de las industrias culturales.
Específicamente en la industria de la música, existe una estrategia oficial liderada por el Consejo de Consultoría de la Música de Toronto (TMAC). En un reporte de esta organización publicado en 2016 se ubica al 6ix como el tercer mayor mercado regional para la música en Norteamérica –incluyendo México. Los indicadores que se muestran en el informe son impresionantes. El reporte demuestra además que existe respaldo de los consumidores, abundante mano de obra calificada e infraestructuras eficientes que optimizan el uso de los envidiables recursos artísticos, económicos y tecnológicos con que cuenta la ciudad. El mayor reto para los músicos y profesionales de la industria continúa siendo el alto costo de vida, que en años recientes ha alcanzado niveles alarmantes.
En las últimas tres décadas la música y los músicos cubanos han ido ganando reconocimiento, participación y popularidad en el 6ix. En la actualidad Toronto tiene una de las concentraciones de músicos cubanos más grandes fuera de la isla – quizá solo superada por algunos asentamientos en los Estados Unidos y España. Sin embargo, creo que no exagero si digo que los que no viven o trabajan en el 6ix conocen muy poco sobre esta escena musical.
¿Qué tipo de “música cubana” se hace en Toronto? ¿Qué músicos, proyectos, productores, promotores, espacios y eventos se han destacado más? ¿Qué características fundamentales tiene la escena? ¿Qué oportunidades y alianzas han impulsado su desarrollo y cuáles no se han aprovechado al máximo? Estas son, por supuesto, preguntas que varias personas han intentado contestar antes. Ahí están los excelentes trabajos académicos/periodísticos de autores como Brígido Galván, Anne Marie Gallaugher, Lise Waxer, Karen Dubinsky, además de los numerosos artículos que se han escrito en torno a la figura de Jane Bunnett. Quizá el hecho de que casi todo se haya publicado en inglés no ha ayudado a que la historia de los músicos cubanos en Toronto sea más conocida fuera de Canadá y los Estados Unidos.
Según el prolífico productor y curador musical Derek Andrews, antes de los 1990s la escena giraba en torno a los conciertos de músicos cubanos expatriados en los Estados Unidos – a lo Celia Cruz y Gloria Estefan. Todavía no existía un asentamiento considerable de cubanos en Toronto y para los músicos que residían en la isla era bien complicado y burocrático viajar a cualquier parte. Hasta ese punto había poco que contar sobre la presencia de músicos cubanos en la ciudad. Quizá el caso más significativo sea el del cantante, guitarrista y empresario cienfueguero “Chicho” Valle, que en los 1960s y 1970s deleitó a las audiencias locales con sus presentaciones en espacios como el Cork Room o el Inn on the Park.
Ya a finales de los 1990s esto cambió un poco. Como parte de la estrategia del estado cubano para lidiar con la crisis desatada por la desaparición de la Unión Soviética, los músicos alcanzaron más libertad para viajar y trabajar en otros países. Por ejemplo, en 1997, gracias a la gestión de Derek Andrews y al apoyo del sello discográfico mexicano Discos Corason, Eliades Ochoa y su Cuarteto Patria ofrecieron un concierto que formó parte de las celebraciones del Peeks Toronto Caribbean Carnival – más conocido como Caribana.
Coincidiendo con la explosión del fenómeno Buena Vista Social Club, la música tradicional cubana comienza a ganar popularidad en Toronto. Este momento de excepcional visibilidad y demanda forma parte de algo más grande: las dinámicas de consumo en una ciudad que se define a partir de la diversidad cultural de su población. Ya desde 1988 Toronto se había convertido en la primera ciudad de Norteamérica donde se celebró un festival de “world music” –una colaboración con el británico WOMAD que tuvo cinco ediciones y que sirvió de inspiración para el Small World Music Festival (2002-presente), y a esto se sumó el importante papel que jugó la radio comunitaria. La mayor disponibilidad de financiamiento público y privado para satisfacer la demanda cultural de una población tan diversa, y el boom de la controversial categoría “world music,” coincidieron con la llegada de un número considerable de músicos provenientes de la isla.
