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Artículos Editorial Violencia de Género Cuba Ilustración: Laura Llópiz / Pepe Menéndez.

Any, Lilliana, Claudia, Silvia, Patricia, Yo Sí Les Creo

Any, Lilliana, Claudia, Silvia, Patricia, Yo Sí Les Creo. Les creo porque he vivido 31 años bajo un sistema que de múltiples maneras subyuga al resto de la sociedad bajo el mandato de masculinidad. Les creo porque los testimonios de personas que han sido acosadas dentro de sus familias, en sus barrios, en sus centros educativos y laborales y en la vía pública, son parte de una conversación horriblemente naturalizada en Cuba. Les creo porque nunca he visto a las instituciones responsables de velar por la seguridad de que nuestres ciudadanes vivan vidas plenas, asumir la responsabilidad de las continuas muestras de violencia de género que suceden a lo largo y ancho del país. 

El Estornudo, en un ejercicio de periodismo admirable, ha hecho lo que todo medio de prensa debe hacer: ponernos delante de nuestros peores temores, obligarnos a dialogar con nuestras conciencias y tomar partido. Así que no dejaré de creer cada denuncia. 

Con estos testimonios es evidente que Fernando Bécquer necesita no solo enfrentar cargos (en el supuesto de que sean presentados) sino un tratamiento psicológico. El modus operandi y el nivel de manipulación con que abusó de estas mujeres retrata a alguien con serios trastornos mentales. Ahora, la impunidad con la que se ha desenvuelto durante al menos dos décadas requiere un análisis más riguroso. En primer lugar de las personas que le rodea(ro)n y son cómplices sostenidos de un patrón de agresión; en segundo lugar, del contexto que da origen a esta complicidad. No (solo) en plan punitivo, sino, sobre todo, para que pensemos qué hay que cambiar en las reglas del juego para que historias como estas no sean parte de la cotidianeidad. 

En modo alguno se trata esto de una historia singular, de un caso aislado. Por años hemos oído de reclamos a figuras del arte que amparadas en su relevancia social han salido ilesas de cualquier acusación, y de hecho son sus víctimas las que suelen cargar las consecuencias de atreverse a denunciarlos. Estos actos, quien sea que los lleve a cabo, son consecuencia de la sociedad heteropatriarcal en que vivimos, pero no puedo evitar anotar que los artistas ―como los curas o los “padrinos” en religión, los maestros, o los dirigentes― se encuentran, además, en una posición de doble responsabilidad por la autoridad y confianza que la sociedad deposita en sus respectivas figuras. 

En algún momento, optimista incurable como soy, quiero creer que tendremos una Ley Integral contra la Violencia de Género, ese marco legal por el que tantas mujeres han luchado en los últimos tiempos, pero de más está decir que eso no basta. Necesitamos renovar los pactos desde los que establecemos nuestras relaciones, necesitamos abandonar un sistema educativo que subordina a un grupo de personas a los intereses de otras.

Mi solidaridad con estas y todas las víctimas pasadas, presentes y futuras de la violencia de género. Espero que encuentren el acompañamiento psicológico necesario para superar sus traumas y que sus agresores afronten las consecuencias de la ley. Como hombre, como periodista, rechazo cualquier expresión de violencia hacia otro género sin importar de dónde venga. Nadie debería quedar impune. Mientras no sea así, todes somos culpables.

foto de avatar Rafa G. Escalona Padre de una revista de música. Procrastinador profesional. Su meta es ser DJ de una emisora en la madrugada. Príncipe del aleatorio. Más publicaciones

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  1. Iván Egüed dice:

    #YoSíLesCreo

  2. Andrea dice:

    En general bien pero cuidado con ese tercer párrafo donde”diagnosticas” sin ser psiquiatra a Fernando como un trastornado. Esa visión de los abusadores sexuales como gente con problemas mentales suele usarse como justificante. Fernando tiene que ir tras las rejas de alguna prisión, no a Mazorra. Saludos. Mi apoyo a todas las víctimas.

  3. Rafa G. Escalona dice:

    Hola, Andrea, sí, tienes razón en tu comentario; confieso que es este un texto muy apresurado salido de la rabia, y puede no tener toda la cabeza fría que deba. Al menos el Rafa que lo escribió, como mismo confía sin cuestionar el testimonio de las víctimas, le da el beneficio de la duda a que una buena conducción de este caso podría determinar si interviene algún tipo de trastorno mental (que para nada lo eximiría). Saludos.

  4. Y. I.La O dice:

    Bravo por esta oportunidad de enfrentar la verdad. En Cuba (como en tantos otros países) hay un problema, en mi experiencia personal, de agresión sexual con diferentes matices. Los pajusos! Es algo que solo he visto en la isla. Incluso, pides ayuda a un hombre y éste, por miedo o por ignorancia te responde :ay chica eso no hace na’! Y te deja ahí sola con tu pajuso acosandote detrás de un árbol, o en bancos en los parques o en las uvas caletas de las playas. Por citar un ejemplo. Respecto a «los poderosos» que se insinúan y juegan sicologicamente o corporalmente con sus subordinados creo que esto no solo necesita castigo, sino TAMBIÉN CONCIENCIA NACIONAL. Campañas educativas ya en las escuelas secundarias y escuelas al campo, donde ocurren barbaridades. Apoyo sicologico también necesita un impulso en nuestra bella isla. En fin, trabajo de gigantes y POSIBLE DE HACERSE! No exceptions! Gracias.

  5. Mayra A. Martinez dice:

    Muy bien. Pocas situaciones más difíciles de enfrentar como mujer que el abuso y, máxime, la violación. Todo incide, entre la verguenza al escarnio público y hasta familiar, la desidia de autoridafes y el machismo/ misoginia. Terrible!

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