Esta oleada de talento logró integrarse rápidamente a la escena latina y a su vez empezó a moldear los contornos de una escena cubana. Por aquellos años de cambio de siglo la agrupación más popular de música cubana en Toronto, Klave y Kongo, llegó a reemplazar a todos sus integrantes no cubanos por músicos provenientes de la isla –la banda fue renombrada Son Aché a partir de este hecho. Según los datos del censo de 2006 que Brígido Galván consultó, unos 5,400 cubanos vivían en el 6ix en ese año, de los cuales una proporción considerable eran músicos. De acuerdo a su excelente investigación, publicada en 2010, la comunidad de músicos cubanos en Toronto supera por mucho en número a cualquier grupo de artistas de otro país latinoamericano. Tanto es así que los cubanos tienen el privilegio prácticamente exclusivo –al compararlos con otros emigrantes latinos– de tocar en agrupaciones de medio y gran formato donde todos los integrantes son del mismo país.
En la actualidad el 6ix cuenta con músicos cubanos de alto nivel –la mayoría formados en conservatorios de la isla– que han elevado la calidad de la escena latina. Muchos de ellos llegaron a inicios del presente siglo, aprovechando el boom de la música tradicional cubana, buscando mejoras económicas y alternativas a la emigración a los Estados Unidos –durante aquellos años la administración de George W. Bush impuso más restricciones a los cubanos que querían visitar o mudarse al sur de la frontera de Canadá. El papel de la pareja compuesta por la flautista y saxofonista Jane Bunnett y el trompetista Larry Cramer ha sido clave cuando se habla de puentes musicales Toronto-Cuba. A través de numerosas iniciativas culturales Bunnett y Cramer han facilitado la entrada de muchos de los músicos cubanos que conforman la escena en el presente.
El proyecto más reciente de Bunnett, Maqueque, tiene antecedentes en el exitoso Spirits of Havana, donde trabajó con grandes de la música cubana como Merceditas Valdés, Guillermo Barreto y Tata Güines. Spirits of Havana introdujo a las audiencias del 6ix a los pianistas Hilario Durán y David Virelles, el percusionista Pancho Quinto, los bateristas Dafnis Prieto y Pedrito Martínez, y al saxofonista Yosvany Terry . Maqueque, una agrupación formada exclusivamente por féminas cubanas, debutó en 2014 con jóvenes talentos como la cantante Daymé Arocena, la pianista Dánae Olano, la bajista Celia Jiménez, la percusionista Magdelys Savigne, la baterista Yissy García y la más experimentada tresera y bajista Yusa. Una constelación de estrellas a la que un año más tarde se incorporaron la violinista Elizabeth Rodríguez y la cantante Melvis Santa. En sus cuatro años de existencia, la banda ha grabado par de álbumes por los que ha recibido amplio reconocimiento –Maqueque ganó el premio Juno a la Mejor Agrupación de Jazz en 2015, y Oddara, fue nominado al Grammy Latino en 2017.
Otros músicos cubanos que gozan de gran popularidad en Toronto en la actualidad son: el trovador Evaristo Machado; el arreglista, compositor y pianista Roberto Linares; los cantantes Yani Borrel y Alberto Alberto; los percusionistas Jorge Luis “Papiosco” Torres, Reimundo Sosa y Ernesto Vizcaíno; el bajista Roberto Riverón; los guitarristas/treseros Pablosky Rosales, Luis Mario Ochoa y Elmer Ferrer; los trompetistas Alexis Baró y Reinier Torres; el tecladista Jorge Betancourt; el flautista Jorge Maza; el baterista Jalidan Ruiz; el violinista Yosvani Castañeda y el saxofonista Luis Deniz –todos hombres, de ahí la importancia de Maqueque y de otros proyectos más recientes como el dúo OKAN. Una de las pocas excepciones que marcaron la diferencia en este desbalance de género fue la presencia de la cantante Telmary Díaz entre 2007 y 2012, cuando decidió regresar a La Habana.
Estos músicos tienden a colaborar entre ellos y con proyectos de otras escenas, sobre todo si se trata de algo “latino,” “world music” o “jazz” –esa etiqueta donde va a parar todo lo que privilegie la improvisación y el virtuosismo, aspectos en los que los cubanos se han destacado históricamente. Sin embargo, las raíces profundas de la música cubana, su reconocimiento a nivel global, y el hecho de que todavía hoy resulte un tanto exótico ver a un músico cubano tocando en Canadá –y las expectativas que se crean en este sentido–, influyen en que muchos se concentren en estilos y géneros al centro de la identidad cubana, derivados de la música popular afro-cubana. Algunas de las colaboraciones más significativas de músicos latinos –Ruddy Bolaños, Luis Orbegoso, Rubén “Beny” Esguerra– con proyectos cubanos se han materializado en el espacio inclusivo creado por el Lula Lounge.

De izquierda a derecha: Dennis Rollins, Jorge Maza y Alexis Baró en el Lula Lounge (2017). Foto: Anna Encheva.
En cuanto a los proyectos actuales que se desvían un tanto de esta corriente más mainstream de son, timba, rumba y salsa, quisiera mencionar a The Battle of Santiago –una fusión excelente de música afro-cubana y rock que recuerda a la sensibilidad de Síntesis– OKAN y Organikó. Estos dos últimos están más enfocados en el world jazz fusion y el hip-hop respectivamente, aunque mantienen un sonido que es fácil de asociar a la música cubana. En estas agrupaciones vemos a algunos nombres repetirse –lo que comentaba sobre la colaboración– como es el caso de Elizabeth Rodríguez, Magdelys Savigne, Reimundo Sosa y Ernesto Brooks. En las tres agrupaciones existe un núcleo de músicos regulares, pero es común el featuring de otros artistas –a lo Interactivo en La Habana– que enriquecen la propuesta o suplen la ausencia de algún miembro.
Por algunos de los motivos que mencioné arriba, se percibe poca diversidad –aunque sobre el talento– en las propuestas musicales cubanas en Toronto. En general la escena está dominada por los estilos más comerciales de la etiqueta “Cuba.” Esto no sorprende dado que tanto la música como la diáspora cubana han tenido una vida relativamente corta en el 6ix, un terreno donde coexisten y compiten intensamente numerosas escenas. Hay que considerar también, como señala el etnomusicólogo y músico Brígido Galván, las expectativas de la mayoría de los dueños y administradores de clubs y salas de conciertos. Estos importantes actores tienden a considerar riesgoso incluir música cubana no tradicional en sus programas. Claro, existen excepciones como es el caso del Lula Lounge y su festival Lula World.
Existen esfuerzos e interés en hacer algo diferente, como los tres ejemplos mencionados. Sus músicos pertenecen a una generación más joven, influenciada por la revolución digital y el multiculturalismo de Toronto. Otros artistas como la pianista Dánae Olano, el guitarrista Elmer Ferrer y el DJ Alexis “D’Boys” Rodríguez han incorporado elementos del hip-hop, el rock, el blues, la electrónica, e incluso la música clásica, desde su perspectiva cubano-canadiense. Pienso que para los que buscan una propuesta alternativa es importante aliarse a un grupo de colectivos/espacios que existen en la ciudad para apoyar escenas minoritarias como Polyphonic Ground, Small World Music Society, The Music Gallery, Soundstreams y Arraymusic.
Existe un grupo de clubs y salas de baile que las audiencias asocian con la música cubana –el Lula, el Mambo, el Yauca’s Lounge– aunque es menos común disfrutar de presentaciones de músicos cubanos en espacios de mayor capacidad como el Koerner Hall, el Danforth Music Hall, el Phoenix Concert Theatre y el Massey Hall, siendo la excepción el Harbourfront Centre, a la orilla del lago Ontario. Para los que se han enfocado en el jazz –y en el blues, como en el caso de Elmer Ferrer– The Rex ha sido otra opción.
En otros centros culturales y salas de concierto ubicadas en lugares más periféricos como Etobicoke, o en la adyacente ciudad de Mississauga, también vive la música cubana. En estos casos es más frecuente disfrutar de conciertos de músicos radicados en Cuba, sobre todo de agrupaciones de gran poder de convocatoria como la Charanga Habanera y Havana D’Primera. Aquí es vital el trabajo de los promotores Sophie Giraud y Juan Carlos Bulnes, uno de los pocos cubanos que se ha dedicado a este oficio en el 6ix. Ambos dirigen el proyecto Cuba in Toronto y la productora Okokán.
Contrastando con la abundante oferta de músicos en Toronto existen pocos managers, promotores y productores de origen cubano –hasta donde sé solo están Bulnes y Carlos Iglesias, quien ha trabajado fundamentalmente con artistas radicados en la isla. Esto no ayuda a que se optimicen los recursos públicos y privados disponibles. Me parece un hecho curioso para una diáspora que a estas alturas debe superar por mucho los 5,400 que habían en 2006 –según la investigación de Zaira Zarza sobre las diásporas del cine cubano, unos 7,300 cubanos vivían en el GTA (Toronto más Durham, Peel y Halton) en 2015. Quizá esto esté correlacionado con el déficit de este tipo de profesiones en Cuba, donde el énfasis se ha puesto en formar buenos músicos y el resto de los técnicos y profesionales han sido relegados a un segundo plano. No obstante, podemos decir que existe un grupo relativamente pequeño, pero sólido, de profesionales de la industria que han marcado la diferencia para la escena cubana en los últimos años.
El rol de Derek Andrews en el desarrollo de la escena latina –y en general de la “world music”– no puede dejar de enfatizarse. Desde 1985, cuando este visionario productor comenzó a cargo de la programación del Harbourfront Centre, se facilitaron presentaciones de artistas como el salsero puertorriqueño Willie Colón y la trovadora cubana Sara González. En 2002, Andrews unió fuerzas con Alan Davis para organizar el Small World Music Festival, por donde ha desfilado un gran número de cubanos. Este verano tuve la oportunidad de asistir a su edición 17, donde pude disfrutar de una propuesta bien interesante: la pinareña radicada en París, Yaite Ramos y su banda La Dame Blanche. Andrews ha estado involucrado también en la producción de otros eventos emblemáticos de la ciudad como el festival Luminato. En la actualidad Andrews dirige Global Café, una agencia que brinda servicios de representación artística y consultoría para el segmento de la música en vivo.
Si hay un espacio que no puede dejar de mencionarse cuando se hable de música cubana en el 6ix es el Lula Lounge. Ubicado en Dundas West, este santuario de la cultura latina funciona bajo un concepto artístico de vanguardia a cargo del ecuatoriano José Ortega –co-fundador junto a José Nieves. El Lula es administrado por Tracy Jenkins, quien organiza el festival Lula World y actúa como manager del mencionado dúo de world jazz fusion OKAN. Si a otros clubs como el Bamboo y El Mocambo deben dárseles todo el crédito que merecen por haber introducido la música latina en vivo –entiéndase salsa, merengue y cumbia– a las audiencias de Toronto, al Lula hay que reconocerle como el epicentro de este fenómeno desde su apertura en 2002. Esta fecha no pudo ser más oportuna ya que fue por estos años que el 6ix recibió un influjo significativo de músicos cubanos. Además de algunos que ya mencioné, en este grupo entran otros como el arreglista David Chala, el pianista y percusionista Julio Jiménez y el flautista Pablo Terry.
Uno de los eventos más recordados de los inicios del Lula fue Havana Norte (2007). Este fue un encuentro de salseros y timberos curado por Roberto Linares, quien seleccionó integrantes de agrupaciones locales como Son Aché, Típica Toronto, Café Cubano, Clave Kings y Black Market. Por el escenario del Lula han pasado además otros artistas y agrupaciones de primer nivel como Descemer Bueno, Changüí Habana y Puentes Brothers –los gemelos Adonis y Alexis, alias “Alex Cuba.” Un patrocinador destacado de eventos en el Lula, y en otros espacios de la ciudad, ha sido la corporación cubano-francesa Havana Club, donde debe destacarse el trabajo de Donnie Wheeler, embajador de la marca en Canadá.
Otro nombre importante para la escena es Sergio Elmir, quien dirige en la actualidad la agencia de bookings, representación artística y organización de eventos Futuro Libre. Elmir, también productor y presentador del influyente progama radial Dos Mundos (CIUT-FM), organiza muchos de sus eventos en el Harbourfront Centre y en el espectacular Aga Khan Museum. Otras contribuciones esenciales a la escena son las del ya desaparecido Billy Bryans, quien tanto hizo por la timba y por los músicos cubanos en Toronto; la de Sousi Harotyonian, quien logro diversificar un poco la escena con la entrada de Edrey “Ogguere;” y la de la bailarina y etnógrafa Melissa Noventa, directora artística de la compañía de danza y percusión afro-cubana Ilédè.
Los músicos cubanos han encontrado en Toronto un terreno difícil, competitivo, pero fértil. Con más apoyo de profesionales del sector creo que en poco tiempo la ciudad podría alcanzar un lugar más prominente en el mapa global de la música cubana. El 6ix atesora una comunidad de músicos cubanos envidiable. Pienso que su historia y evolución merecen ser más reconocidas. Estoy seguro que ambas son mucho más complejas de lo que he descrito. Debe haber personas, lugares, eventos, que he omitido sin querer. Pido disculpas por adelantado. La intención fue despertar un poco de curiosidad en una de las escenas cubanas más promisorias y desconocidas de la contemporaneidad.